Justicia por error
Lo intentaron matar en tres ocasiones. Sobrevivió a esos atentados. Pablo Luvinoff Arroniz, patriarca gitano en México, había denunciado ante la Procuraduría General de Justicia del Distrito Federal secuestros y extorsiones cometidos por y contra integrantes de su propia comunidad.
Por las declaraciones de Luvinoff, la banda de los Julupesty o Familia Yankovich, un grupo de gitanos originarios de Sudamérica, se puso en la mira de las autoridades.
Era junio del 2003 y el patriarca afirmaba que esa banda había perpetrado 50 robos a casa habitación y que las autoridades tenían que actuar con rapidez porque se podría desatar una serie de homicidios en la ciudad. Esta banda mataba a quienes se negaban a darle dinero.
Víctor Ronquillo, un muy buen periodista, trabajó intensamente esta historia para Todo Personal. Relató la forma en que Luvinoff había sobrevivido a los tres atentados.
En ese camino, Yanco, el hijo mayor del patriarca, falleció en un sospechoso accidente carretero. Su padre siempre creyó que en realidad lo habían matado. En otro atentado, Luvinoff sobrevivió, pero su hija Nancy, de 13 años, murió asesinada.
En otra ocasión, un hombre moreno de baja estatura se le acercó cuando caminaba rumbo a la iglesia evangélica de la que era pastor; le dijo que le tenía un regalo y le disparó. También ahí salvó la vida.
Las amenazas se cumplían de forma trágica, decía Pablo Luvinoff, en sus entrevistas con Víctor. Pero nada pasaba.
El líder gitano había denunciado los crímenes en las procuradurías de justicia del DF, de Jalisco, de Nuevo León, del Estado de México… incluso éstas alcanzaron a comunidades gitanas en Estados Unidos.
Insistía en que se trataba de un asunto que iba mucho más allá que una pugna entre los suyos. Y estaba dispuesto a que lo investigaran, para que su gente dejara de vivir con el temor a esos grupos criminales.
Puba, como lo llamaba su grey, también denunció raptos de mujeres menores de edad.
Pero gran parte de estas denuncias se encuentran olvidadas en los expedientes de las distintas procuradurías. Casi ninguna se resolvió. La última denuncia olvidada fue la del homicidio del propio Pablo Luvinoff.
En el 2010, pese a que contaba con un grupo de escoltas para su seguridad personal, fue asesinado de un disparo en la cabeza, en una habitación del Hospital Médico General de Coyoacán, a donde había sido ingresado por una cardiopatía.
Pasaron cuatro años y el homicida fue detenido la semana pasada, por casualidad.
Si bien tenía órdenes de aprehensión desde 2008 y en 2010 se supo que él había sido el asesino, no fue detenido. Su nombre es Carlos Mario Castillo Conde, aunque utilizó varios seudónimos.
Se había refugiado en Mérida, Yucatán. Pero allí intentó violar a una joven de 16 años que trabajaba en su casa, quien interpuso una denuncia en su contra por agresión sexual. La fiscalía general del estado abrió un expediente por delitos de corrupción de menores y violación equiparada.
Al ser boletinado por la fiscalía, se detectó a través de Plataforma México, que este hombre era buscado por el homicidio de Luvinoff.
Y así, aunque haya sido por error, el asesino del patriarca gitano que sobrevivió a tres atentados y que al cuarto murió, por fin tendrá castigo. Una suerte de castigo divino, por asesino y por violador.
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