Los nexos del narco entre Bolivia y México
Mucho se habla de la situación en Bolivia tras la renuncia del ahora expresidente Evo Morales, quien goza de asilo político en nuestro país; pero más allá de estos lazos de amistad entre ambas naciones, también existe una relación de la que poco se habla: las conexiones de narcotraficantes de Bolivia con los cárteles de México.
Y es que Bolivia es considerado uno de los países con mayor producción de cocaína en el mundo.
En abril de este año, el Departamento de Estado presentó al Congreso de Estados Unidos el Informe de la Estrategia Internacional de Control de Narcóticos, un documento que analiza el narcotráfico en cada país y que, además, revisa los avances para reducir la producción y tráfico de sustancias ilícitas.
De acuerdo con el informe, en 2018, Bolivia fue el tercer mayor productor de cocaína en el mundo: “la producción potencial de cocaína pura en Bolivia sigue siendo históricamente alta en 249 TM, en comparación con las 170 TM de hace una década”.
Y es que, a decir del propio gobierno boliviano, el consumo de coca tradicional, cultural y medicinal aumentó en los últimos años; sin embargo, este argumento fue utilizado para justificar el aumento de la legalidad, que pasó de 12 mil hectáreas a 22 mil con la nueva Ley General de Coca.
En esta supuesta relación del narcotráfico con el propio gobierno boliviano hay acciones que levantan suspicacias.
Luego de renunciar a la presidencia, Evo Morales se habría refugiado en Chapare, una zona cocalera del trópico de Cochabamba, lugar que lo vio nacer como dirigente político; además es una de las pocas regiones de Bolivia donde el expresidente conserva su poder intacto.
Y es que Morales sigue siendo el titular de las seis Federaciones del Trópico de Cochabamba, que concentran a los cocaleros.
En esa región se producen unas 40 mil toneladas de hoja de coca por año, la mayoría de manera ilegal. Hay que recordar que una parte de la producción de la hoja de coca es legal en Bolivia. Mucha gente tiene la necesidad de tomarla en té o masticarla por la altura en la que se encuentra ese país, casi el doble de la que tenemos en la Ciudad de México.
Pero una cosa es la hoja de coca, y otra es la pasta de coca, que narcotraficantes bolivianos exportan.
Una de las primeras acciones que tomó Evo Morales a tan sólo dos años de haber llegado al poder fue expulsar a la DEA de esa zona de Bolivia, en donde 10 años antes, la agencia había construido un aeropuerto; esa base se había transformado en la sede de la Fuerza Especial de Lucha Contra el Narcotráfico.
Es en esta área donde se produce la pasta base, un segundo proceso que se realiza en laboratorios clandestinos en la zona cercana a Villa Yapacaní, un poblado cuya parte de su economía se nutre de la cocaína que manejan carteles internacionales, entre ellos colombianos y mexicanos.
Bolivia produjo en 2018, 55 mil toneladas de coca; sin embargo, la que se utiliza para el consumo interno no supera las 28 mil toneladas.
La estrecha relación entre los narcotraficantes bolivianos y mexicanos, principalmente con el Cártel de Sinaloa, salió a la luz con el trabajo del periodista español David Beriain, quien logró pasar más de tres meses infiltrado en el cártel de Guzmán Loera.
Beriain, quien ha sido corresponsal de guerra en Irak, Afganistán y Libia, documentó lo que ocurre al interior del Cártel de Sinaloa. Fue casi un año entero dedicado al proyecto que se transmitió en tres capítulos del programa Clandestino, transmitido por Discovery Channel.
En Bolivia, el kilo de cocaína cuesta dos mil 500 dólares. Cuando llega a México el costo es mucho más alto, 17 mil dólares, y una vez puesta en Estados Unidos o en Europa el precio aumenta dramáticamente.
Tierra de cocaleros
En 2015, el exfiscal general de Bolivia Ramiro Guerrero señaló que se estaba investigando la presencia de un presunto hijo de Joaquín El Chapo Guzmán, quien había estado en Santa Cruz, donde se relacionó con algunos miembros de la Policía Boliviana, vinculados especialmente a la Fuerza Especial de Lucha Contra el Narcotráfico (FELCN).
Se dice que un hijo de Guzmán Loera pasó algunos días en Santa Cruz con identidad boliviana y se infiltró, según informes, en una escuela de pilotos para ampliar sus negocios de tráfico ilícito de drogas.
La cocaína de Bolivia deja mucho dinero y el consumo es amplio.
En julio de 2018, durante la presentación del Informe Mundial Sobre las Drogas en la Cancillería boliviana, el representante en el país de la Oficina de Naciones Unidas contra la Droga y el Delito (UNODC, por sus siglas en inglés), Thierry Rostan, señaló que la mayoría del consumo de cocaína “se concentra en las Américas” y que el número “va en aumento”.
Además, señaló que los flujos frecuentes de exportación de cocaína parten de la región andina hacia Estados Unidos o hacia Europa a través de Portugal y España, países considerados como la “puerta de ingreso” al mercado europeo.
Y es que en junio de 2019 se dio a conocer que, en los últimos 15 años, Bolivia registró el ingreso de emisarios y un jefe de al menos ocho cárteles que se dedican al tráfico de drogas provenientes de cuatro países.
Informes de la Policía Boliviana revelan un plan de seguimiento a integrantes del Primer Comando Capital (PCC) y el Comando Vermelho (CV), ambos de Brasil, a miembros de los cárteles colombianos de Medellín y del Norte del Valle, además de haberse detectado la presencia de los cárteles mexicanos de Sinaloa, Jalisco Nueva Generación (CJNG) y el de Tijuana. A estas organizaciones se sumó la Ndrangheta calabresa, una de las mafias italianas más sanguinarias.
De acuerdo con informes de inteligencia de la Dirección Antidrogas de la Policía del Perú (Dirandro), una filial del Cártel de Sinaloa operó en Bolivia a través de emisarios.
Pero también miembros del Cártel Jalisco Nueva Generación tienen nexos en Bolivia.
En diciembre de 2017, Brasil dio a conocer la captura de José González Valencia, uno de los líderes del CJNG, quien presuntamente residía en Bolivia. Al momento de su captura, el mexicano portaba una cédula con identidad boliviana, a nombre de Jafett Arias Becerra.
En agosto de 2017, un informe de EU señalaba que Raúl Flores Hernández, alias El Tío, miembro del Cártel Jalisco Nueva Generación, compró un equipo de futbol de primera división en Bolivia, aunque no se encontraron pruebas al respecto.
La forma más usual de narcotráfico local en Bolivia es el clan. Esta organización está compuesta generalmente por familiares y personas cercanas, que trafican droga a pedido de organizaciones transnacionales.
Los clanes suelen asociarse con los emisarios de los cárteles y de las mafias extranjeras, y con los narcos mexicanos trabajan mucho.
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