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¿Quién mece la cuna de los provocadores?

Van por la calle con el rostro cubierto, picos, palos y sustancias inflamables para incendiar lo que tengan a su paso.

Pueden realizar pintas en el Metro y provocar daños a lo largo de Paseo de la Reforma. Se les permite prender fuego a locales, aunque sea una librería con trabajadores adentro.

Se les deja dañar con grafiti las paredes de Palacio Nacional y golpear una de sus puertas; un inmueble, Patrimonio de la Humanidad, que data de 1526.

Pueden incendiar la puerta de la Cámara Nacional de Comercio y dañar la Catedral de la Ciudad de México, un inmueble que empezó a construirse en 1571 y cuya última culminó en 1813.

O también, como ocurrió hace un par de semanas en la marcha feminista, se pueden infiltrar para ser golpeadores profesionales y deslegitimar estos movimientos que se necesitan para poner en la agenda pública la violencia tan terrible que viven miles de mujeres en México.

El Presidente Andrés Manuel López Obrador aseveró que los encapuchados que participaron el jueves pasado en la marcha para recordar a los 43 jóvenes de Ayotzinapa e hicieron destrozos no son anarquistas ni radicales, sino provocadores, que con su participación manchan los movimientos legítimos, como el de los familiares de los normalistas.

“(Quiero) decirle a los que participan en estos actos y se portan mal, muy mal, que no tienen respaldo”.

Es verdad lo que dice el mandatario, estos hombres y mujeres no tiene el apoyo de la ciudadanía. ¿Pero por qué no los detienen para que no sigan cometiendo estos actos?

Es indignante que estos hombres y mujeres puedan realizar cualquier tipo de atrocidades, lastimar a los ciudadanos y dañar nuestros inmuebles históricos y que no les pase nada.

El Presidente declaró: “no se detuvo a quienes hicieron los destrozos para no caer en su provocación, pues lo que pretendían era que el gobierno actuara para acusarlo de represión”.

En todos estos casos, con estos vándalos, porque no se les puede llamar de otra manera, hay una mano que mece la cuna. Siempre han existido estos grupos y se mueven a partir de las instrucciones de sus líderes.

Yo no sé quiénes manejan estos grupos, pero el Estado mexicano sí lo puede y debe saber de una manera muy fácil.             

Tiene muchos mecanismos de Inteligencia.

La capacidad de investigación del Estado es enorme y de mucha fuerza.

Simplemente con detener a alguna de estas personas, que están dañando un inmueble que es patrimonio de la humanidad o incendiando otro más en donde pueden morir personas que no tienen nada que ver con estos movimientos, pueden obtener esa información.

Pero nuevamente es política. Estos grupos piden a gritos, golpes, destrozos a monumentos nacionales, que se les reprima. Y saben que reprimirlos tiene un costo político. Durante la marcha feminista de hace un par de semanas la Jefa de Gobierno, Claudia Sheinbaum, aseguró que no habrá investigaciones ni responsables por los actos vandálicos que se registraron durante la protesta.

Sheinbaum afirmó que priorizaría el diálogo para que la violencia que se registró no se combata con más violencia; que por los destrozos no habría responsables y que los daños se pagarán con recursos públicos mediante seguros contratados o presupuesto de las mismas dependencias encargadas.

La pregunta es ¿por qué no se prioriza en darle seguridad a los ciudadanos que, además, son los que pagan impuestos y con eso se cubren las restauraciones de todo lo dañado?

Pero si creen que por no reprimir estos grupos profesionales de la violencia se van a quedar felices y tranquilos se equivocan. Al igual que lo que sucede con las movilizaciones de la CNTE.

Son profesionales de la violencia y lo hacen para desestabilizar. Llevan años haciéndolo.

Recientemente, el 8 de noviembre de 2014, durante una marcha por la desaparición de los normalistas de Ayotzinapa, al cierre de la protesta en el Zócalo de la Ciudad de México, un grupo de alrededor de 15 “anarquistas”, ya había vandalizado la puerta del Palacio Nacional y la intentaron incendiar.

Doce días después, el 20 de noviembre de ese año, un grupo de encapuchados pretendía llegar al Aeropuerto Internacional de la Ciudad de México, pero fue interceptado por granaderos; no obstante, a su paso dañó mobiliario urbano, negocios, bancos y tiendas de conveniencia.

En 2018, un grupo de anarquistas asistió a la movilización a 50 años del Movimiento Estudiantil del 2 de octubre, al llegar al centro de la ciudad, comenzó a agredir a varias personas incluidas integrantes de los medios de comunicación.

Además, lanzó piedras y petardos contra diversos edificios que se encuentran sobre la calle 5 de Mayo.

A estas personas las podemos encontrar en todo tipo de manifestaciones, como en las marchas del Orgullo Gay, la de 2014, en la que participaron al menos 11 organizaciones anarquistas, como Bloque Rosa, Colectiva de Gafas Violetas, Maricas Antiespecistas, Colectivo Anarcoqueerm y Puta Colectiva, quienes, a su paso, vandalizaron parabuses y el Hemiciclo a Juárez.

Durante la edición 2017 de la Marcha del Orgullo Gay, integrantes del frente autodenominado Fuerza Nacional México (Nazis), quienes se oponen a la marcha del orgullo gay, se enfrentaron a colectivos anarquistas frente a la Catedral Metropolitana.

Se debe identificar y controlar a los líderes de los provocadores. Lo que están haciendo estas células, al igual que los grupos criminales, es medir hasta dónde pueden llegar. Si no se controla, la violencia seguirá escalando y habrá un momento en que contenerla será literalmente imposible.

Encapuchados, presentes

Locales comerciales, dependencias, monumentos y una de las puertas de Palacio Nacional fueron dañados con pintas y más por parte de jóvenes. En la imagen, destrozos de la marcha por el quinto aniversario del Caso Iguala, el pasado jueves.