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Migrantes secuestrados, convertidos en sicarios

Estamos consternados y con toda la razón de la tragedia ocurrida en Texas, donde un tráiler fue abandonado y por lo menos 53 migrantes murieron por asfixia y el calor.

Pasar la frontera e ingresar a los Estados Unidos es muy difícil, pero lo es aún más lograr cruzar por territorio mexicano.

Los distintos cárteles del narcotráfico se están haciendo de sicarios con migrantes que buscan el sueño americano.

El crimen organizado tiene un ejército de sicarios de los que poco o nada se sabe.

Se trata de cientos de migrantes que han llegado a nuestro país con el fin de lograr el sueño americano. La gran mayoría son hondureños, salvadoreños y guatemaltecos que, secuestrados por los grupos criminales, terminan, bajo amenaza, cooptados por el crimen organizado, sobre todo en la frontera entre Tamaulipas y Texas.

Como escribía ayer en este espacio, hace ya mucho tiempo que el tráfico de personas no está manejado por los antiguos grupos de polleros sino por las organizaciones de los criminales trasnacionales.

Desde principios del sexenio, distintos grupos criminales se fueron asentando en Chiapas, sobre todo en la zona de Tapachula, al mismo tiempo que comenzaban las primeras olas de migrantes, cuando la administración López Obrador abrió la frontera: meses después, ante las presiones por una parte de la administración Trump, y por la otra de las mismas exigencias de la seguridad nacional que demandaron las fuerzas de seguridad federales, la política migratoria cambió 180 grados, pero los grupos criminales ya estaban allí.

Durante años, esa frontera había estado controlada por grupos criminales cercanos al Chapo Guzmán y sobre todo al Mayo Zambada, pero cuando el flujo migratorio se convirtió en una oleada casi sin control, se instalaron en esa frontera grupos de los Chapitos, muchas veces enfrentados con los antiguos operadores del Cártel de Sinaloa, grupos del Cártel del Golfo y del Noreste, y posteriormente del Cártel Jalisco Nueva Generación. Lo que era un negocio local, con contactos en la frontera norte, se convirtió en un negocio global: no se trataba sólo de hacer cruzar la frontera y trasladar migrantes hacia la frontera norte, sino también de traerlos desde diferentes países, de operar el tráfico de droga, armas y dinero desde Centroamérica, de explotar mujeres (los abusos de jóvenes se convirtió en norma), lo mismo que el secuestro con un doble propósito: por una parte cobrar rescate a sus familiares en Estados Unidos o en su país de origen, y por la otra hacerse de sicarios, de mano de obra barata y sin identificar.

Aquellos que fueron plagiados y no tienen con qué pagar, porque no han podido establecer contacto con sus familiares o amigos, terminan muchas veces, por medio de amenazas y presiones, convertidos en sicarios. No es una especulación, es uno de los principales temas de investigación de las agencias estadounidenses respecto al tráfico de personas en México.

Generalmente los ponen a trabajar de “halcones”, vigilando zonas específicas e informando quién circula por ciertos territorios, mientras otros son adiestrados para utilizar armas. Si no cumplen con esas labores simplemente no comen, o luego son asesinados.

Peligro acecha a indocumentados

Cuando han cumplido con ciertas tareas y ya saben utilizar armas, los hacen matar a alguien, los graban en video y los amenazan con entregarlos a las autoridades mexicanas, acusándolos de homicidio. Y así por el miedo y la coacción, comienzan su vida como sicarios. Ya no hay camino de regreso. Nadie sabe a ciencia cierta quiénes o cuántos son. Al entrar a México de forma ilegal no se tiene un registro.

Muchos son, además, personajes desechables para los grupos criminales. Cuando se habla que, en México, sólo en este sexenio, ha habido más de 100 mil muertos y 30 mil desaparecidos, en esas cifras no figuran los miles de migrantes que fueron convertidos en “halcones” o sicarios. Incluso si caen en algún enfrentamiento o aparecen muertos en algún camino, nadie sabe ni siquiera que existían. Hay 59 mil cuerpos sin identificar en los servicios forenses del país, muchos corresponden a estos hombres y mujeres de los que no existe registro alguno.

Sabemos de estas historias porque cuando algún migrante ha sido secuestrado y pide apoyo a familiares o amigos en Estados Unidos, y existe denuncia, el FBI investiga estos casos. Hoy ya cuentan con numerosas denuncias al respecto.

Eric Alexander Drickersen fue agregado del FBI en México durante varios años, hoy es un experto privado en seguridad, y vivió la tragedia que sufren estos hombres y mujeres, un proceso que las autoridades estadounidenses tienen ampliamente documentado. El exrepresentante del FBI nos dice que la mayoría de los migrantes secuestrados son varones, relativamente jóvenes y que los perciben como que pueden cumplir con los propósitos del crimen organizado, sea por su complexión física o, simplemente, porque no tienen a nadie que responda por ellos.

Este delito, explica, debe ser investigado por las autoridades mexicanas, porque las agencias estadounidenses sólo pueden actuar cuando las extorsiones se hacen por medio de llamadas a los Estados Unidos y el dinero es enviado desde allá hacia México. Pero no pueden actuar en territorio mexicano. Tienen las denuncias, pero no pueden avanzar salvo que alguno de los involucrados cruce la frontera.

México ha interceptado a más de 115 mil migrantes en lo que va del 2022, pero son miles más los que pasan por el territorio mexicano, algunos llegan a los Estados Unidos, otros son secuestrados por el crimen organizado.

Cuando se habla de investigar cómo pudo un tráiler cruzar la frontera y pasar dos puntos de seguridad ya en territorio estadounidense, la investigación debe de empezar desde México. Son las mismas organizaciones las que operan el tráfico de personas en México porque tienen socios al otro lado de la frontera.

Erick Drickersen me dice que tanto las autoridades mexicanas como las estadounidenses tienen mapeadas las zonas de operación y saben cuáles grupos operan y cómo lo hacen. Él mismo trabajó, personalmente, con más de doscientos casos cuando laboraba para el FBI: estamos hablando de un solo agente y de secuestros relacionados con extorsiones, pagos de rescate, denunciados en los Estados Unidos.

“Te puedo decir —asegura Erick — que la mayoría de los casos que se resuelven inician con una denuncia, pero muchos secuestros nunca se llegan a denunciar, por el temor que tienen sus familias de que los rehenes sean asesinados.”

Muchos migrantes secuestrados hoy forman parte de un ejército de sicarios anónimos que sólo tienen dos posibilidades: matar o morir.