Abogados para los niños
En los últimos 20 años el divorcio en México ha aumentado 205 por ciento. Si bien éste disminuyó en estos últimos dos años, no quiere decir que no hayan aumentado las separaciones, aunque por la pandemia se pospusieron los trámites, el divorcio se puede solicitar por ejemplo en la Ciudad de México en línea en la página del Tribunal Superior de Justicia de la CDMX si ambos cónyuges están de acuerdo en las condiciones de la separación, la custodia de los niños y la repartición de bienes; sin embargo, pocas parejas en proceso de divorcio se ponen de acuerdo.
Tras procesos de divorcio, los más afectados
Y aquí lo más grave es que por lo general quienes se están divorciando buscan sus propios intereses y en un momento de tanto conflicto personal, lo mejor para los niños no es lo que procuran.
Netzaí Sandoval, titular del Instituto Federal de Defensoría Pública, me decía:
“Normalmente la esposa, la mujer, tiene abogado, el esposo tiene abogado, pero los niños no tienen abogado, entonces lo que hace el Poder Judicial de la Federación es designarles un representante especial que es de la Defensoría Pública, un abogado que va a velar por el interés superior del menor, porque en esos casos es muy común que el padre diga: ‘Yo no quiero que vea a la mamá’ o la madre: ‘Yo no quiero que vea al papá’, pero no se ponen a pensar lo que es mejor para el menor.”
Y en cuanto lo escuché, inmediatamente me acordé del caso de Mireya, una madre que cuando el papá de sus hijos ganó la custodia de los tres menores, esta mujer junto con sus padres, los abuelos de los niños, se tomaron pastillas para quitarse la vida los adultos y matar a los pequeños.
Los encontraron en un cuarto a todos juntos, en la cama, ya muertos, tenían junto a ellos una Biblia y un crucifijo. Mireya escribió en su carta póstuma: “Prefiero entregárselos a Dios que a su padre que abusa de ellos”. La única que sobrevivió fue la abuela. Si esos niños hubieran tenido un abogado que velara sólo por los intereses de estos tres chiquitos muy probablemente estarían vivos.
Cuando conocí a Mireya la percibí muy amorosa con sus tres niños y a los pequeños muy educados. Pero también muy enojada con el papá de los menores.
Llevaba años en una batalla legal con su exmarido, Leopoldo Olvera, por la custodia de los niños. Ella aseguraba que su expareja ejercía violencia física y psicológica contra ella y los menores, y que abusaba sexualmente del niño y de una de las gemelitas. Él la acusaba de alienación parental. Mireya aseguraba que los menores no querían irse con el papá, porque le tenían miedo.
En 2011 iniciaron dos juicios en los Juzgados 10 y 11 de lo Familiar del Tribunal Superior de Justicia de la Ciudad de México, también hubo averiguaciones en la Procuraduría capitalina donde, basados en dictámenes periciales, se determinó que no había responsabilidad del padre de familia.
Cuando fue nuestro encuentro, Mireya ya había perdido varias instancias judiciales y su exmarido cada día la presionaba más. Ella argumentaba que el papá de sus hijos era abogado, al igual que varios miembros de su familia política y que tenían recursos económicos para comprar a los defensores de su caso, y para meter pruebas falsas que la inculparan como mala madre.
En ese pleito, Olvera también había solicitado que se restringiera la convivencia de los abuelos maternos con los menores. Mireya me dijo que sus papás, los abuelos maternos, eran un incondicional apoyo para ella y sus hijos, y que la razón por la cual su exmarido no quería que los niños convivieran con sus abuelos maternos era una venganza, porque ella había denunciado el abuso sexual de su marido a los hijos, y que el abuelo paterno había participado. Tiempo después vimos la realidad y como estos abuelos participaron en el asesinato de los niños.
Mireya, en la desesperación de ver perdidos a sus hijos, ejecutó el plan fatal, después de un pleito legal que duró más de cinco años y que la justicia nunca pudo solucionar en tiempo y forma, para beneficio de los únicos que no tenían opción de reclamarla: sus tres pequeños niños.
Los pleitos en los divorcios muchas veces son terribles para los hijos, quienes sin duda acaban siendo los más afectados en estos procesos.
El caso de Mireya ha tenido consecuencias extremas, pero son cientos los casos en donde el daño que se le hace a los hijos en este tipo de procesos es irreversible, traumas que quedan para toda la vida. Desde poner al menor a escoger entre su mamá y su papá, hasta que sean aleccionados por uno de los cónyuges que busca que el menor incrimine a uno de sus padres en inventar que hubo abuso sexual.
En entrevista, Netzaí Sandoval me explicaba de la importancia de que los menores de edad también fueran defendidos legalmente.
Bibiana Belsasso (BB): ¿Un menor de edad puede acceder a un abogado?
Netzaí Sandoval (NS): Claro, por supuesto, es un derecho y además está previsto en la Ley de Amparo.
BB: ¿Lo tiene que autorizar el papá o la mamá?
NSB: No, lo tiene que ordenar el juez, es la representación especial de un menor, porque está prevista en la Ley de Amparo y los propios órganos jurisdiccionales cuando se dan cuenta que las partes están velando por sus propios intereses, pero no por el menor, incluso aunque no detecten esa situación, simplemente cuando está un menor involucrado, una niña o niño, se le designa un abogado de la Defensoría Pública, por supuesto totalmente gratuito para que vele por sus intereses y haga valer los recursos, incluso legales, pero a favor de la niña o del niño.
Y muchos casos de abusos en contra de los menores de edad, violencia en contra de los niños y niñas, violencia en contra de adolescentes, entonces, hoy en día, nosotros representamos a muchos niños en esas situaciones.
Hoy los padres tendrían que hacer conciencia de lo difícil que son estas situaciones para los chiquitos, y si no son capaces de hacerlo, es fundamental que se proteja a esos menores de edad.