La basura, un negocio de pocos
Desde hace años la basura en la ciudad de México es un negocio millonario para unos pocos y una fuente de miseria para miles. Los principales beneficiarios pertenecen a la Organización de Recolectores de Desperdicios Industriales y a la Unión de Recicladores.
Para seguir teniendo el control de la basura y así asegurar el negocio y los cotos de poder, hombres y mujeres que manejan la basura dificultan cada día más los procesos de recolección y reciclaje: son los que construyen camiones, los pequeños intermediarios y los dueños de rellenos sanitarios privados y de grandes industrializadoras de reciclables.
Los recolectores también son ampliamente beneficiados. En cada casa en la que recogen la basura cobran su semana, que puede ir de los 20 a los 100 pesos o más. Y si no se les da ese dinero, simplemente no se llevan los desperdicios, aun cuando se trata de un servicio por el que ya les paga el Gobierno del Distrito Federal, y los propios ciudadanos vía el pago del impuesto predial.
La mayoría de los intermediarios comercializa cartón, papel y PET, principalmente, con la empresa Alcamare, ubicada en Azcapotzalco. La operación de ese tipo de planta la pagan también gobiernos estatales.
Con el cierre del Bordo Poniente muchos se han beneficiado. Transilmex, Tersa del Golfo, y Contadero son algunas de las empresas que tienen tiraderos privados en el Estado de México y que reciben ahora la basura que antes se enviaba a aquel relleno.
El Distrito Federal genera cuatro mil 500 toneladas de desechos al día y paga, según los propietarios de esas empresas, entre cien y 140 pesos por cada tonelada procesada… De esa magnitud es el negocio.
Uno de los líderes históricos de los pepenadores fue Celestino López. Se hizo millonario gracias a los desperdicios. En el Bordo Poniente se contaba que don Celestino hacía apuestas millonarias en combates de boxeo y que le gustaba andar cubierto de joyas. Tenía a sus órdenes a tres mil trabajadores y llegó a tener unas 18 mujeres, con las que procreó 64 hijos.
Pero Celestino no es el único que además de millones ha acumulado poder. Hay otros nombres de poderosos en la basura, como el de Guillermina de la Torre —la madre de Cuauhtémoc Gutiérrez de la Torre—, Pablo Téllez o Luis Rojas.
Y son cuatro grupos los que controlan a 25 mil trabajadores, entre barrenderos, recicladores y pepenadores.
El autor de El zar de la basura, Héctor Castillo Berthier, dice: “éste es un gran negocio, si te vas a los grandes volúmenes, pero además es un imperio político. Esta dinámica surgió en un proceso natural de lo que es el clientelismo y el corporativismo, la forma en que el PRI surge organizando a militares, a maestros, a sectores populares, a campesinos. Igual era con los pepenadores, que era un grupo de trabajadores”.
Muchos de estos líderes han buscado puestos de elección popular: por ejemplo los Gutiérrez de la Torre. Guillermina, la matriarca, conocida como la Zarina de la Basura, fue candidata a jefa delegacional en Iztapalapa; su hija Norma y su chofer y asistente, al que apodan El Cepillo, también buscaron cargos de elección popular. Cuauhtémoc fue hasta la semana pasada el dirigente del PRI en el DF, pero antes asambleísta y diputado federal.
Sin duda, esta cadena obstaculiza modernizar la industria de los desechos. Ya es hora de que, para empezar, el gobierno de la ciudad tome un verdadero control. Son millones de pesos los que se pierden cotidianamente por esos mecanismos de corrupción.
Se requieren empresas que recolecten y reciclen eficientemente, sean públicas o, como en la mayoría de las grandes ciudades del mundo, privadas. Para eso es indispensable acabar con los cotos de poder que se manejan alrededor de la basura.
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