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Pandillas, vivir como buey o morir como rey

 

Son muy jóvenes, apenas les pagan entre tres y cuatro mil pesos mensuales. Saben que su tiempo esperado de vida, en la mayoría de los casos, será de tres años. Aun así son muchos los que quieren ingresar a una pandilla, con tal de portar un arma y sentirse poderosos. Su lema: “más valen tres años de rey, que toda una vida de buey.”

En México hay dos batallas, guerras si se les quiere llamar así, contra el narcotráfico. Una es la de los grandes capos de la droga, que lo que buscan es colocar su mercancía en Estados Unidos y Europa. Los que están asociados con las grandes mafias centroamericanas y asiáticas para ampliar su negocio. Y la de los pandilleros, aquellos que se pelean las esquinas para distribuir la droga al menudeo, los que roban, asaltan, extorsionan, secuestran. Son mucho más violentos contra la sociedad y lo hacen por pocos pesos. Un ejemplo es la historia de las pandillas que florecieron durante años en Ciudad Juárez.

Buena parte de la violencia proviene de pandillas enfrentadas entre sí, que han hecho de esta violencia algo más que una forma de vida y que trabajan para los distintos cárteles. Las dos principales, enfrentadas a muerte, son Los Aztecas y Los Artistas Asesinos, ambas muy golpeadas por las autoridades en los últimos años.

Los Aztecas son despiadados. Una de sus prácticas comunes es fracturar los brazos con un bat a quienes se salen de control. A los reincidentes los matan. Usan tatuajes de serpientes emplumadas y calendarios aztecas. Incluso usan penachos y tambores en sus rituales antes de un combate.

Estos pandilleros no sólo controlan la venta de droga, sino también la prostitución y los giros negros: y ahora también las extorsiones y los secuestros exprés. Originalmente tenían prohibido robar en las colonias populares de donde provenían e incluso no permitían la utilización de ciertas drogas, sobre todo la heroína. Pero esos tiempos han quedado atrás.

En su organización interna tienen rangos, como si fuera un ejército. El nivel más bajo en el escalafón es un indio y el más alto es un general, pasando por los cargos de capitán, teniente, sargento y soldado.

La banda de Los Aztecas fue fundada en 1986 por un chicano de origen chihuahuense llamado Longo Fernández, quien formaba parte del Sindicato de Texas, fuerte de Estados Unidos, pero él se independizó y diseñó una pandilla mexicana con base en el Segundo Barrio de El Paso, Texas, y en el barrio Azteca, de Ciudad Juárez. Longo fue asesinado hace más de diez años, pero cientos de jóvenes de Texas y Chihuahua se unieron al grupo buscando defenderse cuando fueran encarcelados en las prisiones.

Actualmente unos mil 800 miembros de Los Aztecas están presos en las cárceles de Chihuahua y Texas, y allí controlan desde la venta de drogas hasta el negocio de las tortillas. Amado Carrillo Fuentes nunca quiso trabajar con ellos, pero a su muerte su hermano Vicente Carrillo Fuentes los contrató como operadores y sicarios del cártel.

Primero controlaron las narcocasas en la frontera, y poco a poco fueron teniendo nuevas responsabilidades. Ahora son sicarios y distribuidores y controlan algunas rutas hacia Estados Unidos. Pero sobre todo controlan el narcomenudeo en la propia ciudad. Las autoridades estiman que en la ciudad operan más de cinco mil miembros de Los Aztecas.

De Los Artistas Asesinos se sabe mucho menos. Son una pandilla que desde siempre estuvo enfrentada con los Aztecas y proviene de otro grupo llamado Los Mexicles. Se formaron, como Los Aztecas, en Texas, en las cárceles de El Paso. Pero los Artistas Asesinos sobre todo se crearon como una reacción a Los Aztecas, para evitar su predominio en las propias cárceles. De allí se extendieron a los barrios populares de El Paso y se asentaron en Juárez.

Cuando comenzó el enfrentamiento entre el cártel de Sinaloa y el de Juárez, los sinaloenses contrataron a Los Artistas Asesinos para enfrentar en las calles a la pandilla que controlaba Vicente Carrillo y los hicieron crecer. Y la enorme mayoría de las muertes que se han registrado en Juárez deviene del enfrentamientos entre ambas pandillas.

No son, por supuesto las únicas, pero cada vez más, los grandes cárteles, sufriendo la sangría de las ejecuciones de sus principales sicarios y operadores, están recurriendo a las pandillas para reemplazarlos.

Y esos grupos alimentan cada vez más la propia violencia irracional.

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