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El mito de pacificación

Cuando desde el Gobierno federal se nos dice que no se detuvo a Ovidio Guzmán López, el pasado jueves durante el durísimo enfrentamiento en Culiacán, para salvar vidas, estoy segura de que no están tomando en cuenta todos los asesinatos que ha cometido el narcotráfico y lo complicado que se tornará la seguridad en el país con un Cártel de Sinaloa que ha mostrado todo su poder. Esa misma fuerza que querrán demostrar otros grupos y organizaciones criminales.

Así lo han hecho en México, Colombia, pero también en Medio Oriente los grandes cárteles.

Tampoco parece ser que nos estén diciendo toda la verdad. Según información de medios internacionales, Ovidio no fue resguardado en una casa, estaba en un restaurante, fue detenido y trasladado a la Fiscalía donde permaneció más de cuatro horas, e incluso, se le tomaron fotos y se le permitió hacer varias llamadas telefónicas. Hay imágenes de Ovidio con el teléfono.

Por ende, eso de esperar por una orden de cateo era falso, porque el joven ya estaba detenido. Hay una agravante, dejar en libertad a un detenido sin una orden judicial es un delito y así está estipulado en la Constitución.  

Pero fue liberado, y nos dicen que fue una decisión orientada a evitar alrededor de 200 muertes civiles.

Obvio nadie está en contra de salvar vidas y que no se cometan asesinatos, pero hay que estar conscientes que son los grupos criminales los que matan sin piedad, y por eso tenemos las cifras de homicidios tan altas en nuestro país.

La realidad es que en México se han hecho decenas de detenciones de narcotraficantes, incluso de algunos hijos de El Chapo Guzmán, sin muertes. Y es que, si se deja sin detener a estos hombres, la violencia seguirá en aumento.

De acuerdo con el informe Organized Crime and Justice in Mexico, del programa Justice in Mexico, desarrollado por la Universidad de San Diego (EUA), en colaboración con la UNAM, la Universidad de Guadalajara, la Universidad Autónoma de Nuevo León y la Universidad Autónoma de Puebla, en la última década ningún país del hemisferio ha experimentado un aumento tan grande como México en su tasa de homicidios.

Según el informe, la violencia se ha generalizado en todo el territorio, pero sigue estando altamente concentrada en algunas áreas específicas, especialmente en las principales zonas de tráfico de drogas, ubicadas en el noroeste y en la costa del Pacífico.

 

Secuelas de la balacera

Señala que el incremento de la violencia, relacionado con la llamada “guerra contra las drogas”, marcó una tendencia ascendente durante la presidencia de Felipe Calderón y la de Enrique Peña Nieto; un sexenio, este último, en el que la violencia se disparó. En total, más de 332 mil personas fueron asesinadas en México desde el inicio del siglo XX, sin contar las personas desaparecidas y los crímenes que no fueron reportados.

Pero dicha tendencia sigue en aumento en la administración del Presidente Andrés Manuel López Obrador. Tan sólo de enero a septiembre de este año se han registrado 22 mil 59 homicidios dolosos, cifra superior al mismo periodo del año pasado.

Uno de los responsables de esta ola de violencia en el país, por varios años, ha sido el Cártel de Sinaloa.

Y es que tan sólo al Cártel de Sinaloa se le atribuyen alrededor de 70 mil muertes relacionadas con sus actividades.

Son secuestros, asesinatos, decapitaciones y ajustes de cuentas contadas por miles a manos de sus escuadrones de la muerte. Un imperio implacable del miedo para hacer intocable al narco de los narcos.

Durante el pasado juicio en su contra, en donde fue sentenciado a cadena perpetua más 30 años, exsicarios que trabajaron con el capo lo señalaron como un asesino despiadado.

Así, fueron relatando varias escenas donde El Chapo ordenaba torturar por horas a sus enemigos, los descuartizaban y quemaban hasta dejarlos en cenizas.

Pero no sólo es el Cártel de Sinaloa, también lo es el Cártel Jalisco Nueva Generación (CJNG).

Desde su brutal aparición en Veracruz, donde se autonombró como Los Matazetas, dejó en claro su manera de operar. Aquella mañana de 2011, sus sicarios abandonaron en una zona turística de Boca del Río dos camionetas con los cuerpos de 35 personas, incluyendo mujeres. Los cadáveres estaban maniatados y tenían signos de tortura.

Lo cierto es que el CJNG comenzó su época más estructurada bajo el mando de Nemesio Oseguera Cervantes, El Mencho.

En mayo de 2008 fue detenida Rosalinda González Valencia, exesposa de El Mencho, líder del CJNG, en las inmediaciones de una zona residencial en Zapopan, Jalisco, acusada de trabajar en la estructura financiera del cártel. No hubo ningún disparo al momento de su captura.  A pesar de que, a lo largo de su historia, este cártel se ha caracterizado por la extrema violencia que ejercen y que, incluso, sus agresiones han aumentado considerablemente contra mujeres y niños.

De acuerdo con el informe “Violencia, niñez y crimen organizado” de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH), en México las tasas más altas de muertes por homicidio se observan entre los jóvenes, particularmente entre quienes tienen de 15 a 30 años de edad, y se duplicó la tasa de asesinatos en los rangos de 10 a 19 años.

Es así como el CJNG utiliza  la extrema violencia para extender su poder en puntos clave de México para el narcotráfico: zonas fértiles, ciudades importantes, puertos y accesos fronterizos a Estados Unidos.

Esa violencia extrema, aplicada en cada una de sus operaciones, le ha permitido extender su dominio incluso hasta el continente asiático en menos de una década.

Pero como le mencionaba, esta violencia de los grupos criminales se replica en varios países del continente, y una clara muestra de ello es Pablo Escobar, quien, de acuerdo con cifras oficiales, cometió 623 atentados que causaron la muerte de 402 civiles y dejaron mil 710 lesionados.

Según el Centro Nacional de Memoria Histórica, entre 1988 y 1993 a Pablo Escobar y al Cártel de Medellín se le adjudican “15 grandes atentados terroristas”, que acabaron con la vida de 105 personas. Sin embargo, la prensa local señala que entre 1989 y 1993, Escobar fue responsable de poner más de 200 bombas y dejar al menos 5 mil 500 personas muertas durante el auge del Cártel de Medellín.

Además, asesinó a 550 policías al pagar, en promedio, dos millones de pesos por cada uniformado asesinado.

Tan sólo entre septiembre y diciembre de 1989 hizo estallar 100 bombas con el auspicio de todo el Cártel de Medellín. En 1989 atentó contra el edificio del DAS, dejando 70 muertos y más de 700 heridos.

 

Liberar narcotraficantes no salva vidas, incrementa la violencia.