A gozar durante la tormenta
Los gobernantes y las autoridades deberían estar trabajando, organizando las tareas para brindar seguridad a sus habitantes y realizando las tareas de prevención cuando hay alertas meteorológicas por el arribo de una tormenta, un ciclón, un huracán.
No siempre sucede así. Hace unos años me tocó estar en una cena por cuestiones de trabajo con el entonces alcalde de Benito Juárez, donde se ubica Cancún, Greg Sánchez y su esposa Niurka Sáliva, en un restaurante de la plaza comercial La Isla. Hacía poco que la tormenta tropical Dolly, había golpeado a ese centro turístico. La información meteorológica aseguraba que Dolly afectaría Cancún y por eso el entonces gobernador del estado ordenó el desalojo de las pequeñas islas de baja altura como Banco Chinchorro y Punta Allen como medida de precaución.
El paso de Dolly, en forma de tormenta tropical por Quintana Roo, afectó severamente a las playas, reduciendo el ancho de éstas debido a la pérdida de arena. El temporal se llevó tres millones de metros cúbicos de arena y provocó graves daños materiales.
Después de la terrible experiencia del huracán Wilma, que causó tanto daño, las autoridades y población estaban en estado de alerta. Todos menos Greg Sánchez y su esposa. Cuando le pregunté a la esposa del entonces regidor cómo habían pasado la borrasca, me platicó que muy bien. Que ellos habían tapiado la casa con mallas anticiclónicas y que habían comprado muchas velas, flores y comida, para que su marido pasara un rato agradable y divertido durante la inclemencia. Una noche romántica pues. Ella es una mujer muy atractiva, y me decía que había logrado su cometido: que su marido la pasara bien mientras Dolly arrasaba Cancún.
Pero hay otros gobernantes que también la han pasado bien durante los ciclones. Hace exactamente un año, para festejar el 15 de septiembre, el Gobernador de Guerrero, Ángel Heladio Aguirre, aun teniendo información de que habría serios problemas meteorológicos en su estado, sobre todo en Acapulco, decidió continuar el festejo en Chilpancingo. Y lo hizo en una fiesta en la que estaban dos de sus predecesores: Rubén Figueroa y René Juárez Cisneros, además de otras 300 personas.
Afuera llovía a cántaros, lo que provocó que muchas familias abandonaran sus casas buscando refugio. Las zonas más pobres de Guerrero, estaban ya inundadas, los cerros se habían desgajado, dejando a muchas personas sepultadas bajo el lodo. Acapulco estaba incomunicado. Otras familias perdieron hijos que el río les arrebato por las fuertes corrientes. Y el Gobernador festejaba.
Son dos historias que conozco de cerca, me imagino que habrán más. Lo cierto es que una persona que fue elegida por su gente, lo mínimo que puede hacer es estar cerca de ellos en los momentos de emergencia, o al menos coordinando las labores de prevención y rescate. Y más lo debería de haber hecho el gobernador Aguirre Rivero, a quien anteriormente ya como gobernador interino le tocó enfrentar la tragedia del huracán Paulina. O Greg Sánchez que sabía lo costoso que es un huracán para Cancún. Y que no digan que las tormentas los agarraron desprevenidos. Las alertas estaban dadas.
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