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El salario del miedo

 

El salario mínimo en México sirve para muchas cosas: para fijar multas o pensiones, para establecer los aumentos en los contratos colectivos de trabajo o para tener el último lugar en ese tipo de instrumento entre los 23 países de la OCDE. Alcanza para todo, menos para vivir con él: nadie puede sobrevivir, mucho menos una familia completa, con 67 pesos diarios (y eso en el DF porque en otras zonas geográficas es de apenas 62 pesos). Pero ese es el salario mínimo en nuestro país.

Se dice que poca gente gana un salario mínimo, pero eso no impide que exista la necesidad de revisarlo porque son entre tres y cuatro millones de personas las que viven con él. Esa es la medida de la desigualdad en nuestro país, la que nos destruye como sociedad.

Aumentar el salario mínimo efectivamente no disminuye la profundidad de esa desigualdad. Si se aumentan las percepciones, aumentarán también los precios y la inflación se comerá el incremento del sueldo. Es un camino que en el pasado hemos recorrido en muchas ocasiones y en esa carrera los que pierden siempre son los asalariados.

Pero eso no implica que no se pueda realizar, como lo planteó Miguel Ángel Mancera, Jefe de Gobierno del DF, un proceso gradual que vaya aumentando los salarios como parte de un plan integral, sin llegar a excesos como el planteado por Miguel Barbosa, el coordinador perredista en el Senado, quien estima que debería estar en 584 pesos diarios.

Exceso porque no es posible un aumento de esa magnitud, y no porque no fuera un objetivo deseable, sino porque la economía real no lo soportaría. Mancera ha dicho que tratará de avanzar en ese tema aunque sea sólo en la capital del país, analizando la posibilidad de un aumento, una negociación, paralela para las empresas y asalariados asentados en el Distrito Federal. Habrá que ver cómo sale el experimento por dos razones: la primera, porque no será sencillo que los empresarios acepten una doble negociación (aunque es en el DF donde el número de personas que cobran un salario mínimo es menor); además, porque ese incremento al mínimo podría trasladarse al resto de la negociaciones colectivas con tasas que vayan bastante por encima de la inflación.

No será sencillo lograrlo, pero se debe intentar. En todo caso, lo más interesante de la propuesta de Mancera, que muchos han compartido, es que se genere conciencia de que con los actuales salarios mínimos, y con tales márgenes de desigualdad, no se puede seguir. Debe haber un cambio y debería existir voluntad política de todos para lograrlo.

bibibelsasso@hotmail.com
Twitter: @bibianabelsasso