El narcosubmarino
España es el segundo punto de mayor tráfico de drogas en Europa, después de Bélgica, y cada día las organizaciones criminales buscan nuevas formas para ingresar la droga a ese país.
El pasado 24 de noviembre, en las costas de la provincia de Galicia, al norte de España, fuerzas de seguridad tenían listo un operativo para interceptar un narcosubmarino cargado con tres toneladas de cocaína, valuada en unos 100 millones de euros.
En el semisumergible de 20 metros de longitud viajaban tres tripulantes; dos de ellos de nacionalidad ecuatoriana y uno español, Agustín Álvarez, de 29 años, quien logró darse a la fuga, pero cuatro días después fue detenido.
Llevaban 26 días de travesía. Autoridades de servicios de inteligencia internacional habían alertado a las autoridades españolas sobre el cargamento de droga que provenía de Colombia.
Esta es parte de la información que publicó el diario El País sobre la investigación de la Policía Nacional, que involucra a organizaciones con ramificaciones en Madrid y Colombia.
El submarino tomó la denominada ruta Cabo Verde: zarpó de la Guayana francesa, pasó a la altura de Cabo Verde y después costeó Portugal, hasta la ría de Aldán, en España. Llevaba 26 días en altamar, pero la tripulación empezó a tener problemas y no encontraba a los traficantes a quienes les tenía que entregar la droga.
Como se sabían ya vigilados, y no se podían deshacer de la droga, los tripulantes decidieron hundir el narcosubmarino y nadar hasta la playa de Hío, perteneciente a Aldán (Cangas de Morrazo) para huir; pero los policías estaban en alerta y los detuvieron.
En la llamada “Operación Baluma” participaron policías de España, Reino Unido, Portugal, Estados Unidos y Brasil.
La información de la llegada de un sumergible con cocaína colombiana llegó al Centro de Inteligencia contra el Terrorismo y el Crimen Organizado (CITCO), a través del Centro de Análisis Marítimo (MAOC), con sede en Lisboa, y por las autoridades británicas, por lo que se diseñó un amplio operativo conjunto de Policía Nacional, Guardia Civil y Vigilancia Aduanera.
El País relató cómo el español Agustín Álvarez tomó un avión en Madrid con destino a Brasil, el pasado 25 de octubre. Ahí hizo un curso exprés de navegación y, según él, eso sería suficiente para aventurarse, junto con dos ecuatorianos.
La idea era cruzar más de 9 mil kilómetros de América a Europa en un submarino de 20 metros de eslora, con 3 mil kilos de cocaína a bordo.
Ya había recibido un pago por adelantado de 100,000 dólares.
Un hallazgo inédito
Este tipo de semisumergibles son conocidos como Big Foot sub; su tamaño ronda los 20 metros, puede alcanzar hasta los 23 kilómetros por hora y cargar hasta 10 toneladas. Su casco suele ser de fibra de vidrio, pero se han reportado embarcaciones de 32 metros, como el descubierto en el año 2000 por la policía colombiana.
Especialistas aseguran que son submarinos de un solo uso y que cuestan alrededor de 1.5 millones de euros.
De acuerdo con el portal Insigth Crime, en 2019 las autoridades colombianas han incautado 19 de estos semisumergibles; todos en las costas del Pacífico.
Tan sólo entre mayo y julio de 2019, la Guardia Costera estadounidense realizó 14 operativos fuera de las costas de México, Centroamérica y Sudamérica. En total decomisó 17.6 toneladas de cocaína y 423 kilos de marihuana, con un valor estimado de 569 millones de dólares.
Pero en esta historia, de Agustín Álvarez y los dos ecuatorianos, las cosas se les complicaron. El clima no era el que esperaban y las fallas del motor los hicieron desesperarse. La tripulación llevaba 26 días en un camarote muy pequeño del narcosubmarino que podía sumergirse hasta dos metros de profundidad para eludir los radares de los buques de la Armada.
Los detenidos declararon que al décimo día surgió el primer problema mecánico; los dos tubos que salen de popa, que sirven para inyectar aire en el motor, se estropearon, por lo que el aire del submarino se hizo irrespirable.
Al no poder solucionar el problema tuvieron que ir abriendo la escotilla unas horas cada día, para ventilar la nave hasta llegar a tierra.
Antes, en un golpe de mar, habían perdido la bolsa con víveres y agua que la embarcación llevaba precintada y adosada al casco; además se rompió el depósito de aceite, que impregnó toda la nave, incluidos los fardos de cocaína.
Tras lograr huir sin ser detectado, el español Agustín Álvarez permaneció oculto en un cobertizo durante cuatro días, tiempo en el que contactó a su primo para que fuera a rescatarlo.
Su primo, tío y un amigo que intentaban auxiliar a Álvarez fueron detenidos; el marinero intentó hacerse pasar por un pescador, pero también fue capturado.
Los narcotraficantes buscaron a Agustín como marinero para realizar esa travesía, pero no había sido la primera opción de la organización criminal. Antes buscaron a otro marinero, pero éste les dijo que él no podía hacer el recorrido por que las condiciones marítimas eran muy complejas.
Especialistas aseguran que ahora, los narcotraficantes de Galicia están metidos en un doble problema. En primera porque perdieron su mercancía y quedó al descubierto una de sus rutas para hacerse de la droga.
Y la otra, que es la que más les preocupa, es que el foco mediático que obtuvieron por el descubrimiento del narcosubmarino podría costarles perder el anonimato con el que habían desarrollado sus actividades. Y es que eran prácticamente desconocidos, ninguno de estos cabecillas tiene antecedentes por narcotráfico y alguno de ellos ni siquiera ha desfilado por un tribunal en su vida.
Ahora en Galicia están desplegados el ECO y el UCO de la Guardia Civil, los GRECO y UDYCO de la Policía Nacional, el SVA, la DEA estadounidense y los servicios de inteligencia británicos; los criminales no tardan en caer.
Y es así como los narcotraficantes buscan cada vez nuevos métodos para introducir droga a Europa, que es un mercado muy redituable.
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