El naufragio
Parte 2: Perdido en un barco: la historia de Timothy Shaddok
Todo estaba listo para la gran travesía: cruzar desde La Paz, Baja California para llegar a la Polinesia francesa. Timothy Shaddok buscó la fecha exacta para que no fuera época de huracanes, estaba consciente que un temporal de esa magnitud podía afectarlo severamente.
Esquivó los huracanes, pero sí quedó atrapado en medio de una tormenta y a raíz de ese momento, los vientos rompieron las velas y mucho del equipo que llevaba se perdió en las olas del mar. Ahí empezó el naufragio.
“El viento y el gran oleaje, yo estaba en el bote que era pequeño. La olas medían más de siete pies, unos dos metros y medio, cuando estás en el barco, éste siempre se está meciendo, por eso es tan cansado, lo único que hace el bote es moverse conforme el oleaje. Yo estaba preocupado por Bella, pero también estaba disfrutando lo remoto del océano, tengo un amor por el mar. Es la última pantalla nocturna salvaje, el último hábitat salvaje, el más grande del mundo, realmente”, relata.
Pero el náufrago cuenta su historia como una situación hermosa, en donde podía ver las estrellas más luminosas, y navegar por el océano más puro, comer lo que pescaba todos los días, finalmente Tim intentaba escapar de la civilización, y en mar abierto, a pesar de la tormenta, encontraba la paz que buscaba. Tim es un hombre muy espiritual y durante la tormenta, lo único que le preocupaba era que no se fuera a caer la perra.
“Sin luces el mar es una belleza. El Pacífico es una de las últimas más puras áreas salvajes del planeta y el pescado que sale de ese lugar es conocido por ser el más puro y el mejor ecosistema del mundo”, narra.
Aún estando a la deriva, pasaron semanas enteras hasta que empezó a angustiarse y fue el día en que perdió su arpón, llegó un oleaje fuerte y su instrumento para pescar se lo tragó el mar, sin él, no podía pescar y sin qué comer podían debilitarse y morir Bella y él. Aún así Tim bajaba solo a bucear, cuenta que vio mantarrayas, tiburones y los cientos de peces.
Tim y Bella navegaban tranquilamente hasta el gran accidente, la tormenta en donde perdieron las velas del catamarán, los instrumentos para cocinar y sus mapas y brújulas que le permitían saber dónde se ubicaba.
“Mira, lo que pasó es que mi pistola de arpón falló, era libre de bajar del bote, pero es peligroso cuando estás solo, y mi arpón para pescar y mi pistola de arpón se descompusieron. Atrapé bastantes antes de que se rompiera la línea y entonces el arpón desapareció en el mar y luego unos tiburones mordieron mis líneas de pesca, había muchos tiburones”, comparte
Pero nunca le tuvo temor a los tiburones por él, cuenta el náufrago que hay tanto alimento para ellos en el Océano Pacifico, que no corría peligro, esos animales solamente atacarían si tuviera hambre. Es muy difícil que ataquen a un ser humano porque es desconocido para ellos. Pero Tim y Bella sí comieron tiburón crudo en su travesía.
“Sí, los tiburones están bien, no son realmente depredadores cuando hay abundancia, nunca tuve un problema con los tiburones, fue una experiencia muy hermosa. Nunca pensé que comería tiburón crudo, fui vegano crudo por mucho tiempo, pero necesitaba la energía en el mar y el tiburón crudo…, a lo mejor estaba muy hambriento, no lo sé. A Bella también le gustó”, dice.
La odisea
Generalmente sólo atrapaba un pescado al día ya que no tenía cómo conservarlo sin que se echara a perder. Con un pez o un tiburón chico que pescara diariamente, él y la perra subsistían. Y todo lo que comían era crudo.
“Todo crudo, porque perdí mi cocina, pero esa es otra historia. Pero también había pájaros. Yo pensaba que las aves solamente estaban cerca de la tierra, pero no fue así. Ellos vivían en el bote, había tantos que volaban y regresaban”, comparte.
De las experiencias más difíciles en esos tres meses, cuenta Tim, fue cuando perdió las velas de su catamarán. Fueron momentos realmente angustiantes y en donde pudo haber caído al mar. Si se hubiera resbalado, dice el náufrago que difícilmente hubiera podido volver a subir a la embarcación.
“Ésa fue una parte difícil porque se rompió de la parte alta del mástil y tuve que subir el mástil para tratar de arreglarla y con el bote balanceándose, eso fue peligroso y cansado para mí, creí que iba a estar bien arriba, pero perdí mucha energía subiendo el mástil y es bastante peligroso cuando el bote se está sacudiendo en el mar de esa manera”, advierte.
Pero en esos momentos Bella no sentía miedo, incluso narra Tim que la perra estaba contenta.
“Ella parecía estar tan fuerte y feliz, andaba por todas partes del barco y en el momento en que se resbaló y cayó al agua, tuve miedo de perderla también, la subí al bote unas cuantas veces. Dos veces logré quedarme en el barco y sacarla del agua y una vez sí tuve que entrar al agua para salvarla, estaba preocupado por los tiburones por ella, pero fue muy inteligente, ella sabía, es una perra muy inteligente”, señala.
Tener agua potable es el gran reto de cualquier navegante, Tim comenta que afortunadamente el agua nunca faltó, la supo racionar y fue muy cuidadoso en almacenarla.
“El agua estaba bajando después de seis semanas navegando, no pude llevar mucha, así que bombeaba agua del mar a un purificador, que de hecho hace agua potable, era un desalinizador, pero sólo hace una poca cantidad de agua, así que cuando llovía la recuperaba en las velas y de ahí a cubetas y recolecté una gran cantidad de agua así”, narra.
Timothy y Bella tuvieron momentos muy felices aun cuando estaban perdidos en el mar.
“A Bella y a mí nos gustaba sentarnos en la parte trasera del catamarán y buceaba muy profundo en el océano, había mantarrayas, había delfines, estar en el medio del lugar más remoto del mundo y yo en el agua. Vives para momentos como ese. Estaba muy feliz en las partes mas puras del océano, la pureza del aire, del agua y la vida marina, hubo momentos que fueron mágicos”, comparte.
Pero también hubo momentos complicados sobre todo cuando la tormenta se acercó.
“Los momentos más difíciles fueron el darme cuenta que no me estaba poniendo más fuerte, sino más débil y la tormenta se acercaba… si no me hubieran rescatado cuando lo hicieron hubiera muerto. De hecho, el barco que me rescató, había marineros muy experimentados, hombres muy inteligentes que saben de huracanes, están acostumbrados a huir de ellos y encontrar los mejores lugares. Huimos poco antes que llegara el gran huracán”, dice.
Después de tres meses a la deriva, Tim pensó que no sobreviviría, un hombre de más de un metro 80 pesando 45 kilos a quien se le habían acabado la fuerza. Dos días antes de ser rescatado, se había acostado pensando que era su momento de morir. Hasta que un buque atunero lo encontró.
Mañana, la historia del rescate.