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¿El Papa del Duce y el Führer?

Quizás porque la cumbre contra la pederastia y los abusos sexuales en la Iglesia católica no tuvo los resultados que la mayoría esperaba (y que eran que se divulgaran nombres y se castigara a los culpables, aunque sea a los más notables), ni siquiera los que esperaba el Papa Francisco, en el Vaticano se decidió inmediatamente después de ese encuentro abordar un tema del pasado, cuyas consecuencias en la actualidad no pueden ser tan costosas: abrir los archivos del controvertido Papa Pío XII, Eugenio Pacelli, cuyo papado se extendió desde 1939 hasta 1958.

 

Si bien Francisco aseguró que “la Iglesia no le teme a la historia”, y que por eso abre los archivos secretos del papa acusado desde múltiples instancias de haber colaborado con los nazis, sosteniendo que era un hombre de su época y que en secreto ayudó a muchos judíos a escapar, lo cierto es que Eugenio Pacelli tuvo durante sus largos años de pontificado una actitud mucho más anticomunista en la lógica de la Guerra Fría que cualquier otra cosa. Era un hombre de su tiempo, en el sentido de que veía al comunismo como el mayor de los peligros y consideraba que cualquiera que fuera su enemigo, así fueran el Duce, el Führer o Franco, eran dignos de ser respaldados en su lucha contra el “demonio rojo”.

Son muchos los testimonios en los que se  critica a Pío XII frente al exterminio de judíos e incluso la persecución de católicos durante la II Guerra Mundial.

Jan Karski, un joven católico que fue utilizado como correo por la resistencia polaca para informar sobre la situación de los judíos en el Gueto de Varsovia, relató como el Vaticano y la jerarquía católica fueron omisos frente a las atrocidades que los nazis cometían en la capital polaca. Karski informó al Gobierno polaco en el exilio del genocidio que se estaba cometiendo. La información llegó a Pío XII que, según Karski, se negó a condenar los hechos y a protestar ante las autoridades nazis.

El Vaticano ha reconocido, sobre todo en la época de Pablo VI (que fue su secretario de Estado), que Pío XII sabía lo que estaba sucediendo, pero que su margen de acción era muy pequeño y que en realidad pretendía evitar males mayores y nuevas represalias si alzaba la voz contra los alemanes.

Eso podía tener lógica en Polonia u otros países, pero no en Roma cuando el régimen fascista y el nazi entraban en su etapa final. Uno de los episodios que más se le critican fue cuando el Papa Pacelli no hizo nada durante una redada en el barrio judío de Roma a pocos metros del Vaticano, el 16 de octubre de 1943, cuando mil 22 personas fueron detenidas y deportadas a Auschwitz. La intervención del pontífice, sin duda, hubiera podido frenar o limitar esa deportación masiva de la que sólo quedó un puñado de sobrevivientes.

Para el Vaticano, los hechos históricos tuvieron dos caras. Durante la Segunda Guerra Mundial, una parte de la jerarquía de la Iglesia católica se alineó en gran medida con el régimen nazi, mientras que, por otro lado, sacerdotes, frailes y monjas se jugaron sus vidas para ayudar a los judíos en su huida de la represión del Tercer Reich. Un ejemplo de este apoyo es la labor realizada por una red de asilo clandestina que desde la ciudad de Asís, cuna de San Francisco, salvó la vida a centenares de refugiados que trataban de evitar la muerte segura tras su traslado a los campos de concentración.

Por otra parte, existen numerosos testimonios de que varios líderes nazis lograron escapar, sobre todo hacia Chile, Brasil y Argentina, refugiándose en el Vaticano y con el apoyo activo de sacerdotes y monjas.

Incluso el proceso de beatificación de Pío XII inició con el apoyo de líderes judíos por su tarea clandestina para ayudar a los perseguidos en toda Europa y en Roma. Pero la controversia y los testimonios encontrados han congelado ese proceso.

En los últimos diez años varias personas han trabajado bajo la dirección de Sergio Pagano, prefecto del Archivo Secreto, para ordenar unos 16 millones de documentos, más de 15 mil sobres y dos mil 500 archivos procedentes de la Secretaría de Estado, el resto del Vaticano, las nunciaturas, etc.

Es un impresionante caudal de información, pero difícilmente disipará las dudas sobre Pío XII, cuya participación en la posguerra, por ejemplo, para evitar que ganara las elecciones el Partido Comunista en Italia y en otros países de Europa, fue tan activa e indudable, como en muchos casos ilegal. Incluso en esos años, alianzas con políticos, como Giulio Andreotti, mafiosos protegidos también en aquel momento por el propio Estados Unidos, se fue formando un conglomerado que engendró, años después, monstruosidades como la logia P2, que encabezaba Licio Gelli, que llegó a manejar las finanzas del Vaticano a través del banco Ambrosiano. Pero ésa es otra historia.

“La Iglesia no teme a la historia”

“La Iglesia no teme a la historia, al contrario, la ama”, expresó el Papa Francisco al anunciar, el pasado 4 de marzo, su decisión de abrir, el próximo año, los archivos secretos que contienen documentos de la época de la II Guerra Mundial y del controvertido papado de Pío XII, que cubren los años 1939-1958.

Los críticos de Pío dicen que no hizo lo suficiente para combatir públicamente el ascenso del fascismo en Alemania e Italia: en junio de 1949 el pontífice decretó la excomunión de todos los comunistas italianos, pero se negó a hacer lo mismo con Adolfo Hitler (primera foto) y Benito Mussolini (segunda imagen) durante la guerra. Por el contrario, sus partidarios afirman que trabajó diligentemente tras bambalinas para salvar a los judíos del Holocausto.

“Fue criticado y juzgado superficialmente por algunos aspectos de su pontificado y ahora, gracias a la apertura fielmente deseada por el Papa Francisco, creo que los historiadores que saben investigar, sin prejuicios, pero con la ayuda de nuevos documentos, pueden encontrar su riqueza y su importancia realista”, afirmó el prefecto de los Archivos Secretos, Sergio Pagano.

 

David Rosen, director internacional de asuntos interreligiosos del Comité Judío Americano, celebró el anuncio del Vaticano y externó que habían solicitado acceso a los archivos secretos durante décadas. En tanto, el rabino Riccardo Di Segni, rabino jefe de Roma, dijo que es “mejor tarde que nunca”.