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Japonés se arriesgó para salvar a familia de Madero

Poco se sabe que en 1913, durante la Decena Trágica en México, el encargado de negocios en la Embajada de Japón en nuestro país resguardó a la familia del presidente Francisco I. Madero.

Horiguchi Kumaichi arriesgó su vida y la de los suyos para salvaguardar a la esposa, los padres y dos hermanos del expresidente. Un Samurái en la Revolución Mexicana, de Carlos Almada (CA), es una investigación profunda sobre esta historia que une a México con Japón.

CA: Se conocía que este salvamiento o asilo del encargado de negocios de Japón en México, una especie de embajador en la época, Horiguchi Kumaichi, había asilado a los padres, a la esposa y a las hermanas del presidente Madero, lo que se conocía menos era el porqué, y qué fue lo que ocurrió durante esos diez días en los que la Ciudad de México fue escenario de los momentos más duros de su historia desde la Conquista por Hernán Cortés. Hubo, se estima, cinco mil muertos, y los familiares del presidente podrían haber sido asesinados, era un riesgo real. Horiguchi Kumaichi fue personalmente, el 9 de febrero de 1913, al Castillo de Chapultepec a visitar a la señora Sara Pérez de Madero y mostrarle su solidaridad. Por la tarde, sus padres y demás familiares, incluida doña Sara, se trasladaron a su casa, prácticamente vecina de la delegación de Japón, que estaba sobre lo que hoy es Parque Roma, y ahí pasaron esos días.

BB: ¿Cómo fueron esos días de la familia Madero en la casa de Horiguchi Kumaichi?

CA: Llegaron aproximadamente 30 personas, tuvieron que dejarle sus camas los familiares del diplomático japonés, sus propias recámaras, a don Francisco Madero Hernández y a doña Mercedes González de Madero, como una deferencia especial. Fueron días de enorme ansiedad, la ciudad estaba sujeta a un terrible fuego de artillería y a enfrentamientos en las calles, ya que los rebeldes intentaron, el domingo 9 de febrero, tomar Palacio Nacional; lo lograron sólo unas horas, después fueron desalojados. El general Reyes fue muerto en las primeras escaramuzas esa mañana, hubo cientos de decesos en el Zócalo y los otros sublevados, Félix Díaz, el sobrino de don Porfirio, y el general Mondragón, se refugiaron en la Ciudadela, que era la fábrica de armas más importante del Ejército, por lo que los siguientes días fueron verdaderamente de pánico para la población.

BB: ¿Este asilo fue en secreto absoluto? ¿Corría riesgo el señor Kumaichi?

CA: El señor Horiguchi fue muy discreto, pero se sabía que estaban ahí, y eso fue bien recibido por la población mexicana. Había graves riesgos, incluso cuando el presidente fue víctima del segundo golpe de Estado, ya encabezado por Victoriano Huerta, se había designado de manera malhadada comandante de la plaza militar en la Ciudad de México, el 18 de febrero de 1913 ocurrió el segundo y exitoso golpe de Estado y encarcelamiento del presidente; corrían rumores de que era terror psicológico de que la delegación iba a ser bombardeada por la artillería como una forma de presionar al presidente Madero a renunciar, que era el plan del general Huerta.

BB: Parte de la información en este libro lo obtienes del diario personal del exagregado de negocios japonés en nuestro país.

CA: Sí, su diario fue descubierto por casualidad por la profesora Graciela Altamirano Cozzi, del Instituto Mora, que lo publicó por ahí de 2007, fue conocido por un público muy pequeño, entre ellos el senador Patricio Martínez, de Chihuahua, y, con base en eso, propuso en el Senado hacer un homenaje a Horiguchi en 2015. En esa época yo había sido designado embajador en Japón, y me interesó mucho el tema cuando me enteré de que hubo una instrucción del Senado y la Cancillería de investigar más sobre Horiguchi. Por casualidades del destino, mi esposa es descendiente directa de los Madero, tuve acceso a documentos, materiales y testimonios de la familia, y en Tokio conocimos a la nieta del diplomático, que es una señora de gran calidad, conocía perfectamente lo ocurrido y tenía una gran cantidad de material, además de los archivos de la Cancillería japonesa. Esos archivos, como los telegramas intercambiados entre Horiguchi y su Ministerio de Relaciones Exteriores tienen mucha información.

BB: El tiempo que estuviste de embajador tuviste acceso a varios de estos expedientes.

CA: Este episodio en México fue olvidado después de la Segunda Guerra Mundial. En 1933, Horiguchi recibió una de las primeras medallas del Águila Azteca, fue muy recordado, y en 1935 vino a México, en donde se encontró, por cierto, él acompañado de su esposa, con la señora Sara de Madero y con los maderistas que todavía vivían. Fue muy bien recibido; El Universal publicó en 1934 el diario integral de Horiguchi, pero en México se perdió la memoria de ese incidente porque quienes vivieron la Decena Trágica, en particular doña Sara y sus hermanas, no quisieron volver a hablar del tema. Después vino la Segunda Guerra Mundial y la memoria se diluyó en México; en cambio, en Japón, el hijo del diplomático, Horiguchi Daigaku, fue un gran poeta, muy conocido, un Jaime Sabines japonés, fue muy popular, sumamente importante en el siglo XX, y un gran traductor de francés al japonés y viceversa. Tanto él como su padre escribieron sobre este hecho que fue el más importante en la vida diplomática de Horiguchi Kumaichi, quien estuvo en muchos países y en algún momento su jubiló; pero en México, por diversas razones, particularmente las derivadas de la guerra y del fallecimiento de doña Sara Pérez de Madero y de sus criadas, el episodio se diluyó.

 

BB: Carlos Almada ya no nos cuentes más para que la gente pueda leer completo Un Samurái en la Revolución Mexicana.