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El desafío de la Coordinadora

 

De aquí a mediados de mayo tendremos una insistente movilización de la Coordinadora Nacional de Trabajadores de la Educación, que generará nuevamente bloqueos, movilizaciones, provocaciones… Viene la negociación sindical que debe concluir antes del Día del Maestro y por primera vez en años será sólo federal, sin negociaciones paralelas en los estados.

Por eso vale la pena recordar qué es la Coordinadora, qué busca y cuáles son sus estrategias. Lo siguiente lo publicamos en noviembre del 2012, junto con Jorge Fernández Menéndez en el libro La élite o la raza (Taurus). Ahí decíamos que el mayor obstáculo para una reforma educativa era precisamente la Coordinadora y explicábamos por qué. Hoy volvemos a reiterarlo. Esto es parte de ese texto: Decía Sófocles que “un Estado donde quedan impunes la insolencia y la libertad de hacerlo todo, termina en el abismo”. No se recuerda un año sin que los líderes de la Coordinadora no hayan ordenado tomar la ciudad de Oaxaca o las calles de Morelia, donde no hayan bloqueado espacios públicos en la ciudad de México, donde no hayan planteado un pliego petitorio imposible de cumplir y, finalmente, no hayan terminado recibiendo dinero y posiciones políticas o de poder de los gobiernos, o incluso de los opositores coyunturales de éstos, que han pensado que están usando esas movilizaciones para descarrilar a sus adversarios sin comprender que así han ido haciendo cada día más fuertes y más impunes a grupos que apuestan solamente por ellos mismos. No importa quién sea el presidente o el gobernador y cuál la coyuntura: se ha creado un monstruo que, paradójicamente, cuanto más hunde al Estado y a su educación, más poderoso se hace. El único interés es el propio.

Oaxaca, Michoacán, parte de Chiapas y Guerrero tienen, gracias a estos grupos, los peores índices educativos del país, a pesar de que en estados como Oaxaca, la principal fuente de empleo es el magisterio. Pero es un magisterio, una sección sindical, muy peculiar: muchos no son maestros, porque las plazas se heredan y se venden; cualquiera que salga de la escuela Normal, como sea que lo haya logrado, tiene asegurada automáticamente una plaza de maestro. No tienen necesariamente que trabajar. Las promociones no se dan por la capacidad sino por la movilización. Ninguna sección sindical estatal del país tiene las condiciones de la Sección 22 o de la 18, no sólo en términos salariales, sino en una enorme cantidad de prestaciones, aunque no se trabaje, aunque se reciban meses de aguinaldo u otros tantos de vacaciones por encima de la media. En ninguna otra parte del país hay tantos maestros que no dan clase y trabajan exclusivamente para la dirigencia del sindicato. Bueno, tienen hasta su propio horario, porque no aceptan esos artilugios capitalistas de los cambios de horario de verano.

Han demandado de todo, desde que el Ejército abandone las calles hasta la cancelación del pago de tenencia; desde la anulación de las órdenes de aprehensión contra varios de sus dirigentes (muchos de ellos buscados por delitos del fuero común, que no tienen nada que ver con el sindicalismo), hasta bonos para el día del jubilado o para iniciar clases, así como aumentos que más que duplicarían sus salarios.

Han conseguido algunos de sus objetivos políticos y económicos, pero a esos líderes no les interesa ni la infraestructura escolar ni los desayunos, tampoco los útiles o las becas, salvo que les den a ellos el recurso de esos programas para manejarlo. Quieren dinero y por eso piden cosas que saben que no lograrán para quedarse con lo más posible en la negociación, mientras ahorcan al resto de la sociedad en los lugares donde controlan la educación. Y decir que la controlan no es un eufemismo: suelen detentar desde el puesto más alto de la secretaría local de educación hasta las plazas de base.

Nada beneficiará más a las familias, a los estudiantes y a los propios maestros que reformas educativas que les den a los maestros mayor respetabilidad social y preparación, de la mano con mejores salarios. Pero estas reformas son rechazadas por estos grupos cuyas exigencias giran en torno a que se les permita conservar como un patrimonio personal sus plazas y que cuando terminen la carrera normal, se necesiten o no más maestros, tengan en automático una plaza en el magisterio. Y al mismo tiempo dicen que la reforma educativa “privatiza” la educación.

Es una mentira tan grande como cuando estos mismos señores decían que con una reforma energética se privatizaría el petróleo. Pero en este caso es peor aún, porque los que están privatizando la educación son esos mismos grupos: ¿qué puede ser más privatizador que exigir que las plazas del sector público sean patrimonio de una persona, que la pueda vender o heredar como un bien personal, privado?

Lo anterior se publicó hace un año y medio. Los verdaderos privatizadores de la educación, hay que repetirlo hoy, son los líderes de la CNTE.

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