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Sacerdotes pederastas, tras las rejas

“Un sacerdote que hace esto traiciona el cuerpo del Señor, porque este sacerdote debe llevar a este niño, a esta niña, a este chico, a esta chica hacia la santidad; y este chico, esta chica confían en él, y en lugar de llevarlo a la santidad, abusa de ellos. ¡Es gravísimo!”, ha dicho el Papa Francisco, quien también ha comparado la violencia de un sacerdote a un niño o una niña con una misa negra. “Un verdadero sacrilegio”.

 

La confianza de los chilenos hacia las Iglesias y organizaciones religiosas se ha desplomado.

Una encuesta del Centro de Estudios Públicos (CEP) muestra que apenas uno de cada 10 chilenos tiene confianza en instituciones religiosas, en particular, la católica. Sin duda, esto está relacionado con los abusos sexuales cometidos por miembros de la iglesia católica en Chile.

El Papa Francisco ha ordenado abrir una causa penal ante la Congregación para la Doctrina de la Fe en El Vaticano, por inacción de la orden que no ha impuesto ninguna sanción desde que concluyó la primera parte de sus indagaciones sobre las décadas de pederastia en su seno. Algo que sus antecesores no hicieron.

Hace unos días, obispos chilenos se reunieron con el Papa en la biblioteca del Palacio Apostólico del Vaticano para tratar de acercar posiciones. El Pontífice se manifestó profundamente decepcionado de la jerarquía eclesial chilena, por lo que comenzó un proceso de limpieza sin precedentes. Luego de su viaje al país, en enero de 2018, los obispos tuvieron que renunciar en masa y desde entonces, el Papa ha cursado siete renuncias de la jerarquía.

Además, ordenó la visita de dos religiosos para investigar los casos de abusos sexuales. Tras maratónicas jornadas escuchando decenas de testimonios, elaboraron un documento de dos mil 300 páginas, conocido como Informe Chiclana, que terminó por convencerlo de la gravedad del caso chileno.

La red de corrupción en la Iglesia chilena empezó a salir a la luz pública cuando Jaime Concha narró su historia de abuso sistemático, que comenzó cuando apenas tenía 10 años.

Al entrar al Instituto Alonso de Ercilla, el niño estaba fascinado con el orden y limpieza de las salas. Durante su primer año de escuela se volvió muy cercano al hermano Juan, un religioso a cargo de la librería y aficionado a la filatelia (afición por coleccionar y clasificar sellos, sobres y documentos postales). “Era un hombre afectuoso, cercano. Yo lo acompañaba en los recreos y él me ayudaba a buscar estampillas para mis colecciones”, recuerda.

Al ver las inquietudes de Jaime, entonces de 10 años, el hermano Juan le recomendó que se acercara al hermano José Monasterio, un religioso conocido por su caligrafía. Jaime recuerda entre lágrimas que el hermano José Monasterio “pasó de ser muy cariñoso a tratar de besarme en un momento de sorpresa”. En ese momento comenzó su pesadilla.

“Mi reacción fue de pánico. A esa edad no entiendes cómo ese modelo a seguir pasa a tocarte los genitales”. Tiempo después conoció al hermano Abel Pérez. Cuando tenía 12 años, durante una excursión a las Siete Tazas, Concha enfermó de fiebre; recuerda que despertó acostado en un catre de campaña: “Estaba sudado, desnudo, en un principio pensé que era una pesadilla. Poco a poco, sentí el calor de una boca en mi pecho, en mis genitales”. En un proceso lento, Concha comenzó a tomar conciencia: entendió que ésa no era su carpa y que el hombre que lo estaba tocando era Abel Pérez.

El hermano Abel Pérez lo violentó sexualmente durante años en la capilla, en una oficina, en el sótano del gimnasio y en su habitación.

Éste es tan sólo uno de los relatos de cientos de menores que denuncian abuso sexual por parte de la congregación de los hermanos maristas en Chile. “Fuimos escogidos, marcados, atacados y luego, esclavizados en el secreto y silencio”, denuncia el ahora médico Jaime Concha, de 56 años, quien sufrió ataques sexuales reiterados desde 1973.

En agosto de 2018, la Fiscalía chilena informó que investigaba 148 casos de presuntos abusos sexuales cometidos por personas vinculadas a la Iglesia católica, mientras que el número de víctimas ascendía a 255.

La investigación contra la congregación marista es la de mayor amplitud: contempla 25 imputados por abusos y violación, entre ellos los siete españoles y al menos una treintena de víctimas.

Los fiscales determinaron que los delitos de los maristas en Chile se prolongaron al menos durante 50 años, entre 1967 y 2016, en diferentes establecimientos educacionales.

Sospechan los fiscales que encabezan la causa que la Congregación de los Hermanos Maristas, quienes manejan la mayor parte de los colegios católicos en Chile, conocía desde hace años los abusos cometidos contra niños y adolescentes chilenos en cinco de sus colegios ubicados en tres regiones del país.

Investigan traslados y remociones de religiosos en diferentes épocas para brindarles protección. 

En México, hace dos años tuvimos el caso del sacerdote Gerardo Silvestre, quien abusó de más de cien niños en Oaxaca y fue sentenciado a 16 años de cárcel.

En un principio la Iglesia local lo intentó defender y por eso fue trasladado a siete diócesis distintas y en una incluso fue nombrado decano. En todas siguió cometiendo abusos.

Silvestre les daba bebidas embriagantes a los menores de edad para después abusar de ellos. No los violaba una sola vez, los abusos eran sistemáticos, y de ahí venían las amenazas para que los menores no abrieran la boca.

El Papa Francisco fue enérgico en este caso.

Silvestre, al igual que los pederastas chilenos, han sido tan crueles como lo fue el padre Maciel, quien nunca recibió sentencia judicial.

En el caso de Maciel, lo más grave es que el entonces Papa Juan Pablo II conocía las acusaciones y, aun así, le realizó un homenaje: una misa de acción de gracias a la que asistieron unas cuatro mil personas en la Basílica de San Paolo Fuori le Mura.

Joseph Ratzinger no acudió a los festejos de Maciel y dos días después abrió el caso en su contra. Un mes después de los festejos, en enero de 2005, y ya muy enfermo Juan Pablo II, Marcial Maciel dejó de dirigir a los Legionarios de Cristo, con 64 años de edad. Un cargo que debería haber sido vitalicio.

Pero fue hasta después de que falleciera Juan Pablo II que Maciel Degollado fue “invitado a retirarse a una vida de oración y penitencia”. Nunca recibió sentencia judicial por la violación de niños.

Lo cierto es que los procesos en contra de los sacerdotes pederastas se tienen que investigar y castigar por las autoridades civiles. La Santa Sede ha investigado cuatro mil casos en el mundo y ha reconocido 400. Finalmente se está empezando a hacer justicia.

Van tras ellos

Las diócesis de EU adoptaron en los últimos meses la práctica de publicar un listado de los sacerdotes con “acusaciones creíbles” de abuso sexual a menores. La mayoría de los religiosos ya no viven o fueron removidos de sus labores eclesiásticas.

BishopAccountability.org, un sitio web que rastrea todos los crímenes de esta índole en la Iglesia, afirma que la institución ha revelado hasta ahora cerca de siete mil curas denunciados desde 1950, pero que seguramente la cifra es mucho mayor.

Según los informes que maneja el portal, dedicado a recabar las cifras desde hace más de una década, el porcentaje de abusadores oscila entre el 6 y el 10%, lo que supondría hasta 11 mil curas pederastas. Las fiscalías estatales que investigan actualmente estos crímenes también han concluido que los listados están incompletos.

 

Ante la crisis de la iglesia católica ante los escándalos por abusos sexuales, el Papa Francisco ha convocado desde el 21 hasta el 24 de febrero de 2019 a todos los obispos del mundo para una cumbre sin precedentes en Roma que estará centrada, precisamente, en la protección de menores.