El macrolaboratorio de metanfetaminas
Hemos estado hablando tanto, y con justificada razón, de fentanilo en los temas relacionados con el narcotráfico, que olvidamos que México juega un papel central en el tráfico de otras drogas, pero, sobre todo, cocaína y metanfetaminas.
Ayer, la Secretaría de Marina (Semar) informó que elementos de la Armada habían confiscado el laboratorio de metanfetaminas más grande encontrado por esa institución. El megalaboratorio clandestino estaba en Rancho Viejo, en el municipio de Quiriego, en Sonora.
Según la información de la Marina, es el más grande asegurado durante la presente administración, y representa más del 50 por ciento de la droga y precursores asegurados durante este año. Tenía seis puntos de generación de drogas, y allí se aseguraron más de 41 mil kilos de metanfetaminas y casi 13 mil de precursores químicos que hubieran generado unos 54 mil kilogramos de metanfetamina.
Era una estructura enorme. Tenía 72 reactores, 102 condensadores, 32 centrifugadoras, había tres vehículos, dos motocicletas, un remolque. El más grande de los megalaboratorios encontrados hasta ahora estaba en Sinaloa y estaba constituido por 13 reactores.
En uno de esos megalaboratorios de Sinaloa estuvimos hace unos años, acompañados por el Ejército, para hacer un programa para Todo Personal. Impresionaban muchas cosas, pero, sobre todo, el olor de los productos químicos que se impregnaba en la nariz, la boca, la piel. Impresionaba también cómo habían podido subir generadores y equipo de tal tamaño a una zona aislada de la sierra de Cosalá.
Los narcolaboratorios, contábamos en aquel programa, se constituyen de tres zonas: la de los reactores, donde se meten en una suerte de ollas a presión todo tipo de químicos, todos altamente contaminantes por sí solos, allí se calientan y se precipitan hacia unos bidones, cuyo líquido es vertido en unas tinas, donde vuelven a recibir otros productos químicos que los llevan, al paso de algunas horas, a convertirse en una suerte de gelatina.
De la tina son llevados a unas ollas que, a su vez, tienen unos sedasos que sirven para filtrar el producto, previamente se le agregan otros químicos y sustancias como papel de aluminio molido.
Se la deja asentar, y desde ese narcolaboratorio es llevado a algún centro urbano para terminar el proceso, fragmentarlo y sacarlo a la venta. Todo lo que sobra, que es basura química altamente contaminante, es arrojada a pozos que contaminan a su vez la tierra y los mantos freáticos a kilómetros de distancia.
La producción es enorme, de cada tina se pueden sacar unos 500 kilos de producto en cada proceso. Quienes ahí trabajan consumen lo que producen, es imposible trabajar ahí en otras condiciones. El consumo masivo de esa droga, como el que se genera en esos laboratorios clandestinos, provoca daños irreversibles o la muerte.
Según la información de la Armada, con los 54 mil kilos de metanfetamina decomisados en este narcolaboratorio de Sonora se hubieran podido producir mil 350 millones de dosis de droga sintética, lo que equivale a unos 700 millones de dólares de ese producto en el mercado.
Es un logro importante haber concretado este decomiso, pero la producción de drogas sintéticas en nuestro país es enorme. Narcolaboratorios hay en Sonora, en Sinaloa, en Jalisco, en Zacatecas, en Michoacán y en muchos otros estados del país. Algunos no son tan grandes como el que visitamos en Sinaloa o el que fue decomisado por la Marina el 8 de febrero pasado en Sonora, pero se trata de una red enorme que se está regenerando constantemente.
El Ejército y la Marina los destruyen, pero casi al mismo tiempo se están levantando otros, casi siempre en la sierra, en zonas de difícil acceso, por eso también quienes los operan pueden escapar antes de ser detenidos porque ven a las tropas acercarse, las suelen atacar y eso les da tiempo de huir.
Pero desde el punto de vista criminal lo importante es mantener la red operando. Si en un solo laboratorio, como el de Sonora, puede decomisar producto como para generar mil 300 millones de dosis, imaginemos la magnitud que debe tener la producción en toda esa red a través de muchos estados de la república.
También se sigue traficando mucha cocaína. La política de Gustavo Petro, que ha paralizado los decomisos y la erradicación de plantíos de coca en Colombia, ha generado la mayor producción de cocaína de la historia. La hoja de coca sólo crece en la ladera de los Andes, en Colombia, en Ecuador, en Perú y en Bolivia. Se han hecho experimentos para producirla en otros lugares, pero en general han fracasado o la producción no vale el esfuerzo.
Los cárteles mexicanos están ampliamente insertados en todos esos países andinos y salvo ahora en Ecuador y en menor medida en Perú, las autoridades, en Colombia y Bolivia no hacen demasiado por reducir la producción. Eso ha inundado el mercado global de cocaína y los cárteles mexicanos son los más poderosos, con sus socios locales en esos países, en el tráfico de esa droga que no pasa de moda y sigue teniendo un alto consumo, en Estados Unidos, en México y en el mundo. No se trata sólo de fentanilo.