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El Papa y su mentora

Nos decían en Argentina que, si el presidente Javier Milei no hubiera dicho que el Papa Francisco era el “Representante del diablo en la tierra”, hubiera triunfado en la primera vuelta.

Poco después, a Javier Milei lo recibió el Papa Francisco en una audiencia que duró bastante más de lo habitual. De ese encuentro, Milei aseguró haber salido muy feliz.

Lamentó la muerte del Sumo Pontífice. Dijo que había sido un honor conocerlo, a pesar de las diferencias del pasado, y se declararon siete días de duelo nacional en el país que vio nacer al Papa Francisco.
La relación entre el Papa Francisco y algunos políticos argentinos fue tensa a momentos, y es que mientras muchos se quisieron colgar las medallas del trabajo social, como los Kirchner, el Papa sí trabajó de manera profunda.

Opositores trataron de asegurar que el Papa Francisco no había apoyado a las víctimas de la dictadura argentina. La realidad es que muchas personas han salido a hablar sobre el sostén del Santo Padre durante esta época tan difícil.

Sin duda los años difíciles en Argentina marcaron al Papa Francisco. Las víctimas de la dictadura aseguran que hizo lo que pudo para apoyarlos. Recordemos que, en los años 70, el Santo Padre no tenía el poder para enfrentarse a los militares.

A los pocos días de que seis diputados del partido de Milei, La Libertad Avanza, se reunieron en la cárcel con militares detenidos por asesinatos, torturas y secuestros durante la dictadura, el Papa mandó un mensaje contundente: “No hay que bajar los brazos, viva la memoria, no sólo la de ideas sino los testimonios”.

Así fue como llegamos esa tarde de agosto a su casa de Santa Marta. El Papa quería hablar de su juventud y de su mentora y amiga, Esther Ballestrino de Careaga, quien fue la fundadora de las Madres de Plaza de Mayo.

Los diputados habían ido a visitar y pedían la libertad de Alfredo Astiz, quien cumple una condena a prisión perpetua por secuestros, torturas y asesinatos.

Entre sus víctimas están tres madres de Plaza de Mayo, que en 1977 buscaban a sus hijos desaparecidos; también las monjas francesas Alice Domon y Léonie Duquet.

Tras este hecho y el mensaje enviado por el Papa Francisco, a través de Anita Fernández, nieta de la amiga y mentora del Papa, este encuentro fue repudiado por la oposición política y por organismos de derechos humanos. Incluso, generó tensión dentro del oficialismo. El propio Milei se deslindó de las acciones de estos mismos diputados e, incluso, alguno de estos legisladores se arrepintió públicamente de la visita.

En este contexto es como fue el encuentro que tuvimos Jorge Fernández Menéndez, Anita Fernández y yo con el Papa Francisco. Él quería ver a la nieta de su amiga Esther Ballestrino de Careaga. La madre de Anita, Ana María Careaga, fue secuestrada y torturada por la dictadura militar.

Sin duda, esta plática fue importante para el Sumo Pontífice, porque narró el encuentro en su autobiografía: “La niña que llevaba Ana María en su vientre cuando la secuestraron, Anita, vino a verme al Vaticano. ‘No se rindan’, le dije, ‘conserven la memoria’”.

Y el Papa nos platicó de Esther Ballestrino de Careaga, a quien conoció desde muy joven, tenía 16 cuando entró al laboratorio a trabajar.

Papa Francisco (PF): Esther era un mujerón, era una mujer decidida y una madre muy madre, o sea, no era una ideóloga, era una mujer que trabajaba, que tenía sentido común, que ayudaba a aprender las cosas. Me ayudó tanto, muy humana, muy humana y madre.

¿Cómo era Esther como jefa?

PF: Muy respetuosa. Jamás te imponía una idea, decía la suya. En esa época había más respeto.

¿Recuerda alguna anécdota, plática con ella?

PF: Eran una detrás de otra, yo la respetaba y ella me respetaba, recuerdo mucho todas las historias alrededor de los esposos, ahí sí recuerdo mucho. Por ahí me daba un libro y me decía: “Mira, léelo, te va a interesar”. Yo le decía: “Explícame esto”, y ella me lo explicaba y me respetaba. Cuando yo me metí de cura, ella me respetó, ésa es la amistad.

¿Nos quieres contar cuando te llamó para que le cuides los libros?

PF: Sí, eso fue genial. Me dijo: “Sí, ¿puedes venir?, la abuela no está bien”, me dice: “¿Puedes venir a darle la extremaunción? Trae la camioneta”. Ahí me di cuenta de que quería que me llevara algo.

Que era un riesgo también tener guardados esos libros en ese momento.

PF: Que a mí una vez me dijo que le gustaría tenerlos, yo le dije: “Cuando quieras, están en tal lugar”, pero bueno, eran los libros de batalla, de pensamiento marxista, político.

¿Qué hubiera pasado en ese momento si los militares de la dictadura lo encuentran a usted con esos libros? Hubiera sido gravísimo, ¿no?

PF: No sé, mejor no pensarlo, pero gracias a Dios los cargué y me los llevé a San Miguel. Uno sabía cuándo podía hacerlo o no, peor era cuando llevaba alguno escondido. Me acuerdo de un uruguayo, murió hace poco, un chico joven que vino de Uruguay a escapar y acá lo seguían, entonces yo lo refugié en San Miguel, él me dijo: “Chico, yo voy a andar en la iglesia tal, en tal banco”. Yo no lo conocía, nos presentaron, lo metí en el auto atrás, cubierto con una frazada, en el asiento atrás, abajo, y lo llevé a San Miguel y tuvimos que pasar, porque ya había pasado la Plaza de Mayo, tres guardias militares. Nada, pasamos; uno cuando hace esas cosas no se da cuenta.

Mucha gente no sabe cómo vivió usted durante esos años de la dictadura argentina, porque mucha gente dice llanamente que no se lo imagina. ¿Cómo lo vivió usted?, porque, además, nos consta que tuvo un papel importante para nosotros y para muchos otros, para nuestra familia y para muchas familias.

PF: Todos los días había noticias de gente que tomaban presas, desaparecidas, y hay que vivirlas con mucho cuidado. Con mucho cuidado habías que vivirlas. En San Miguel había muchos escondidos, con la excusa de que iban a hacer ejercicios espirituales, los teníamos guardados. Me acuerdo una vez un chico, se había casado hacía poco, dos años, tenía una bebita, trabajaba en el observatorio cercano y un día se lo llevaron y me acuerdo de que yo fui al cuartel de la aeronáutica porque suponíamos que estaba ahí, en la zona de San Miguel. El hombre que estaba a cargo parecía un hombre bueno, yo sospechaba que estaba ahí, casi seguro, le dije: “Mire, esta gente que es detenida vive un infierno, pero ustedes que los tienen van a vivir otro infierno peor”, y no sé qué le dije. Se veía que era un hombre bueno, eso fue a la mañana, casi al mediodía, por la tarde, casi las cinco, pasó por el colegio y me dijo: “Lo van a dejar libre esta noche en tal lugar. No diga nada”. Le avisé a la mujer, fuimos allí y un auto lo dejó libre. Lo llamo todos los 24 de junio, porque es su cumpleaños, vive acá en el norte de Italia, Sergio Goguli.

Recen por mí, que yo lo hago por ustedes.