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Un ataque al turismo

No podemos menos que asombrarnos de que en un estudio sobre las ciudades más violentas del mundo apareciera Los Cabos como la número uno, eso por el porcentaje de muertes sobre cien mil habitantes que presenta ese centro turístico.

 

En realidad, Los Cabos está a años luz de ser la ciudad más peligrosa e insegura del mundo. En los últimos meses ha habido un crecimiento muy alto de los ajustes de cuentas en las colonias populares derivado del enfrentamiento entre los grupos que responden al Cártel de Sinaloa y los que ahora apoyan al Cártel Jalisco Nueva Generación.

La disputa es por el mercado de narcomenudeo, particularmente importante en una plaza en la cual la mayor parte del turismo es extranjero y sobre todo estadounidense. Muchos se preguntan, por ejemplo, por qué no pueden consumir mariguana en Los Cabos si en California es legal. Y evidentemente existe mercado porque hay una demanda muy alta de droga, comenzando por la propia mariguana.

Pero esa violencia y esos ajustes de cuentas entre narcomenudistas no han llegado ni a los turistas ni tampoco, salvo alguna excepción muy puntual, a las zonas turísticas de Baja California Sur. No se recuerda un solo turista asesinado, mucho menos un ataque a alguno de los hoteles de la zona turística.

Incluso la todavía embajadora de Estados Unidos, Roberta Jacobson, hizo un anuncio hace unas pocas semanas, recomendando Los Cabos y reconociendo la seguridad que siguen teniendo los turistas estadounidenses en todo el corredor turístico entre San José del Cabo y Cabo San Lucas. Jacobson, que terminada su etapa como embajadora planea quedarse a vivir en México (seguramente en San Miguel de Allende), jamás hubiera hecho una recomendación de ese tipo en un destino inseguro.

Pero, por lo pronto, el golpe ha sido dado, aunque no se perciba todavía una disminución seria del turismo en Baja California Sur. De todas maneras es una advertencia hacia las autoridades para restaurar plenamente la seguridad en un estado que ha sido históricamente uno de los más tranquilos y seguros del país.

En el otro extremo de la república, en Playa del Carmen, Quintana Roo, ha pasado algo en apariencia similar, pero totalmente diferente en su esencia. Las autoridades estadounidenses presentaron una advertencia en toda la línea para que los turistas tomaran precauciones al visitar Playa del Carmen. Cerraron durante unos días las oficinas consulares y prohibieron al personal del gobierno estadounidense viajar a ese destino ante lo que consideraron la amenaza “creíble” de un ataque.

Días después restringieron esas advertencias a una serie de colonias populares en Playa del Carmen, pero el temor ya estaba instalado. Eso se sumó también a la recomendación del gobierno canadiense para no abordar ferrys que comunicaran Playa del Carmen con Cozumel.

Todo esto tiene relación con el bombazo en un ferry de la empresa propiedad del padre del exgobernador Roberto Borge, que dejó un par de personas heridas; pero que se ha comprobado que no fue un accidente, sino una explosión provocada por artefactos caseros.

No hay claridad sobre lo ocurrido: hay quienes dicen que fue un ataque a la compañía familiar del exmandatario actualmente encarcelado, hay quienes aseguran que se trató de un autoatentado, pero lo cierto es que el temor de los turistas por ese hecho y el llamado de atención de los gobiernos de Estados Unidos y Canadá ya es público.

Es verdad también que, a diferencia de Los Cabos, sí ha habido algunos enfrentamientos violentos en Playa del Carmen, que han dejado víctimas incluso algunos turistas. Por supuesto la situación está muy lejos de ser generalizada y no se han presentado problemas a lo largo de la Riviera Maya.

Pero quizá no es casualidad que en un momento difícil de la relación con Estados Unidos, los dos principales centros turísticos internacionales del país, Playa del Carmen y Los Cabos, estén en el centro de una información que daña potencialmente ambos destinos. Puede ser campaña, pero también hay que ser conscientes de que las campañas, para tener efecto, deben basarse en alguna realidad. Y esa realidad es la que tienen que erradicar las autoridades locales y federales para no dañar nuestra principal fuente de divisas, el turismo.

Pilar económico

Un estudio publicado por el World Travel & Tourism Council (Consejo mundial de viajes y turismo) WTTC en el último trimestre de 2017, posiciona al turismo como el sector más grande de México.

Señala a este sector a la cabeza de aportaciones al Producto Interno Bruto, y a la creación de empleos  y en segundo lugar entre las industrias que proveen trabajos en México. El PIB en México en 2016 recibió 166 mil millones de dólares de parte del turismo, tanto de placer, como de negocios, que se refleja en un 16% del PIB del país.

En 2017 en Los Cabos, uno de los principales destinos turísticos del país, hubo 16.5% más visitantes vía aérea y 11% vía marítima respecto a las cifras de 2016. Se pasó de 2.5 millones a prácticamente 3 millones de visitantes. Actualmente en ese sitio se construyen más de 5 mil cuartos nuevos, que son alrededor del 30% de la capacidad total instalada. Adicionalmente, con la llegada de dos o tres cruceros “se tiene presencia de  5 a  8 mil visitantes en la marina”, aseguró, Óscar Manríquez Palacios, director del Centro de Atención al Turista.

Aseguró que a partir de que iniciaron los operativos federales, la inseguridad ha disminuido hasta en 80 por ciento.

 

Otro punto en el ojo del huracán y que es uno de los destinos favoritos del turismo extranjero es Playa del Carmen, sin embargo, a inicios de marzo las autoridades mexicanas sostuvieron un diferendo por una  alerta de Estados Unidos.

La embajada estadounidense indicó haber recibido información sobre una “amenaza a la seguridad” en Playa del Carmen, y vedó la zona a los funcionarios de ese país.

 

El consulado estadounidense en el lugar estuvo cerrado cinco días, ayer reabrió, aunque sigue revisando las restricciones de viaje a Playa del Carmen que activó para el personal del gobierno de Estados Unidos.