La cárcel no es la solución
¿Habrá algo peor para un padre que perder a su hijo de 12 años porque fue golpeado brutalmente contra una pared por sus propios compañeros de escuela, como fue el caso de Héctor Alejandro Méndez, en Tamaulipas? ¿Y qué tal el caso de Kevin de Jesús Calderón en Tabasco? Un niño con problemas de aprendizaje que fue golpeado y amarrado con cinta canela, y después enjaulado.
Cuando escuchamos historias como éstas, inmediatamente pensamos cómo deberían ser castigados los responsables. Pero el problema es tan complejo que encarcelar o cobrar multas es insuficiente. Es imposible tener las cárceles o centros de readaptación repletos de niños, o de sus padres, porque han practicado violencia contra otros compañeros.
Ha habido iniciativas de ley para combatir el bullying. Recientemente senadores del PRI, PAN, PRD y PT presentaron una en la que se contemplan sanciones que van de los cinco mil salarios mínimos a padres, tutores o maestros, hasta penas de cárcel. De acuerdo con la iniciativa, turnada a comisiones, habría asistencia psicológica tanto al agresor como a sus familiares, pero ésta no condiciona la asistencia del menor a la escuela.
Son muchísimas las causas que provocan este tipo de violencia. En ocasiones el menor proviene de una familia donde hay violencia, porque la violencia no es natural del ser humano, se aprende, y los niños tienden a imitar a las personas con quienes empiezan a socializar. Si un niño sufre un trato violento, de esa forma va a actuar. La violencia se traslada a las escuelas.
Muchas veces la violencia se puede reforzar con programas de televisión o por lo que se ve en Internet, cuando estos medios no se utilizan de una manera responsable.
También hay casos de niños que son extremadamente violentos, aunque no vivan en esta condición. Es el caso de menores a quienes sus padres no les ponen límites.
Pero si en la casa las cosas están bien, los alumnos también aprenden de sus mayores. Ahora tenemos en este país una crisis con los maestros de la CNTE. Hacen manifestaciones, rompen vidrios, destrozan todo lo que encuentran a su paso e incluso golpean a policías, y luego quedan impunes. Eso también se aprende.
La violencia no siempre se da entre compañeros. Hay violencia de alumnos hacia maestros o entre los propios padres de familia. Hay cientos de quejas por esta causa presentadas ante la CNDH. Y hay otro tipo de actos difíciles de definir. Recientemente una trabajadora social de la CNDH acudió a dar unas pláticas a un grupo de jóvenes, y durante todo el encuentro éstos se dedicaron a masturbarse como “protesta”.
El Gobierno Federal ha anunciado que invertirá 160 millones de pesos en programas para prevenir el bullying. Pero, la solución no es inmediata. Se tiene que trabajar mucho con la sociedad. Las sanciones no van a solucionar el problema. Ojalá que este dinero se utilice de la forma más eficiente.
Expertos en estos temas dicen que la solución es que haya módulos de psicología en todas las escuelas. Cuando hay un niño agresor, éste debe recibir tratamiento psicológico al igual que sus padres, condicionado a que termine el tratamiento antes de regresar a la escuela.
El mismo tratamiento deben recibir los maestros que permiten agresiones, así como los que agredan a sus alumnos. Y probablemente también los que son agredidos.
Si no afrontamos el problema social de fondo, las multas, la cárcel u otras sanciones no van a acabar con la violencia que tanto afecta a la sociedad.
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