Educación y desigualdad
La única manera de poder tener un México sin la enorme brecha de desigualdad que existe, es con una buena educación pública.
El discurso que se da desde el Gobierno federal de “primero los pobres” es una mentira cuando vemos en lo que se ha convertido la educación pública en el país, sobre todo en los últimos años en donde los planes de estudio se están enfocando en el adoctrinamiento de los niños y niñas, en vez de conocimientos sólidos. Durante la pandemia no se logró un nivel mínimo de educación a distancia, y mucho menos en las zonas marginadas. Hoy hay millones de niños, niñas y jóvenes que desertaron a la escuela. Y son cifras del Instituto Nacional de Estadística y Geografía (Inegi), 5.2 millones de personas entre los tres y 29 años de edad no se inscribieron al ciclo escolar 2020-2021. De esos 5.2 millones, tres millones de niños y niñas pertenecen a la educación básica.
Este lunes 15 de agosto, el Presidente Andrés Manuel López Obrador anunció el cambio de la titular de la Secretaría de Educación Pública (SEP): Delfina Gómez, quien deja la dependencia para irse de candidata a gobernadora del Estado de México, y como titular de la SEP asume el cargo Leticia Ramírez.
Ella tendrá a su cargo uno de los sistemas educativos más grandes de América, con cerca de dos millones de maestros, más de 30 millones de estudiantes y alrededor de 255 mil escuelas, de acuerdo con el Inegi.
Ramírez Amaya hace años que no es maestra, eso sí, tiene experiencia dentro de los sindicatos de los trabajadores de la educación. De acuerdo con su ficha laboral, fue líder sindical de la Sección 9 del Sindicato Nacional de Trabajadores de la Educación (SNTE) y la Coordinadora Nacional de Trabajadores de la Educación (CNTE).
Y en esta administración, Leticia Ramírez se encargó de la atención ciudadana de todas las personas que llegaban a Palacio Nacional con peticiones y propuestas para el Gobierno federal, en especial para el Presidente López Obrador.
La apuesta por Ramírez Amaya al frente de la SEP tiene un corte mucho más político que educativo.
De acuerdo con lo aprobado en el Presupuesto de Egresos de la Federación (PEF) 2022, este año el Gobierno propuso un gasto de 827,519 millones de pesos para el rubro de educación, ligeramente mayor a los 793,952 millones aprobados para salud, y menor al 1.4 billones de pesos para protección social, en donde se incluyen las Pensiones para el Bienestar.
Aún con ese presupuesto, se eliminó uno de los programas más importantes para el apoyo de niños y niñas, el de Escuelas de Tiempo Completo (PETC), que durante 13 años atendió el rezago educativo grave en zonas con elevados índices de pobreza, marginación y condición alimentaria deficiente. Por medio de ese programa, muchos pequeños recibían un desayuno y comida diario, sus únicos alimentos del día. No sólo ayudó a la educación, sino a combatir la desnutrición.
En 2012, junto Jorge Fernández Menéndez, publicamos el libro y presentamos el documental “La élite y la raza”, en el que abordamos la enfermedad con la que desde ese tiempo agonizaba la educación en México.
Desde entonces decíamos que el mayor peligro de descuidar la escuela pública era que los padres de familia, que tenían un poco más de dinero, preferían inscribir a sus hijos a una escuela privada, aunque fuera mala, para por lo menos tener la certeza que no estarían meses sin clases por huelgas de maestros, particularmente en los lugares donde la CNTE maneja a los docentes.
Y es que la creciente privatización escolar no necesariamente garantiza que sea de mejor calidad, pero sí la hace cada vez menos accesible para ciertos sectores: el que nace pobre y sin oportunidades, vivirá siempre pobre y sin oportunidades.
Decisión política
Decíamos en el libro que la única opción para romper este esquema, es contar con un sistema de educación pública que evite la elitización y la privatización y que, por ende, reduzca la desigualdad. Desde el 2012 veíamos un problema en la educación pública que se ha agudizado en los últimos años.
En la actualidad observamos un nivel educativo poco competitivo en rubros como matemáticas, lectura y ciencia. Así lo muestran los resultados de la más reciente Prueba PISA, aplicada en más de 80 países miembros de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE), de la cual México es integrante, y en la que se calificó a nuestro país en los últimos tres lugares.
México obtuvo un rendimiento de 420 puntos en lectura, 409 en matemáticas y 419 en ciencias, por debajo de la media que es 500. Mientras que, en abril de 2021, debido a la pandemia de Covid-19, la prueba Pisa se pospuso para 2022, y se hizo una aplicación de pruebas de campo en 2021.
Ante este panorama, organizaciones civiles han solicitado participar de manera conjunta para elaborar instrumentos de evaluación efectiva, porque un examen por sí mismo no genera cambios, pero marca la ruta.
Y como lo publicamos en el libro La élite y la raza, la solución no está solamente en la infraestructura o en los recursos, sino en la capacitación o el nivel de los maestros como parte de un proyecto con objetivos claros, al cual se sumen todos los actores políticos y sociales involucrados.
La educación en nuestro país está federalizada y, por lo tanto, las soluciones deben ser globales, pero al mismo tiempo locales, porque cada entidad de la república tiene necesidades específicas.
Que se trabaje en política en casi todo el Gobierno si quieren, pero no se vale hacerlo a expensas de los niños y las niñas que son el futuro del país, y que deberían de tener una posibilidad de prepararse y estudiar, para romper la brecha de la desigualdad.