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La carta de su violador

Se calcula que una de cada cuatro niñas y uno de cada seis niños sufren violación antes de cumplir la mayoría de edad. Lo más preocupante de todo es que los principales agresores sexuales de los menores son familiares, luego maestros y después sacerdotes: un 30 por ciento, por abuelos o padrastros; 13 por ciento por tíos; 11, por padres biológicos; 10, por los primos; ocho, por vecinos; siete, por maestros, y tres por ciento, hermanos.

El enemigo está en casa. El hogar es donde suceden casi seis de cada 10 agresiones, y cuatro de 10 son contra menores de 15 años.

En México, más de 50 mujeres son abusadas sexualmente al día. Cuando son mayores de edad, el riesgo a sufrir una agresión cambia y es fuera de casa.

Estudios serios, entre ellos uno de la Universidad de Cambridge, aseguran que hay que conocer la naturaleza humana y predecir el comportamiento de los hombres. El tener miedo puede salvarnos la vida. Nos ayuda a huir del peligro.

Lo más importante es la prevención. Casi todas las víctimas de violaciones narran que antes de la agresión, presintieron que algo les podía suceder.

El no caminar por una calle obscura, aunque nos tome más tiempo llegar a casa, y el alejarse de ciertas personas que no nos dan confianza puede salvarnos. Hay que escuchar nuestra voz interior y enseñarles a los hijos a hacerlo para alejarse del peligro, para prevenir, pero también tenemos que exigir justicia en caso de que el abuso se haya cometido.

 

En este espacio les he presentado el testimonio de Ana Lucía Salazar, quien fue abusada sexualmente durante un año por el sacerdote Fernando Martínez en el Colegio Cumbres de Cancún.

Ana Lu asegura que ella sentía cuando iba a ser abusada, platica que había una maestra, Aurora Morales, que era prefecta de disciplina y aparte daba moral, y ella se encargaba de sacarla del salón y llevarla con Fernando Martínez para que el sacerdote la violara en las confesiones o en la oficina.

Era muy chiquita, tenía tan sólo ocho años cuando empezaron los abusos. Finalmente habló con su mamá y fue cuando dejaron de abusar sexualmente de ella.

Muchas veces como madre o padre, les exigimos a los hijos que saluden a sus mayores. Si su hijo o hija tiene el instinto de no querer estar cerca de esa persona, no hay que presionarlos, y ver qué está pasando.

Un niño toma en promedio 20 años en poder hablar de la violación que sufrió, de acuerdo con psicólogos especialistas del tema. Pero los códigos penales de México permiten que este delito prescriba a los cinco o 10 años. Por eso, muy pocos violadores son sentenciados.

Apenas la semana pasada, otra mujer que sabía que sería abusada, y quizá asesinada, escuchó su voz interior y salvó la vida, pero también enfrentó la corrupción y la falta de justicia. Fue secuestrada e introducida a un taxi. Al llegar a Indios Verdes, aquí en la Ciudad de México, se logró escapar, saltando del coche al llegar a un hotel de paso.

Llegó al Ministerio Público para presentar la denuncia, y ahí le pidieron las placas del taxi, porque si no, dijeron, no podían hacer nada. ¡Qué impunidad!

Misma impunidad que ha tenido el sacerdote Fernando Martínez, quien violó a Ana Lucía. Ella apenas recibió una carta este mes del secretario general de los Legionarios de Cristo, quien aseguraba que el Santo Padre había aceptado la salida de Martínez del estado clerical, por el bien de la Iglesia.

También recibió una carta de su violador, quien asegura “quiero asegurarte de que todos los días desde aquel entonces en mi oración pido por ti y por tu familia. Lo que yo no puedo resarcir espero que el Dios bueno lo sane y consuele”.

México ocupa el primer lugar en abuso sexual infantil según la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE). Se habla de que son 4.5 millones de víctimas, pero la realidad es que sólo se denuncian uno de cada 10 casos. Y más de 80 por ciento de los ataques se produce en el entorno cercano al niño o la niña.

Todos los días son violadas 50 mujeres. Hay que intentar prevenir estos abusos, pero también exigir, que no haya violación que quede en la impunidad.

 

La voz de la víctima

En este espacio he presentado el testimonio de Ana Lucía Salazar, quien dice: “Hablar de la pederastia clerical es difícil, no sólo como víctima, sino que no hay foros muy abiertos para este tema. Cuando yo tenía ocho años estudiaba en el Instituto Cumbres, de Cancún, antes se llamaba Instituto del Caribe, y ahí, junto con otras generaciones, inauguramos ese colegio. El sacerdote Fernando Martínez era el director del colegio y, bueno, él tenía prácticamente todo el poder dentro de la institución; yo acababa de llegar de Monterrey y no tenía muchos amigos. Entonces fui con Fernando Martínez en varias ocasiones a los confesionarios y por la eucaristía, porque hacían como una especie de misa exprés antes de los recreos y ahí es donde comenzamos a hablar, creo yo, es como más o menos la reconstrucción que tengo, ya que exactamente en el momento en que todo comenzó no podría explicártelo, ¿por qué?, porque es difícil discernir el momento en que se empieza a dar la situación, porque fue muy sutil, o sea, este tipo de violaciones no se dan desde la violencia, en general, sino que se dan con sutileza y te van llevando hasta que de pronto disocias, no entiendes exactamente lo que pasa y te violan, ¿no?, y eso sucedió durante aproximadamente un año, que es lo que yo más o menos pude reconstruir”.