El futbol y el narco
Lo que se vivió en el estadio de futbol en Querétaro, el fin de semana pasado, no es un acto de violencia entre aficionados, es la muestra de la penetración del narcotráfico y crimen organizado en eventos deportivos.
“Lo ocurrido en el Estadio Corregidora, en Querétaro, en el juego entre los Gallos y el Atlas no es un dato más de nuestra violencia cotidiana, es un síntoma grave de la profunda penetración que han logrado los grupos del crimen, en casi todos los ámbitos del país.
“Los que ingenuamente llaman en el futbol local los ‘grupos de animación’ son en realidad, como en Argentina o Brasil, barras bravas (así las llamaremos), formadas no sólo por fanáticos entusiastas, sino constituidas por grupos controlados por organizaciones criminales. Desde allí se manejan voluntades, se cooptan integrantes para los grupos criminales, se controla el narcomenudeo, se roba y se extorsiona, y también se ejerce la violencia”, así lo dice Jorge Fernández Menéndez, experto en temas de seguridad nacional.
La historia del narcotráfico, inmiscuido en el futbol mexicano, no es un tema nuevo, con el mismo Jorge Fernández Menéndez investigamos y publicamos la historia del balazo en la cabeza al exjugador del América, Salvador Cabañas, en el Bar Bar.
En esa historia también se mezcló el crimen organizado y las apuestas amañadas en el futbol mexicano.
En 2010 publicamos el libro Justicia inútil (Editorial Taurus), el caso de la tentativa de homicidio contra Salvador Cabañas. El testigo de los hechos asegura que al jugador le reclamaron por unos goles en el partido de futbol. De ahí surge la teoría de que las apuestas tuvieron que ver con el atentado.
Y los señalados por este atentado eran parte de grupos del narcotráfico.
Escribimos ahí que el futbolista tendría que haber estado en el Mundial de Sudáfrica con la selección de su país, Paraguay. Pero en la madrugada del 25 de enero del 2010 el sueño terminó: recibió un balazo en la cabeza.
Con los videos, los investigadores que pudieron entrar al lugar, cuatro horas después de que habían ocurrido los hechos, recrearon la secuencia del ataque al futbolista. En el video se podía apreciar que dos hombres, uno conocido como El JJ, de aproximadamente 35 años de edad, de complexión atlética, así como otro conocido como El Contador o El Paco, fueron identificados como los probables responsables del ataque contra Salvador Cabañas.
Alrededor de las 5:14 horas los agresores suben al sanitario de hombres y, dos minutos después, El Paco sale de los servicios y sostiene una plática con una mujer, que luego se supo, era una muy joven bailarina cubana que era una de las visitantes habituales del lugar, mientras que El JJ permanece al interior del baño. Minutos después, sube las escaleras, que llevan al baño, Salvador Cabañas. Ingresa al tiempo que El Paco se despide de la bailarina y se mete de nuevo al sanitario. Pasa menos de un minuto y los presuntos agresores salen del lugar cuando el reloj de la cámara marca las 5:18 horas.
En la grabación se observó cómo llegó inmediatamente uno de los encargados de seguridad del bar, que habla por su sistema de comunicación interna, mientras que El JJ y El Paco salen caminando del lugar sin que nadie los moleste.
A las 5:19 ya estaban fuera en la camioneta blindada con un carro de custodia en la que había llegado cerca de las 02:00 horas, casi al mismo tiempo que Salvador Cabañas, su esposa y su cuñado. Los dos grupos se sentaron en mesas contiguas: El JJ y El Paco con unas jóvenes, Cabañas con los suyos. Estuvieron platicando y bebiendo, todos se conocían de muchas noches como ésa, en el mismo lugar y con la misma gente. Lo que había cambiado era el final. La Durango negra, custodiada por un Ibiza de color plata, se perdió en las calles de la Ciudad de México. Nadie los detuvo, nadie hizo la denuncia hasta muchos minutos después.
Se tenía todo para resolver con rapidez la agresión sufrida por Cabañas, pero la investigación comenzó a oscurecerse y enredarse. Estaban las imágenes, pero no se sabía, o no se quería saber, quiénes eran los agresores. Fue hasta días después, que la entonces Procuraduría de Justicia del Distrito Federal (PGJDF) informó la identidad del agresor, conocido como José Jorge Balderas.
No dejaba de ser extraño que, si se tenían todos los datos de El JJ, si era un personaje habitual en estos antros, si el personaje se movía con camionetas blindadas y sin placas, con un carro de custodios, rentados por cierto a la Policía Auxiliar del Estado de México y alejado de cualquier discreción, no lo detuvieran de inmediato.
Lo que sucede es que Balderas, según información de la DEA y de la PGR, era uno de los lugartenientes más importantes de Édgar Valdéz Villarreal, La Barbie, quien fuera jefe de sicarios de Arturo Beltrán Leyva y luego de la muerte de éste, se enfrascaron en una lucha a muerte con sus sucesores por el control de esa organización y sus territorios de operación. La Barbie es un personaje del mundo del narcotráfico, particularmente conocido porque durante mucho tiempo tuvo el control de buena parte de los centros nocturnos de Acapulco, y estuvo relacionado con mujeres del mundo del espectáculo.
La PGJDF informó en 2010 que contaba con testimonios y elementos de prueba que relacionaban a Balderas con actividades de la delincuencia organizada. En ese momento las autoridades señalaron que una de las líneas de investigación apuntaba a que el agresor de Salvador Cabañas, más allá de la supuesta actividad empresarial a la que se dedicaba, estaría relacionado con actividades de lavado de dinero, enriquecimiento ilícito y posible tráfico de drogas.
En esos días las versiones sobre el móvil real del ataque tomaron nuevos rumbos. La vuelta de tuerca pareció ser el testimonio de Javier Ibarra Coronel, encargado de la limpieza en el baño de caballeros, donde se produjo la agresión, que fue testigo de lo ocurrido.
Este hombre originalmente había declarado que había atestiguado un fuerte intercambio de palabras entre Cabañas y Balderas, el presunto agresor, pero que no había podido escuchar lo que decían porque la música estaba muy alta. Ahora sabemos que en su última declaración sostuvo que en realidad Balderas le reclamó en uno de los baños a Cabañas por no haber anotado en el juego del día anterior contra el Morelia. Que el jugador del América lo increpó y Balderas sacó una pistola apuntándole a la cabeza. Cabañas, según la versión del encargado de los baños, le habría dicho que “si era tan valiente disparara” y que Balderas así lo hizo.
Son muchas las versiones de este atentado, pero lo cierto es que ha pasado más de una década y el caso Salvador Cabañas no se ha resuelto.
Esperemos que la violencia que se vivió en el Estadio Corregidora no quede también en la impunidad.
Hasta el momento de escribir estas líneas, la Fiscalía de Querétaro informó que ya son 10 los detenidos tras la batalla campal. Pero todavía hay muchos agresores por detener y temas por investigar.
Si no, no hay castigo a estos criminales, el riesgo para el futbol mexicano es enorme.