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Brexit: jugar con el pasado, afectar el futuro

Gran Bretaña abandonó el viernes, luego de 47 años, la Unión Europea. Lo hizo luego de un proceso desgastante, triste, que dividió profundamente al país y que dejó heridas cuya gravedad todavía no conocemos plenamente.

El Brexit (un acrónimo que une los términos Britania y exit, salida en inglés) comenzó como una aventura alimentada, como siempre, por populistas con fuertes rasgos nacionalistas. La celebración de un referéndum para decidir si el Reino Unido debía continuar o no en la Unión Europea fue una de las promesas de campaña con las que el entonces primer ministro David Cameron logró la reelección en 2015. Lo hizo para obtener el apoyo de grupos de derecha populista, muy cercanos a la ultraderecha estadounidense, que impulsaba entonces la candidatura de Donald Trump,  como el de Nigel Farage.

En realidad Cameron no tenía intención alguna de salir de la UE, al contrario, pensó que el referéndum reforzaría su posición y con ello se podría deshacer de la ultraderecha, que encabezaba Farage y miembros del partido conservador como Boris Johnson, que eran partidarios de la ruptura. En otras palabras, quería, como hacen muchos de nuestros políticos, crear un problema para luego resolverlo y así fortalecerse. Le salió todo mal.

Luego de una campaña electoral muy maniqueista y manipulada, plagada de fake news, —en muchos sentidos la base sobre la que se terminó construyendo la etapa final de la campaña de Donald Trump en Estados Unidos ese mismo año—, el 23 de junio de 2016 51.8 por ciento de los británicos se pronunció a favor de abandonar la UE contra 48.1 por ciento que votó a favor de quedarse en el bloque.

El país quedó dividido por los votos, pero también en muchos otros sentidos: los jóvenes en bloque sufragaron por quedarse y las personas de más de 50 años fueron las que apoyaron la ruptura. Las grandes ciudades votaron por quedarse, el campo votó por salir de la UE. La Gran Bretaña quedó cuestionada como tal: con Inglaterra y Gales dividida, Escocia e Irlanda del Norte son partidarias de quedarse en la Unión Europea e incluso Escocia amenaza ahora con su propia independencia, luego de que un referéndum anterior había decidido, en forma muy ajustada, quedarse en Gran Bretaña precisamente por la promesa de que no habría en el futuro un Brexit.

No se trata sólo de una ruptura de formas. La división es de fondo: ser parte de la Unión Europea implica la aceptación de las llamadas “cuatro libertades fundamentales”: la libre circulación de trabajadores, mercancías, servicios y capitales. ¿Qué se planteaba con el Brexit? Algo que conocemos muy bien como discurso en nuestros países: que saliendo de la UE, los británicos iban a “recuperar el control” sobre sus propios asuntos, en particular sobre sus fronteras, lo que permitiría un mejor control de la migración.

Cuando triunfó el Brexit, David Cameron perdió la confianza y debió renunciar, lo reemplazó Theresa May quien no pudo llegar a un acuerdo para implementarlo, en un país y un parlamento dividido. Fue reemplazada por Boris Johnson, que finalmente convocó a elecciones en diciembre pasado y obtuvo una fuerte mayoría que le dio un mandato para salir de la Unión Europea este 31 de enero.

El acuerdo es muy general y en realidad ahora comienza la etapa de negociación para saber cuáles serán los términos reales de la separación. Hasta fin de este 2020, en los hechos, tanto Gran Bretaña como la Unión Europea se mantienen, en general, en los mismos términos de relación. Johnson cree que puede establecer un acuerdo de libre comercio con la UE antes de fin de año (y otro acuerdo similar con Estados Unidos). En el continente no están tan seguros ni tampoco le quieren dar a quienes se separaron, ese tipo de premio. Pero sabemos que en esto reinará, al final, el pragmatismo.

Por lo pronto, los intercambios comerciales diarios entre Gran Bretaña y la UE continuarán como ahora. Hay, sin embargo, algunos cambios prácticos. La población actual de la UE, que es de alrededor de 446 millones, ha perdido a 66 millones de británicos. Los 73 eurodiputados británicos elegidos en mayo han perdido su escaño. El primer ministro británico ya no participará en las cumbres europeas ni sus funcionarios en las reuniones ministeriales del bloque. Según un informe de la BBC, un millón 200 mil ciudadanos británicos viven en un país de la UE, principalmente en España, Irlanda, Francia, Alemania e Italia; mientras que dos millones 900 mil ciudadanos de los otros 27 países de la UE viven en el Reino Unido, o sea alrededor de 4.6 por ciento de la población.

Nueva era

En virtud del acuerdo de retirada, los expatriados radicados a ambos lados del Canal de la Mancha antes del final del periodo de transición conservan sus derechos de residencia y de trabajo en el país de acogida. Los ciudadanos europeos que residen en el Reino Unido deben registrarse ante las autoridades para beneficiarse de estos derechos. Para los británicos que viven en la UE, los procedimientos cambian de un país a otro. La libertad de circulación se aplica hasta fines de diciembre de 2020. Los detalles de los derechos recíprocos se negociarán a partir de ahora.

Lo cierto es que nadie avizora cuáles serán los beneficios reales que tendrá el Reino Unido con la salida de la UE, mientras crecen las dificultades. Éstas se pondrán de manifiesto dentro de algunos años, aunque ya comienzan a manifestarse: rápidamente, por ejemplo, Londres ha dejado de ser el centro financiero por antonomasia y muchas firmas del sector se han trasladado sobre todo a Nueva York. Lo mismo comienza a suceder con empresas manufactureras que preferirán tener su centro de producción en el continente que en la isla.

Y crece el descontento en los jóvenes, quienes no podrán contar con los enormes beneficios de los intercambios académicos, como las becas Erasmus o poder elegir estudiar y trabajar en cualquier país europeo, sobre todo si recordamos que votaron masivamente en contra del Brexit. Y ya veremos si dentro de pocos años Escocia e Irlanda del Norte continúan siendo parte del Reino Unido.

El Brexit es el voto de una generación vieja que recurre al pasado para empoderarse en el presente, pero que con ello afecta decisivamente el futuro.