Regresamos a los sacrificios humanos
El Cártel Unión Tepito vivió, la madrugada del pasado martes, uno de sus golpes más fuertes, cuando 147 elementos de la Marina, 600 policías de la CDMX y 90 policías de Investigación desplegaron un impresionante operativo en el barrio de Tepito.
Se detuvo a 26 hombres y cinco mujeres, integrantes de esa organización criminal.
Fue un operativo limpio en el que se buscó que hubiera el menor número de personas en la zona; recordemos que los martes no se colocan los comerciantes del Barrio de Tepito.
En uno de los domicilios se localizaron dos laboratorios donde se elaboraban drogas sintéticas. Ahí se aseguraron 50 kilos de precursores químicos, dos y media toneladas de mariguana, 20 kilos de cocaína y cuatro kilos de metanfetamina.
En los otros dos inmuebles, que eran utilizados como bodega, se aseguraron 13 armas cortas, 13 largas, una lanzagranadas, 54 cargadores de armas largas y cortas, así como mil 520 cartuchos útiles y 20 granadas. Estos predios estaban conectados por medio de túneles.
En el operativo se encontraron altares, donde había cráneos humanos, cuernos de animales e inscripciones hechas con tiza.
Algunos testigos aseguran que en ese lugar, cada día en promedio, se hacían sacrificios humanos para brindárselos a los dioses y que éstos los protegieran de las balas.
Nos hemos trasladado al año 1325, cuando los sacrificios humanos llegaron a la región de los lagos con la fundación de México-Tenochtitlan, cuando los mexicas fundaron su ciudad, descendientes de los míticos y no civilizados aztecas del norte.
Estos hombres tenían la costumbre de tener un dios muy sediento, Huitzilopochtli, que necesitaba la sangre, razón por la cual a cientos de sacrificados se les perforaba el pecho con un pedernal de oxidiana y se ofrecía ese corazón latente y sangriento para garantizar que ese dios les regalara un nuevo día.
Ofrendas a cambio de protección
Y así sometieron a los pueblos vecinos. Esos prisioneros, los sacrificados, venían de las Guerras Floridas; se capturaban en pueblos vecinos para quitarles la vida en el Templo Mayor.
Han pasado más de 650 años desde que se iniciaron estos sacrificios, mismos que se llevaron a cabo durante casi 200 años, hasta que llegaron los españoles, en 1521.
Hoy este tipo de prácticas se hacen nuevamente. El grupo criminal de La Unión Tepito, a lo largo de 10 años, ha afianzado su poder y violencia en la Ciudad de México, pese a los golpes que ha sufrido, no sólo de las autoridades, sino también de la cruenta lucha que libra contra grupos rivales por el territorio.
Y es que la pelea por el control de la capital ha desencadenado una intensa ola de violencia nunca vista.
Al igual que durante las Guerras Floridas, cuando se capturaban prisioneros de guerra de bandos contrarios, así lo hacen miembros del Cártel de La Unión Tepito.
Pero no estamos en 1325; hoy tendríamos que saber quiénes son y cuántos los seres humanos que han sido sacrificados y han perdido en estos rituales.
Se cree que los altares que se encontraron en Tepito, la madrugada de este martes, están asociados al culto de la santería, probablemente de la religión Palo Monte o Palo Mayombe.
Esa religión tiene orígenes africanos y llegó a nuestro país a través de inmigrantes cubanos.
El altar o nganga suele estar compuesto por palos de madera, restos humanos, y otros elementos, como la cruz cristiana.
De acuerdo con artículos sobre la rama Palo Mayombe de la santería, las fotografías difundidas muestran tres artefactos denominados nganga o “caldera sagrada”, los cuales implican un acuerdo entre un palero, una persona y un muerto; un espíritu que supuestamente accede a brindarle su conocimiento y poderes sobrenaturales a cambio de recibir ofrendas como sangre, tabaco, alcohol, entre otras.
En los últimos años, el Palo Mayombe ha cobrado popularidad entre muchos mexicanos, particularmente, entre miembros del crimen organizado.
Fue en 1989 cuando los “narcos satánicos” marcaron un antes y un después en los estudios sobre el crimen organizado en México.
En abril de ese año, David Serna fue detenido en Matamoros, Tamaulipas, en un operativo de rutina de la Policía Federal. Sin embargo, al revisar su automóvil encontraron un extraño caldero con restos de sangre, corazones, partes de columnas vertebrales, que pertenecían al cuerpo del estudiante norteamericano Mark Kilroy, reportado como desaparecido mientras realizaba un viaje a México.
La banda estaba liderada por el cubano estadounidense Adolfo de Jesús Constanzo, quien practicaba la religión llamada Palo Mayombe, herencia de su madre, quien era sacerdotisa.
Constanzo llegó a la Ciudad de México en 1983 para trabajar como modelo, pero comenzó a ganar fama como santero, curandero y médium, lo que le ayudó a establecer relaciones con personas importantes, entre ellas jefes policíacos y narcotraficantes.
Tiempo después, Constanzo se movió a Matamoros, Tamaulipas, donde conoció a Sara, estudiante de Antropología de la Universidad de Texas.
La banda operaba en el rancho Santa Elena, a unos kilómetros de la frontera con Estados Unidos, lugar donde la policía encontró enterrados los cuerpos mutilados de 13 víctimas, entre ellas Kilroy, a las que les habían sacado el corazón, el cerebro y partes de la columna vertebral, que utilizaban para preparar un brebaje que usaban durante sus ceremonias de santería.
Constanzo hacía creer a sus seguidores que con el consumo de este brebaje podrían adquirir poderes extraordinarios, como el ser invisibles.
Y estos casos se repiten cotidianamente. Están asesinado a seres humanos en nombre de la religiones y creencias.
Pasaron 200 años para que los mexicas dejaran de tener el control y el dominio mediante los sangrientos sacrificios.
¿Cuántos años nos vamos a tardar, en este momento de la historia, para poder acabar con estos sacrificios humanos?