Los maestros ninis
En México el 24.4 por ciento de los jóvenes de entre 15 y 29 años no estudia ni trabaja, según estadísticas de la OCDE, cifra sólo superada por Brasil y Grecia. En este segmento de jóvenes la población femenina es tres veces más propensa a la inactividad laboral, con respecto a los hombres y aumenta a cuatro veces en la de entre 25 y 29 años. El porcentaje de mujeres en esta condición, de 19 a 25 años, es de 37 por ciento.
Esta semana cifras oficiales del gobierno federal estiman el número total de ninis en seis millones y medio, con un porcentaje cada vez mayor de mujeres, pese a que éstas tienen una mayor tasa de graduación a nivel licenciatura: más del 55 por ciento.
Los jóvenes ninis, como se les dice a aquellos que no estudian ni trabajan, no están confinados en algunas regiones: hay una proporción directa entre su número y la distribución de la población. Tampoco es un fenómeno privativo de las clases marginales.
Su presencia se da en las distintas clases socioeconómicas, pero los datos reflejan claramente que la probabilidad de ser un joven que no estudia ni trabaja es significativamente mayor entre los grupos de escasos recursos.
Seis de cada 10 jóvenes en condición de ninis (cuatro millones 700 mil) pertenecen a los cuatro niveles de ingreso más bajos, uno de cada tres (dos millones 600 mil) a los de medio y 6.7% (poco mas de medio millón) a los de alto.
Si bien es cierto que las oportunidades laborales para estos jóvenes están restringidas, el dato importante es que en gran parte del país, en particular donde la Coordinadora Nacional de Trabajadores de la Educación tiene fuerte presencia, la formación de los niños es cada vez más deficiente.
Y para comprobar eso podemos ver los datos del último censo. Uno de cada cuatro maestros cobra sin trabajar. La Secretaría de Educación Pública (SEP) y los estados han pagado mensualmente 333 millones 387 mil pesos a 39 mil maestros que jamás se han presentado en la escuela donde, supuestamente, laboran.
De un millón 949 mil 105 maestros que pudieron ser integrados al censo de escuelas, maestros y alumnos de educación básica especial, levantado por la SEP y el INEGI, se mostró que hay 298 mil plazas perdidas.
Además, hay 39 mil fantasmas de la educación y otros 31 mil están comisionados o de licencia y se suman a casi 115 mil con plazas por las que se sigue pagando aunque quienes las tienen asignadas ya estén jubilados, retirados o fallecidos.
Más de 113 mil están ubicados en otros centros de trabajo, pero no se sabe dónde. Y hay al menos 138 mil personas que tienen tres o más plazas y cobran por cada una de ellas.
Por supuesto que estos datos subirían dramáticamente si se hubiera censado a todos los maestros del país, pero casi el diez por ciento de un total de dos millones 247 mil trabajadores de la educación no lo permitieron, por ser parte de la Coordinadora.
Vamos a imaginar un mundo ideal. Si los maestros de todo México estuvieran comprometidos con sus alumnos, la percepción de éstos ante la vida, el trabajo y la educación sería muy distinta. No tendríamos la cantidad de ninis que hay en este país. La calidad de vida sería mucho más alta. Y el dinero que se regala a los malos maestros se podría invertir en crear nuevas fuentes de empleo.
Considerando que, de acuerdo con el observatorio laboral de la Secretaría del Trabajo, el salario mensual promedio de un docente es de ocho mil pesos, éstos 39 mil aviadores de la educación en México han recibido más de 300 millones al mes desde septiembre del 2013. Esto significa que en el último semestre los gobiernos han regalado prácticamente más de dos mil millones de pesos.
Poner a trabajar a los jóvenes que no tienen oportunidades laborales y pagarles con este dinero, que se está regalando para no tener presiones políticas, sería muy benéfico para nuestros jóvenes y, sin duda, para el país.
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