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Festejo sin triunfo aún

La presidencia de Brasil no quedó definida este fin de semana, y será el próximo 30 de octubre, cuando se lleve a cabo la segunda vuelta de las elecciones presidenciales.

Pero en México, el Presidente López Obrador, funcionarios de primer nivel y gobernadores, mandan mensajes de felicitaciones para Luiz Inácio Lula da Silva. Si bien salió con ventaja en los comicios electorales, todavía faltan otros 30 días de campaña para que Lula pueda garantizar el triunfo. En Brasil miden fuerzas la ultraderecha, del actual presidente Jair Bolsonaro, y la izquierda, de Lula da Silva. Y mientras en México apoyan a Lula da Silva, quien ha hecho varios llamados a votar por Bolsonaro es el expresidente de Estados Unidos, Donald Trump.

En esta primera vuelta, Lula obtuvo 48.25 por ciento de los votos, frente a 43.10% para el mandatario, con el 99% de los colegios electorales escrutados. Se impuso por 5 puntos, pero no alcanzó el 50% más uno, que es requerido por la ley. Como no se logró ese 50% las leyes electorales de Brasil piden que se lleve a cabo una segunda vuelta.

Los resultados sorprendieron debido a que prácticamente todos los sondeos daban cuenta de una diferencia mucho más holgada en favor de Lula, líder del Partido de los Trabajadores (PT).

Pero Bolsonaro hizo una campaña muy fuerte para tratar de acortar la ventaja, incluso le echaron a perder la fiesta a Lula, quien había reservado la emblemática avenida Paulista para celebrar en Sao Paulo y ahora tendrá que esperar. Es el reflejo que estamos viendo de polarización en América Latina.

Muchos brasileños tienen en la memoria el boom económico de Lula de 2003 a 2010, que estuvo impulsado por altos precios de las materias primas, lo que permitió que miles de personas ascendieran a la clase media con programas sociales del Gobierno.

La estrategia de Lula para lograr sacar a millones de brasileños de la pobreza fue por un lado dar apoyos, pero por el otro, llevar toda la inversión extranjera que pudo. Durante su mandato Brasil estaba en una gran época. Una economía que catapultó al país y que lo llevó a ser considerada como una de las naciones emergentes de mayor crecimiento.

Terminó Lula con una muy buena aprobación, lo sucedió Dilma Rousseff, su más cercana colaboradora. Pero todo se derrumbó y Dilma no logró darle el seguimiento que había dejado el gobierno de Lula.

Ambos fueron acusados de corrupción. El propio Lula estuvo 19 meses preso. Fue sentenciado por motivos procesales por el escándalo Lava Jato, sobre una red de sobornos en la petrolera estatal Petrobras, pero el Supremo Tribunal Federal brasileño anuló sus condenas en 2021, por fallas en el proceso que condujo el entonces juez Sergio Moro, quien luego fue ministro de Bolsonaro.

A Lula lo encarcelaron diciendo que había recibido como soborno un departamento.

Y la vida, sobre todo la política, da muchas vueltas. Mientras desde la derecha se metió a Lula a la cárcel y así se le abrió camino a Jair Bolsonaro para gobernar el país, ahora se enfrentan en las urnas con un Lula fortalecido.

Recordemos que Lula, de 76 años, es apoyado por las clases populares, las mujeres y los jóvenes, pero no ha podido borrar la mancha de la corrupción. Buscó ampliar su base electoral con acuerdos como el que alcanzó con su candidato a vicepresidente, Geraldo Alckmin, un exrival suyo de centroderecha al que derrotó en las elecciones de 2006.

La moneda sigue en el aire

Y como parte de su discurso de campaña, Lula prometió combatir el hambre en Brasil y sacar al país de su aislamiento diplomático al que está sometido en los años en los que ha gobernado Bolsonaro. Algo que ya mostró en su anterior Gobierno y logró gran éxito. Y es que uno de los logros más importantes que tuvo Lula, fue precisamente haber sacado de la pobreza a miles de brasileños.

En tanto, la derecha que apoya a Bolsonaro tiene muy presente el desplome que tuvo la economía brasileña, bajo el mandato de la sucesora de Lula, Dilma Rousseff, y los grandes escándalos de corrupción en los gobiernos del Partido del Trabajo.

Bolsonaro quedó al frente de Brasil, luego de prometer que acabaría con la corrupción, sin embargo, su Gobierno también quedó salpicado por denuncias de sobornos y cohecho. Además, Bolsonaro fue responsable del mal manejo de la pandemia por Covid-19, que dejó más de 685 mil muertes.

Bolsonaro llegó a minimizar tanto la pandemia, que llegó a comparar al Covid con una “gripecita”, y se mostró escéptico sobre las vacunas para combatir la enfermedad.

Bolsonaro, un excapitán del ejército, de 67 años, centró su estrategia de campaña en los valores morales: “Dios, patria, familia”, un discurso patriótico y los ataques a su adversario Lula, al que se refiere como el “ladrón” y “expresidiario”.

Como parte de su campaña, aumentó 50 por ciento el programa Auxilio Brasil de subsidios a los pobres en agosto, hasta 600 reales (unos 115 dólares) por persona. Mantiene un sólido apoyo entre los evangélicos, que representan un tercio del electorado, el agronegocio y los sectores populares que no perdonan al Partido de los Trabajadores de Lula sus escándalos de corrupción.

Éstos son los dos extremos en los que vive la política del país sudamericano, mientras los ciudadanos están más preocupados por la economía y la salud. De acuerdo con la Red Pesquisa en Soberanía y Seguridad Alimentaria (Penssan), 33 millones de personas pasan hambre y 125 millones padecen inseguridad alimentaria.

Incluso, advierte que el gigante latinoamericano ha retrocedido a niveles de hambruna similar a las que vivió en 1990, esto, como consecuencia del retiro de políticas públicas.

Brasil entró en recesión desde 2021, luego de los estragos que causó la pandemia por Covid-19, y para este año ha mostrado un ligero crecimiento y la tasa de desempleo cayó 9.1% en julio; sin embargo, estos avances no son percibidos por la población.

La decisión que se tome el 30 de octubre no sólo afecta a Brasil, sino a la región latinoamericana, que hasta el momento ha inclinado el péndulo hacia gobiernos de izquierda.

Todo parece indicar, según lo que hemos visto en la mayoría de los casos, que la gente vota lo contrario al partido que está en el poder. Ahora, ambos contendientes ya gobernaron. La época de Lula fue extraordinaria para Brasil, pero esa bonanza no se pudo sostener. Si nos regimos por la tendencia, Lula da Silva ganará la presidencia, y ahora le tocará superarse a sí mismo, lo que será difícil. Mientras tanto, aquí en México, sin que se haya presentado Lula a la segunda vuelta, ya lo dan por ganador.