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La CDMX bajo el agua

El pasado viernes nos sorprendimos con la noticia de que supuestamente habían apagado el sistema de bombeo para inundar los pilotes del tren que conectaría el Nuevo Aeropuerto Internacional de México (NAIM) con el actual Aeropuerto Internacional de la Ciudad  (AICM).

 

Se dijo que el objetivo de esta maniobra era para que las columnas que fueron destinadas para soportar la losa superior del túnel del tren que conectaría la terminal de pasajeros con terminales remotas sufrieran daños.

De inmediato las redes sociales comenzaron a explotar con opiniones a favor y en contra de la medida, que así, de la noche a la mañana, dejaba bajo el agua una inversión millonaria.

Es verdad, se inundó una parte, pero no fue intencional. La SCT explicó que son maniobras para salvaguardar la cimentación y Comisión Nacional del Agua (Conagua) aseguró que la laguna de Casa Colorada ya opera nuevamente para mitigar riesgos de inundación.

Lo que más me llamó la atención es que decenas de mensajes de personas que están a favor de la cancelación de esta obra, aseguraban que si se inundaban los pilotes en este momento es porque se iba a inundar de todas maneras el NAIM por su localización. 

Y es que esta idea de inundar las obras de la terminal intencionalmente para construir el Parque Ecológico Lago de Texcoco ha sido una advertencia constante por parte del Gobierno federal.

El arquitecto Iñaki Echeverría, director general del Parque Ecológico Lago de Texcoco, a cargo de la Conagua, reveló que en el polígono donde se construía el NAIM se recuperarán las lagunas de regulación Casa Colorada, Xalapango y Texcoco Norte.

Además, dijo que la losa de la terminal no se puede utilizar para el nuevo proyecto debido a que está 4.5 metros abajo del nivel freático del lugar, por lo que tendrían que estar bombeando permanentemente la estructura para que no se inunde, por lo que la opción más viable es inundar la obra y reinstalar la laguna Casa Colorada, inaugurada en marzo de 2012.

La idea del actual gobierno es, sin duda, inundar esta obra para que no quede nada del pasado.

Y es que el sólo hecho de cancelar el Nuevo Aeropuerto ha tenido pérdidas millonarias: por suspender las licitaciones y lo invertido en lo que va de las construcciones van 120 mil mdp al presupuesto del 2019.

Para aquellos que están convencidos que terminar de construir el  NAIM en Texcoco y tener ahí el Nuevo Aeropuerto se correrían riesgos de inundación, hay que recordar un poco de historia y que donde se desarrolló la ahora Ciudad de México fue sobre el agua.

La entonces capital del imperio mexica fue edificada sobre un islote en el lago de Texcoco. Los mexicas/tenochcas crearon sus propias obras hidráulicas para lidiar con el lago, como depósitos de agua, diques, calzadas, etcétera.

Pese a su habilidad para explotar económicamente los enormes cuerpos de agua que rodeaban la ciudad, los lagos inundaron México-Tenochtitlán en varias ocasiones. Desde ese tiempo comenzó una lucha contra el agua que continúa hasta la actualidad.

En 1521, los españoles construyeron la actual Ciudad de México sobre las ruinas de Tenochtitlán. Luego de ser destruida, la Ciudad de México volvió a ser trazada, esta vez por el español Alonso García Bravo, el Jumétrico.

Cortés quería que su ciudad fuera increíble, por lo que hizo que se modificara considerablemente la cuenca y poco a poco se fue construyendo un problema que cada vez se hizo más grande: el agua, las inundaciones.

El territorio que comprende a la capital antes era ocupado por el lago de Texcoco, que estaba entre lo que hoy es el centro de la Ciudad de México y los municipios de Nezahualcóyotl y Ecatepec en el Estado de México.

El suelo donde actualmente está construido el Palacio de Bellas Artes tiene un suelo con agua, al igual que avenidas importantes como Río Churubusco o Río de la Piedad, que también fueron entubadas para construir sobre ellas.

El Lago de Texcoco es un sistema y no sólo un gran lago; es decir, que aparte existían otros cuatro lagos: Zumpango y Xaltocan al norte, Xochimilco y Chalco al sur.

Tres de esos lagos, Xaltocan, Zumpango y Texcoco, eran de agua salada debido a que las elevaciones del norte se desgastaron y liberaron sales minerales, como cloruro de sodio o sal común.

En tanto, el agua dulce de los lagos del sur fue aprovechada principalmente por los habitantes de Xochimilco para crear sistemas de cultivos llamados chinampas, construidos sobre el lago con arcillas para crear islotes que permitieran la producción agrícola.

Es por eso que el pasado lacustre de la Ciudad de México revela muchas de las situaciones que se viven día a día, como las inundaciones.

De acuerdo con el escritor y periodista Héctor de Mauleón, en 1629, en el día de San Mateo, la Ciudad de México fue abandonada y quedó sumergida bajo el agua durante 5 años.

De hecho, el cronista Salvador Novo cuenta que el mascarón felino que hay entre la calle de Madero y Motolinía fue colgado ahí (a una altura como de 2 metros) para indicar el nivel del agua al que se llegó después de la tromba de San Mateo.

Mauleón relata que la tromba que inundó la capital de la Nueva España destruyó a su paso las casas de los indios, matando a 30 mil de ellos, según datos del arzobispo Francisco Manso y Zúñiga.

De hecho, se planteó abandonar el lugar y poblar otra región, pero la Ciudad de México era la joya de la Nueva España, tenía 22 conventos, 22 templos, 8 hospitales, 6 colegios, una catedral, 2 parroquias, Casas Reales, Universidad, Santo Oficio, cárceles y no se iba a dejar bajo el agua tanta inversión. Además, Cortés quiso fundarla ahí como parte de la señal de la victoria de España sobre el imperio mexica.

Derrumbar la CDMX y cambiarnos a otro sitio es imposible, y siempre hemos tenido que edificar las obras sobre un suelo acuoso, no es justificación para cancelar el NAIM.

En lo que sí tienen que invertir las autoridades de la CDMX y no lo han querido hacer porque son obras que no se ven, es sustituir el 30% de la red hidráulica, y es que muchas de las tuberías fueron colocadas en el Porfiriato; es decir, a finales del siglo XIX.

Es así como a lo largo de la historia, la Ciudad de México ha tenido que lidiar con las inundaciones y el hundimiento, una gigantesca labor que requiere urgentemente presupuesto y tecnología para mantener a la capital del país.

 

Pero como dirían los clásicos, aquí nos tocó vivir, y hay sistemas para que las obras no se inunden.