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Aquí nos tocó vivir

El sábado pasado fue el día más violento del año, hubo 107 homicidios dolosos. En todo el fin de semana se contabilizaron 283 asesinatos en el país. Imagínese, 283 muertes. Estamos hablando de padres y madres que se han quedado sin hijos o de hijos que se han quedado sin su papá o mamá. Lo más grave de todo es que ya son tantos los muertos y desaparecidos todos los días en nuestro país, que pareciera que nos estamos acostumbrando a vivir así.

El fin de semana pasado, en el bar El Pantano, en Irapuato, Guanajuato, la policía local fue alertada de una balacera, donde seis hombres y seis mujeres fueron asesinados por un comando que llegó y disparó en repetidas ocasiones contra las víctimas, después salió sin ningún problema.

En el lugar había sangre por todos lados, los 12 cuerpos permanecían en el piso y el sonido de las sirenas de las ambulancias y patrullas, afuera del bar, lejos de ahuyentar, motivan a los curiosos a permanecer en la zona.

Las autoridades locales aseguraron que las víctimas, en su mayoría, tenían antecedentes de haber estado en los separos por lo menos una vez, debido a faltas administrativas, y que lo ocurrido podría estar ligado a la venta de drogas en el bar.

Jalisco fue otra de las entidades donde ese sábado hubo enfrentamientos entre grupos criminales, sin que hubiera un solo detenido, pese a que el reporte fue de más de 30 asesinatos.

Pero este tipo de horrores pasan casi todos los días en México.

Las autoridades son parte del problema al minimizar los hechos violentos y reducirlos a “eventos aislados”, o por “cuestiones del narcotráfico”. ¡Son pérdidas de vidas humanas!

Organizaciones civiles indican que vivir en un entorno en donde la violencia se presenta, reproduce y viraliza, de manera cotidiana, ocasiona una sobreexposición a la que las personas pueden reaccionar de distinta manera, en lo individual y en lo colectivo.

Violencia desbordada

Se identifican cuatro situaciones fundamentales:

1. El uso de la violencia se vuelve justificable para resolver conflictos.

2. No se identifican los patrones de violencia, y la atención se centra únicamente en las consecuencias y no en sus causas.

3. Existe apatía frente a violaciones de derechos.

4. Hay deshumanización y falta de solidaridad y empatía con las demás personas.

Se debe hacer estudios sociológicos y antropológicos que permitan comprender cómo es que la sociedad mexicana ha normalizado la violencia, porque cada día los mexicanos aprendemos a vivir en medio de hechos terribles.

De acuerdo con la Encuesta Nacional de Victimización y Percepción sobre Seguridad Pública, el 93 por ciento de los delitos no son denunciados, ya que la población considera que es una pérdida de tiempo y desconfía de las autoridades.

Durante la actual administración federal, las fiscalías estatales han registrado 136 mil 456 homicidios dolosos, más de tres mil 700 feminicidios y más de 33 mil 900 desaparecidos.

Hoy, por ejemplo, las profesiones como periodista, alcalde, doctor, enfermera o sacerdote, entre otras, son actividades de alto riesgo.

México está considerado uno de los países más violentos sin estar en una guerra, como ocurre en Ucrania, que desde febrero fue invadida por Rusia y donde también este fin de semana hubo ataques que provocaron decenas de pérdidas humanas. Pero hay más muertos en México que en Ucrania.

En ciudades grandes, como la capital del país, Guadalajara y Monterrey, los jóvenes ven normal este estilo de vida, pese al costo que puede implicar, desde amenazas del crimen organizado hasta ser ejecutados por esos grupos.

Mientras que, en urbes más pequeñas o poblados, el portar un arma de grueso calibre también envía un mensaje a los jóvenes, quienes incluso se sienten empoderados y eligen ese estilo de vida, pese a que puede durar días, semanas o meses.

Un ejemplo de ese statu quo se vio reflejado en un reciente video, difundido este mismo fin de semana, en el que un menor de edad apunta con su arma a un presunto elemento de la Marina. Sin medir consecuencias, el jovencito trata de intimidar al marino, que minutos antes fue captado en el mismo lugar bailando en una fiesta, aparentemente de un grupo criminal en Sinaloa.

En el video se escucha a una banda de música tocando de fondo, mientras un grupo de jóvenes beben y graban el momento.

Es desastrosa la forma en que estamos aprendiendo a cohabitar con esta violencia, y es que muchos mexicanos están resignados y aseguran que “aquí nos tocó vivir”.

Detrás de cada muerte hay una historia de vida y familia truncada.

Hay que darnos cuenta de que la violencia en la que estamos sumergidos no es normal, y que no deberíamos de aceptar vivir con terror a que algo nos pueda suceder.