#MeToo más allá de Vega-Gil
Armando Vega-Gil había adelantado en Twitter a primera hora de la mañana del lunes su intención de suicidarse después de que lo acusaran de acosar a una niña cuando ella tenía 13 años.
Se enteró que había una denuncia anónima en su contra en el marco del movimiento MeTooMusicosMexicanos y Gil escribió una carta en la que aseguraba varias veces que la acusación es falsa.
“Mi vida está detenida, no hay salida. La única salida que veo frente a mí es el suicidio, así que me decido por ella”, expresa.
Aunque se declara inocente, el también compositor y escritor explica en la carta que esa acusación lo llevará a que pierda sus trabajos, que dependen de su credibilidad.
“Sé que en redes no tengo manera de abogar por mí, cualquier cosa que diga será usada en mi contra, y esto (el #MeToo) es una realidad que ha ganado su derecho en el mundo, pues las mujeres, aplastadas por el miedo y la amenaza, son las principales víctimas de nuestro mundo”.
A las pocas horas de saberse la noticia, fue trending topic nacional y estuvo dentro de los 10 temas más mencionados a nivel mundial. Fueron 3.5 millones de interacciones, 18 mil reacciones, se realizaron 6.7 mil comentarios, fue compartida 26.7 mil veces y tuvo un total de 3.5 millones de reproducciones.
El análisis hecho a la repercusión de la noticia arroja datos a los que se tiene que poner mucha atención.
De acuerdo con Estrategia en Línea, 33 por ciento de la audiencia lamenta que se juzgue a una persona sin darle oportunidad de probar su inocencia; mientras que 21 por ciento considera que el suicidio del artista confirma su culpabilidad.
Otro 16 por ciento pide no callarse y seguir denunciando; 13 por ciento de los comentarios son neutrales, 10 por ciento opina que existen mujeres que mienten ante casos de acosos, mientras el siete por ciento restante lamenta que se haya dado credibilidad a una mujer por su condición de género ante una denuncia tan delicada.
Además, el análisis de Estrategia en Línea señala que el hashtag #MeTooMusicosMexicanosgeneró 7.5 millones de alcances y 1.5 millones de interacciones.
En la conversación en torno a #MeTooMusicosMexicanos, un 47 por ciento tuvo opiniones de sospecha ante el cierre momentáneo de la cuenta de Twitter: @metoomusicamx; 34 por ciento pidió que “el karma” le haga pagar a la mujer que denunció, mientras que 19 por ciento dijo que no se debería de creer una denuncia de una mujer por el simple hecho de serlo.
No sabemos si la denuncia en contra de Vega-Gil sea verdad. Es difícil tener certeza de lo sucedido si la denuncia se hizo anónima.
Pero como demuestran los datos duros, ante las denuncias en la red, la opinión de las personas está polarizada y, en algunos casos, esas consideraciones, a favor o en contra, están llenas de violencia y odio.
Es verdad, las mujeres hemos vivido con una desventaja desmedida cuando hemos sido violentadas y se hacen las denuncias ante la autoridad.
Cuando una mujer se atreve a denunciar ante la autoridad competente, se enfrenta a todo un calvario, que va desde la falta de sensibilidad del personal de las agencias del Ministerio Público hasta la poca capacitación de los funcionarios que terminan por revictimizarla.
Es por eso que denunciar desde estas plataformas ha sido un gran apoyo. Pero también hacerlo desde el anonimato se presta para que cualquiera, hombre o mujer que quiera perjudicar a otra persona, lo haga.
En estas plataformas todavía no se verifica quien sube la denuncia.
Nadie se atrevería a poner en duda la legitimidad de un movimiento tan significativo y necesario como #MeToo, pero, como en todos los casos, se deben tener mayores controles para verificar la información.
La opción de denunciar desde el anonimato es incluso hasta necesaria; con ello se evitan represalias y es una voz de salida que abre la puerta de cientos de casos posiblemente afectados por un agresor. Pero también al hacerlo sólo desde estas plataformas, no se puede castigar a quien haya cometido un acto de abuso.
El acoso sexual es un delito que se persigue por querella; es decir, que el Ministerio Público sólo puede actuar ante la denuncia de la parte agraviada. Además, este ilícito es un acto de realización oculta, lo que dificulta su probanza.
Lo que tenemos que pelear las mujeres, que ha sido y será una batalla complicada, es que se puedan hacer las denuncias ante la autoridad, sin que la mujer sufra represalias y además se castigue rigurosamente al agresor.
Otro tema que podría afectar a las mujeres y nuevamente revictimizarlas es que, si no se prueba la denuncia, podrían estar expuestas a que se les juzgue por la vía civil, y es que una denuncia pública sin probarse puede ser delito. La difusión de la identidad de los agresores sin que éstos sean escuchados en juicio representa, de conformidad con el artículo mil 916 del Código Civil federal, una afectación a su patrimonio moral; además, se viola el principio constitucional de presunción de inocencia.
Lo cierto es que la violencia contra las mujeres sigue en aumento. Durante el primer bimestre de 2019 se registraron 147 feminicidios en todo el país. Esto representa un aumento respecto al mismo periodo de 2018, el cual reportó 131 asesinatos.
El dato es alarmante: desde 2015, año en que comenzó el registro de presuntos feminicidios en el Sistema Nacional de Seguridad Pública, la tendencia ha sido siempre al alza. En el primer bimestre de 2015 hubo 62 casos; en 2016 se registraron 84 y en 2017 fueron 111.
La secretaria de la Comisión de Igualdad de Género de la Cámara de Diputados, María Elizabeth Díaz, señaló que de enero al 8 de marzo, al menos 304 mujeres fueron asesinadas en el país; es decir, un promedio de 10 crímenes por día.
En cuanto a las solicitudes de auxilio al 911, de dos millones 493 mil 883 llamadas recibidas entre enero y febrero de 2019, 26 mil 607 casos corresponden a violencia contra la mujer; 744 casos son de abuso sexual; mil 62 a acoso u hostigamiento sexual; 530 a violación; 44 mil 716 a violencia de pareja y 98 mil 588 casos a violencia familiar.
Ésta es la realidad de las mujeres en México.
Combatir el acoso sexual y los abusos en todas sus manifestaciones es indispensable, por lo que el movimiento #MeToo ha sido un arma efectiva para lograrlo.
Es cierto que el anonimato es una herramienta de poder para las víctimas, pero se tiene que encontrar una “herramienta” o proceso que ayude a filtrar las denuncias y, sobre todo, que estas denuncias tengan consecuencias legales.
La pelea hay que darla sobre todo en que las autoridades apoyen a las víctimas de acoso, y esto se pueda hacer de una manera más transparente.