¿El albergue del terror o de la misericordia?
En la historia del albergue de La Gran Familia, que manejaba Mamá Rosa hay opiniones encontradas. Existen muchas denuncias por los abusos cometidos en ese lugar y por las condiciones tan deplorables en las que vivían casi 600 personas.
Otros dicen que Mamá Rosa es un ser maravilloso, que apoyó a miles de niños. La realidad es que tener un albergue de este tipo puede llegar a ser un gran negocio y que en ese lugar algunos de sus trabajadores cometieron abusos imperdonables.
El propio gobernador de Michoacán, Salvador Jara, ha dicho: “Esto me deja consternado; no esperábamos las condiciones que se encontraron en el albergue”.
Desde enero pasado, la Procuraduría General de la República quería hacerle frente a las denuncias y empezó a preparar el operativo. María Ampudia, presidenta de la fundación ¿Y quién habla por mí?, fue invitada como testigo por parte de la Secretaría de Gobernación. Éste es su testimonio:
“Lo primero que se ve es desaseo, niños viviendo arriba de botes de basura. En cuanto llegas tienes que pasar por un comedor, para llegar a las habitaciones de tres metros por cuatro con puertas de metal, como si fuera cárcel. En las mesas del comedor ves vomitadas, cucarachas y ratas”.
¿Por qué no habían prosperado las denuncias? —le pregunté.
“No pasaban porque parece ser que esa mujer tenía mucho poder aquí, en Zamora, pero sobre todo en el estado. Mamá Rosa financiaba campañas políticas. Era tanto su poder que muchas familias no se acercaban a recuperar a sus hijos porque, dicen, estaban amenazadas”.
Personajes muy importantes como Enrique Krauze, su hijo León, Vicente Fox y Jean Meyer, entre otros, han abogado por Mamá Rosa.
Pero esto es lo que dice María Ampudia: la mujer “metía a los invitados a un patio muy bonito, con dibujos. El de las paredes con letras grandes, dice Enrique Krauze. Pero no los dejó entrar a la parte de atrás”.
Hay que recordar que cuando Vicente Fox asumió el poder hizo un desayuno con niños de escasos recursos, y esos niños se los llevó Mamá Rosa.
“En mi experiencia —dice María— hay mucha gente que tuvo la suerte de salir de ahí, muchos se escaparon y los testimonios dicen que se escaparon como pudieron. Hay algunos que huyeron cuando les pedían que fueran a tirar la basura; otros, saltándose las rejas.
“Lo más triste es que muchas mujeres que escaparon dejaron a sus pequeñitas adentro. Es un hacinamiento tremendo. Las menores refieren que tenían relaciones sexuales sin que nadie les dijera nada. Atrás de las puertas, en los pasillos.
“Los baños de las niñas no tenían ni siquiera cortinas. He platicado con mujeres que llevan 25 o 30 años ahí y refieren que toda la vida fue igual. Por eso me llama la atención que venga gente a decir que esta mujer manejaba todo correctamente. Unos baños en los que no se cubre a las niñas que se bañan, ante tantos hombres”.
Había —agrega María Ampudia— mucho abuso sexual, incluso infantil. Los niños te lo reportan. Mi trabajo en la fundación es darle voz a los niños y yo a ellos los estoy escuchando. Yo no puedo creer que 400 niños te cuenten mentiras.
“Sabemos que un activismo inteligentemente llevado da mucho dinero de organizaciones sociales por cada víctima. Entonces a esta mujer por supuesto que le convenía tenerlos hacinados. Por Dios, a mí no me pueden venir a decir, yo vi el alimento echado a perder. La leche que tenía tres años vencida. Sedesol le mandaba comida, pero estos niños comían lo podrido”.
“Todos los niños tienen una historia de terror —dice María—. Cinco niñas que estuvieron ayer conmigo te dicen cómo les pegaban. Mamá Rosa usaba un vocabulario soez. Les decía a los niños que cuidaba a los niños que nadie quiere. Y para que los padres pudieran recuperar a sus hijos les pedía 40 mil pesos o dos niños más”.
“Hay mucho bebito —agrega—. El DIF estatal se está haciendo cargo de estos niños. A los niños que tengan familia se los entregarán a sus parientes con pruebas de ADN”.
Ésta es sólo una parte de la historia del albergue de Mamá Rosa. La parte que no se quiso ver.
Me tomaré unos días de descanso. Esta columna regresa el próximo martes 22 de julio. Hasta entonces.
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