Disculpas no borran abusos sexuales
Benedicto XVI, el Papa emérito de 94 años, ofreció disculpas y expresó su dolor por los abusos y errores ocurridos durante sus mandatos en los distintos cargos que ha tenido.
Su declaración fue difundida a través de una carta publicada luego de la divulgación de un informe sobre los abusos sexuales a menores en Alemania, en el que se afirmaba que estuvo al corriente de cuatro casos de curas pederastas cuando era arzobispo de Múnich.
En su misiva explica que “una vez más sólo puedo expresar a todas las víctimas de abusos sexuales mi profunda vergüenza, mi gran dolor y mi sincera petición de perdón. He tenido una gran responsabilidad en la Iglesia católica”, subraya Benedicto XVI.
Añade que “tanto más grande es mi dolor por los abusos y errores que han ocurrido durante el tiempo de mi mandato en los respectivos lugares” y asegura que es necesario, por parte del clero, “el momento de la confesión”.
“En todos mis encuentros, especialmente durante mis numerosos viajes apostólicos con víctimas de abusos sexuales por parte de sacerdotes, he mirado a los ojos las consecuencias de una culpa muy grande y he aprendido a comprender que nosotros mismos nos vemos arrastrados a esta gran culpa cuando la descuidamos o cuando no la afrontamos con la necesaria decisión y responsabilidad, como ha ocurrido y ocurre con demasiada frecuencia”, admite.
Sin embargo, en otro documento, publicado por sus colaboradores, Joseph Ratzinger niega cualquier acusación y conocimiento de los hechos que se narran en el informe y en el que se revela que más de tres mil 600 niños de Alemania fueron abusados por curas entre 1946 y 2014.
Según la investigación, hubo una reunión en la que se analizó el traslado de un sacerdote acusado de abusos a menores, Peter H., quien después volvió a cometer abusos en la archidiócesis de Múnich, lo que motivó que fuera trasladado de nuevo.
Y es que ése ha sido el problema recurrente, de estos miembros de la Iglesia católica una vez que han sido descubiertos cometiendo abusos sexuales, inicialmente han sido reubicados y en la nueva locación, han continuado cometiendo abusos sexuales.
En un principio, Benedicto XVI aseguró que él no había participado en esa reunión, pero después se retractó de esta declaración y explicó que se había tratado de un error.
“Este error, que desgraciadamente se ha producido, no ha sido intencionado, y espero que sea disculpable”, escribe el Papa emérito, quien añade que le ha “sorprendido profundamente” que el descuido haya hecho dudar de su veracidad y que incluso, le hayan presentado “como un mentiroso”, al tiempo que destacó haber recibido numerosas cartas de apoyo y las oraciones del Papa Francisco.
Benedicto XVI concluye la carta diciendo: “Pronto me enfrentaré al juez definitivo de mi vida”.
La realidad es que los sacerdotes pederastas pocas veces han pagado por los delitos cometidos, ahí está el caso del padre Marcial Maciel, un hombre que abusó de por lo menos 60 menores. El Papa Benedicto XVI ordenó que Maciel se abstuviera de ejercer su ministerio públicamente para “llevar una vida en oración”. Maciel nunca enfrentó la cárcel por la decena de violaciones que cometió en contra de decenas de niños.
Pedir disculpas no elimina el daño que se ha generado en cada una de las víctimas de violación, a la gran mayoría les ha dejado un trauma de por vida.
Según la información de Der Spiegel, alrededor de mil 670 miembros de la Iglesia en Alemania perpetraron algún tipo de ataque sexual durante un periodo de 68 años. Sólo un 38% de los supuestos perpetradores fue procesado y la mayoría se enfrentó a procedimientos disciplinarios menores.
Pero el Papa emérito no es el único que se llevará estos pecados. A finales del pontificado de Juan Pablo II, éste sabía de las investigaciones en contra de Maciel, pero que el proceso no había concluido a su muerte.
Mi amigo y especialista en asuntos religiosos Fred Álvarez conoce muy bien el tema y ha escrito sobre él. Dice que, sin duda, Juan Pablo II conocía del caso y le había encomendado el asunto al prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe, Joseph Ratzinger, quien a su vez se lo asignó a una persona de toda su confianza, el sacerdote maltés Charles Scicluna.
Lo más grave de todo esto es que, ya con las acusaciones en marcha, Juan Pablo II le realizó un homenaje a Maciel: una misa de acción de gracias a la que asistieron unas cuatro mil personas, en la Basílica de San Paolo Fuori le Mura. Durante los festejos el fundador de los Legionarios de Cristo agradeció el apoyo que le había brindado el Papa durante su pontificado.
Dos días después de estos homenajes se reabrió el caso y un mes después, en enero del 2005, ya muy enfermo Juan Pablo II, Marcial Maciel dejaba de dirigir a los Legionarios de Cristo, con 64 años de edad. Un cargo que debería haber sido vitalicio.
Fue hasta después de que el Papa Juan Pablo falleciera que Maciel Degollado fue “invitado” a “retirarse a una vida de oración y penitencia”, sin llevarlo a un proceso canónico, debido a su avanzada edad.
Esto se dio por la presión de por lo menos 30 denunciantes. Y aunque esta decisión dio cierta credibilidad a las acusaciones de pederastia en su contra, también cerró a los demandantes cualquier posibilidad de llevarlo a juicio y probar sus dichos ante los tribunales del Vaticano.
Juan Pablo II ya es santo porque se probaron, según la Santa Sede, los milagros que realizó. Lo que nunca se pudo castigar fueron los abusos que cometió Marcial Maciel y otros miembros de la Iglesia católica en contra de miles de niños, niñas y adolescentes.
Hoy, el Papa Francisco, sabiendo que todos sus antecesores callaron ante los casos de abuso, ha puesto en marcha numerosas iniciativas en el Vaticano y ha legislado en favor de la transparencia en la investigación de los abusos. El actual líder católico puso fin a una de las históricas excusas sobre las que se edificó durante décadas el muro de silencio en torno a los abusos cometidos por miembros de la Iglesia.
Promulgó dos nuevas leyes que, entre otras cosas, liquidarán el secreto pontificio, que viene impuesto desde 1972 en asuntos e investigaciones de particular gravedad, en los casos de abusos a menores por parte de representantes de la Iglesia.
Con la nueva norma se busca eliminar la burocracia o trabas en los casos de pederastia y agilizar la tramitación de las denuncias y su posible traspaso a las autoridades civiles en caso de que el país donde se hayan producido obligue a ello, tal y como sucede ya en Estados Unidos.
La ley no afecta al secreto de confesión, que sigue completamente vigente también cuando ampare este tipo de delitos, pero en medio de estos ajustes dentro del clero, las denuncias de curas pederastas siguen saliendo a la luz, hablamos de millones de casos en Irlanda, Estados Unidos, Francia, España, Australia, Chile, Argentina, Uruguay y México.
Cada uno de estos casos debería de enfrentar la ley del hombre, en vida, sólo así se podrá hacer un poco, aunque sea de justicia para las víctimas de estos abusos sexuales.