“Hay 2 cosas que me marcan: ser de Tepito y entrar a la UNAM en el 68”
“Soy malo para los madrazos, bueno para las palabras”. Así se definía mi querido Ricardo Rocha, quien falleció el día de ayer.
Gran periodista, corresponsal de guerra, cubría de manera extraordinaria la política, la cultura y el espectáculo. Su fuerte fueron las investigaciones especiales, pero Ricardo, sobre todo, fue muy amigo de sus amigos, generoso con sus colegas y amoroso con su familia.
Quiero recordar esta conversación que tuvimos con Ricardo hace unos años, donde él narra su vida y trayectoria.
Bibiana Belsasso (BB): Platícanos, tus papás eran muy ricos, de repente pasa algo en la familia y tú naces en Tepito.
Ricardo Rocha (RR): Sí, es una historia un poquito de telenovela. Me cuentan que mi padre empezó desde abajo, trabajando y llevando mulas de carga de San Cristóbal, su pueblo, a Guadalajara. Hizo una fortuna considerable fabricando zapatos que exportaban en vagones de ferrocarril completos hasta Estados Unidos y Canadá, pero se quemó la fábrica, fue una tragedia terrible. Dicen que él quiso rescatar un dinero de una caja fuerte y se quedó ciego varios años, para no pasar vergüenzas de rico a pobre y, aparte, ciego, se vino con la familia a la Ciudad de México. Mi mamá entró a trabajar de costurera en un taller de alta costura de un señor muy afamado que hacía vestidos para artistas famosas, como Avelina y María Luisa Landín, y capas para El Santo, ahí tuve la oportunidad de conocer al luchador, fue una de las grandes impresiones en mi vida.
BB: Tú naces ya en Tepito. ¿Cómo eran esos años?
RR: A mí ya me tocó nacer en Tepito. Eran intensísimos, de Tepito tengo recuerdos perfectamente claros: los pleitos salvajes entre mis amigos, venían a retarlos de otras vecindades.
BB: ¿Tú eras bueno para los madrazos?
RR: Me pegaban. Un día le dije a Lupe, el que era muy bueno para los madrazos: “enséñame a pelear, porque soy muy güey”, pero él me respondió: “No, es que tú tienes un defecto, hablas mucho y se te va el coraje”.
BB:¿Y tus primeros años de escuela?
RR: Fueron muy curiosos, porque mis padres estuvieron empeñados en que tuviera una buena escuela, iba a la única privada que había en Tepito, la de unos curas.
BB: Entras a una UNAM muy politizada, dejas la carrera para empezar a trabajar en periodismo, te vas a Nicaragua dos meses a reportear la Revolución Sandinista.
RR: Sí, cuando entro a la UNAM, justo en el 68, me integro al movimiento, hay algunos ahí, El Pino y Pablo Gómez, que dicen: “Es que tú fuiste nuestro compañero”. “¿Cuál compañero?, ustedes eran mis ídolos”, les decía. Estaba bien chavito, todos ellos ya eran líderes, medio fosilones, lo digo con cariño. Una vez me dijeron en una conferencia que iba yo a dar: “Oiga, su currículum está un poco extenso, ¿nos puede ayudar a sintetizarlo?”, y les contesté: “Sí, póngale dos cosas, que nací en Tepito y entré a la Universidad en el 68”. “No, pero no se enoje”, “es que de veras, si lo quiere más breve, ésas son las dos cosas que me marcan: haber nacido en ese barrio y haber entrado justamente en el 68 a la UNAM”. Fue una época para mí decisiva, descubrí mi vocación por una mera casualidad, al ir a pedir una cita con Paco Ignacio Taibo padre, quien me recibió y me dijo que ya no había vacantes. Siempre he sido como de la oposición, cosa que no le hacía gracia a mi amado Tigre, Emilio Azcárraga, esa historia no le gustaba, decía que yo había nacido con él, pero la verdad es que empecé en la oposición al establishment, que era entonces Telesistema Mexicano, era la televisión independiente de México, el Canal 8, que empezó con cosas muy revolucionarias.
BB: Te encanta la vida bohemia.
RR: Sí, me encanta la pachanga y las fiestas, más bien la bohemia, no soy fiestero. Si me pones en un coctel soy el tipo más idiota, no sé qué hacer ahí. Me gusta mucho cantar, la poesía, disfruto mucho la conversación de mis amigos. Fiestero, fiestero, que digas el desmadre, el reventón, no; soy medio alérgico a esas cosas muy concurridas; si voy a casa de amigos queridos, como Jorge Fernández Menéndez y tú, lo disfruto muchísimo.
BB: Platícame esos dos meses que estuviste en Nicaragua.
RR: Estuve en dos ocasiones, primero dos meses en la Revolución Sandinista, esos meses fueron decisivos en mi carrera. Estábamos en condiciones muy precarias, el hotel era una especie de pequeña Torre de Babel, había periodistas de todo el mundo, porque el fenómeno llamó mucho la atención.
BB: Hay dos reportajes que te han marcado, Aguas Blancas y Acteal.
RR: Sí. Sobre Aguas Blancas había tres medios: Proceso, La Jornada y nosotros, en Detrás de la Noticia, que no estábamos conformes con la versión oficial, siempre pensamos que era muy absurdo que unos campesinos trajeran armas largas. Había cosas raras. Fui a Guerrero a investigar, en Chilpancingo. Efectivamente, no era cierto lo que decía el gobierno. Luego regreso y una mujer me había dejado una caja con un video. Cuando yo lo vi, junto con El Negro Guzmán, nos pusimos a llorar, porque era impresionante. Se lo llevé a Alejandro Murillo. Era tan fuerte el video que José Antonio Martínez, mi productor de toda la vida, me dijo: “Lo único que no podemos hacer es promocionarlo, ni siquiera lo llevas al máster”. La primera reacción que tuve fue la de un camarógrafo, quien se puso a llorar cuando vio el video, me cayó el veinte del impacto que había tenido.
BB: El tema Acteal te hace salir de una empresa, pero también te da la oportunidad de entrar a tu nueva empresa.
RR: Fuimos a hacer un reportaje. Subíamos y subíamos cerros para encontrar a la gente que había huido porque la querían matar. Antonio Alfaro, mi camarógrafo, hizo una toma, era terrible, me tomaba a mí y giraba y toda la gente con el agua en los tobillos, en las rodillas, con un frío espantoso, cargando a sus niños, huyendo porque los querían matar. Presentamos ese reportaje y dijeron: “otra vez Rocha queriendo desestabilizar al gobierno”; el guion lo habíamos hecho Samuel Ruiz y yo, y lo había filmado Oliver Stone, que había estado unos meses antes en Chiapas, y él había grabado todo eso. Fue muy impactante, dijeron que era una exageración y, por desgracia, 15 días después los mataron en Acteal.
BB: Y de ahí entras a TV Azteca.
RR: Empezamos Rocha y Sarmiento, a Sergio le tengo un gran cariño. En Azteca me han tratado fantásticamente. Me dieron la oportunidad de hacer programas que yo diseño, eso es maravilloso.
BB: Viviste un tiempo con don Armando Manzanero.
RR: Yo estaba en uno de mis divorcios, ya no me acuerdo cuál, vivía en las Suites del Parque, detrás del Hotel de México. Un día él llegó y me dijo: “Me acabo de separar de fulanita, entonces, de estar solo en un hotel, a estar contigo”. “Vente”, le sugerí. Pero se contentaba y se volvía a enojar, me dejaba plantado, porque se reconciliaba, hasta que le dije: “mira, aquí está una copia de tus llaves y cuando quieras, bien, ésta es tu casa”.
BB: ¿Cuál es tu libro favorito?
RR: Cien años de soledad, sin duda alguna. Lo puedo leer 47 veces y no me canso.
BB: ¿Tu canción?
RR: The long and winding road, y una que es la serenata de José Alfredo cuando dice: “Cuando estoy entre tus brazos siempre me pregunto yo, cuánto me debía el destino, que contigo me pagó”. ¡Híjole, imagínate!
BB: ¿El día más feliz de tu vida?
RR: Cuando nació mi hija, porque teníamos miedo de que, por muchas circunstancias, viniera mal y estuve ahí cuando nació y la sacó el doctor y dijo: “Mira, ¡qué hermosa!”, la sacó el doctor y me la dio en los brazos. El primero que la abrazó fui yo, fue algo maravilloso, mi hija es hermosa.
BB: ¿El día más triste?
RR: Las muertes de mis padres, se fue mi papá y al poquito tiempo mi mamá se fue persiguiéndolo, ya no quería estar aquí sin él.
BB: Complétame esta frase: Ricardo Rocha es…
RR: Tepiteño.