“Tras tantos años de abuso, entré a un proceso de traumatismo disociativo”
Salvador cuenta que el agresor, su tío, le dijo: “Nadie te va a creer, yo te enseño cosas de grandes”, “a ti también te gusta”; hoy tendrá una nueva audiencia en tribunales con él.
México es el primer país del mundo en abuso infantil. Detrás de cada uno de esos niños abusados, hay una vida trastocada. Casi siempre esos abusos sexuales se dan en el entorno familiar, donde los menores deberían de estar más seguros.
La violencia sexual no discrimina si se es niño o niña. Todos los menores de edad están expuestos a ser víctimas de este tipo de violencia.
Salvador Cacho cuenta que fue abusado por su tío desde que tenía 6 años. Los actos de abuso continuaron hasta que cumplió los 13 años.
Hoy nos cuenta su historia, que tardó años en poder tener la fuerza de platicarla, hoy lo hace para lograr justicia y prevenir violencia a otros menores.
SALVADOR CACHO (SC): Yo fui víctima de un primo hermano de mi mamá, con quien tenía una relación muy cercana. La diferencia de edades era muy corta, él me lleva ocho años, por lo tanto, la relación no era de tío-sobrino, sino una relación bastante estrecha. Vengo de una familia muégano, entonces nuestras convivencias eran realmente muy cercanas, montábamos a caballo los fines de semana, jugábamos frontón los domingos en la fábrica, comíamos en casa de mi bisabuela todos los domingos, las interacciones eran constantes, esto pasó por muchos años.
BIBIANA BELSASSO (BB): ¿Cómo se dio el primer acto?
SC: El primer encuentro fue en su casa, yo era un niño, su casa es una casa en desniveles, recuerdo perfecto su cuarto, tenía unas persianas azules que daban hacia afuera, recuerdo perfecto el piso de duela y la ventana, tenían un perro que se llamaba Rufus. Estábamos ahí jugando, con los Playmobil, de pronto cerró la puerta y me dijo que me iba a enseñar algo de niños grandes, se bajó los pantalones y me enseñó el pene, me dijo que, si yo lo tocaba, eso iba a cambiar de forma. Yo no sabía que hacer, estaba arrinconado en una esquina, no supe qué hacer, era un niño, pero él era mi amigo, era alguien en quien yo confiaba, era mi primo, era alguien importante para mí. Recuerdo que me dijo que le frotara el pene. Tengo que reconocer que, fui un niño que vengo de una casa muy cuidada, mis papás fueron sobreprotectores, y en las únicas personas en quienes confiaban eran en mi abuela y en los papás de él. Después de esta primera situación, yo recuerdo muchas otras situaciones.
BB: Ahora, dicen las estadísticas que aproximadamente tarda 20 años un niño en hablarlo, ¿cuántos años tardaste tú?
SC: Yo tenía 13 años y habían pasado ya tantos años de abuso que yo ya había entrado en un proceso de traumatismo disociativo. Él jugaba mucho con esta narrativa de: “Nadie te va a creer”, “yo te enseño cosas de grandes, ya nadie te va a enseñar”, “a ti también te gusta”, “tú también lo disfrutas”, o sea, la narrativa que él construyó para envolverme en esto es algo que te hace entrar en un proceso muy complicado. El último episodio fue en 2003, y ahí ya, nunca más, porque yo, por primera vez, me armé de valor y le dije: “Le voy a decir a mi mamá”, y forcejeamos.
BB: ¿Cómo decides hablar y contar la historia?
SC: El papá de mi abusador solía decir una frase, pues, horrible, sentado en la cabecera los domingos, decía: “En los Riva Palacio no hay ni curas ni put…”, pues no, pero le salieron pedófilos. Entonces, en enero de 2016, a mí me busca la hermana de mi agresor, con quien yo siempre tuve una muy buena relación. Ella tiene dos hijos y descubre que sus hijos han sido víctimas de abuso sexual.
BB: Piensas que tal vez pudo haber sido también tu agresor.
SC: Se me vino un balde de agua fría y yo lo primero que quise gritarle es: “No, no es él, creo que puede ser tu hermano”. Y de ahí pido una cita con mi terapeuta y por fin le cuento a alguien la historia. Y a partir de ahí, pues se me acabó un poquito el mundo y después se compuso un poco. Pasaron unos meses y algún día tuve que armarme de valor y sentar a mi mamá y a mi abuela, que son mis grandes pilares, y contarles y ha sido, yo creo que después de la muerte de mi padre, los momentos más dolorosos de mi vida, porque eso devino en una depresión para mi mamá, terrible.
BB: ¿Tu mamá sí lo entendió?
SC: Sí, mi mamá me creyó desde el primer minuto, desafortunadamente se culpó, y eso desquebrajó nuestra relación y eso nos tomó mucho tiempo, nos tomó terapia.
BB: Es que un tema de abuso de esta índole trastoca a toda la familia.
SC: Absolutamente, y, además, nosotros decidimos mantenerlo en absoluto hermetismo, dado que en el esquema patriarcal en el que se maneja esa familia era algo muy complicado.
BB: Salvador, finalmente te atreviste a denunciar, detuvieron al agresor, y ahora está libre, ¿qué pasó?
SC: Yo presenté una denuncia, compete seis delitos que fueron los que se pudieron probar, ya los dos siendo mayores de edad, y fueron las agresiones hechas en la Ciudad de México, porque es donde denuncié.
BB: En realidad, ¿fueron más de 20 veces?
SC: Sí, por supuesto. ¿Qué es lo que pasa? Mis abusos comienzan cuando yo tengo cinco o seis años, cinco y seis años, todavía no era mayor de edad, por lo tanto, no están tipificados. Por ejemplo, yo tuve que dejar fuera episodios en los que mi agresor no fue solamente él, sino que invitó a un amigo.
BB: ¿Fue una violación tumultuaria?
SC: Sí, fueron dos personas.
BB: Tardaste años en denunciar.
Yo soy consciente de esto y lo empiezo a tratar y empiezo a ir a terapia para procesar todo esto en 2016, y también empiezo a averiguar de qué manera, si se puede, si no se puede hacer justicia, pero sinceramente lo que a nosotros nos comió fue la vorágine de sobrevivir, de salir adelante, de poder volver a agarrarle la mano a mi mamá, de volver a querernos.
BB: Detienen a tu agresor y lo liberan. Hoy es la siguiente audiencia.
SC: Al tipo éste lo detienen y lo liberan. Yo pedí estar presente, mis abogados me pedían que no, que yo estuviera en la sala de testigos y yo les dije que no, que yo sí tenía los pantalones para verlo a la cara, él, obviamente, nunca los tuvo, jamás tuvo.
BB: Y ¿qué pasó en esa audiencia?
SC: Él lo negó todo, él dijo que esto era una venganza familiar, pero no tengo nada que vengarle a esta familia.
BB: ¿Por qué lo dejan en libertad?
SC: Pues su defensoría apeló a que tiene dos nacionalidades, porque tiene nacionalidad española, pero tenía el pasaporte vencido, el pasaporte español, que podían dejar su pasaporte ahí, una fianza de 200 mil pesos, ir a firmar cada 15 días. El juez da esa resolución y a mí me dan la palabra hasta que el juez ha dado la resolución y entonces, yo sí le dije: “Oiga, yo nada más sí quiero hacerle un breve comentario y es que no está usted dejando a una persona que se robó un pan o una bicicleta llevar el proceso en libertad, está dejando a un abusador sexual infantil irse a su casa”. Doscientos mil pesos, dejar el pasaporte, que trabajé en la Auditoría Superior de la Federación, que tenga una renta en un departamento, ¿eso qué? Aquí, Bibiana, aquí no sólo es el miedo que tengo yo de que él esté libre, aquí estoy hablando por mí y por las infancias de México, porque no sólo es mi caso.
El día de hoy, viernes 19 de abril hay otra audiencia en los tribunales de la Ciudad de México. Nuevamente Salvador Cacho tendrá que verle la cara a su agresor.