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La carta: reacción en cadena

El peor rostro político del Presidente de la República, Andrés Manuel López Obrador, siempre aparecía, por lo menos así era en sus largos años de candidato, cuando reaccionaba con enojo o de botepronto ante un hecho o incluso una provocación. Sólo basta recordar que aquel “cállate chachalaca” dirigido al exmandatario Vicente Fox probablemente le ocasionó perder una elección presidencial. 

 

Así reaccionó este fin de semana cuando le tocó, como a casi cualquier político en funciones, en cualquier estadio del mundo, recibir el abucheo en el juego de apertura del estadio de beisbol Alfredo Harp Helú. En lugar de tomarlo con humor se enojó y terminó acusando del sonoro recibimiento a “la porra fifí”. Provocó exactamente lo contrario de lo que quizás pretendía: los abucheos cuando lanzó la primera bola del juego se redoblaron.

Pero ésa es una anécdota que le sucede, decíamos, a cualquier político al que le toque pasar por ese trance. Los mandatarios de todo el mundo tratan de hacer todo lo posible porque no les toquen juegos inaugurales, patadas iniciales o estadios abiertos, porque saben a lo que se exponen.

 

Lo de la carta a los reyes de España y al Vaticano para que pidieran disculpas al pueblo mexicano por los crímenes y violaciones de derechos humanos cometidos durante la Conquista, no es producto del enojo, del arrebato. No es siquiera una opinión, discutible, pero en última instancia, legítima, de un mandatario, es una carta con valor diplomático, enviada por un jefe de Estado a otros dos jefes de Estado a los que les exige una disculpa pública. No es el fruto de una larga gestión diplomática, ni la consecuencia de un trabajo realizado a lo largo de muchos años, sino una decisión personal madurada durante mucho tiempo: ya lo había dicho en su toma de posesión, con aquella extraña ceremonia de entronización de los pueblos originarios; también lo deslizó durante la visita del jefe de Gobierno español, Pedro Sánchez, y todo eso ahora estalla con la carta.

La misiva es un sinsentido diplomático de altura y ha tenido repercusiones en la relación de México con España y el Vaticano. El ministro de Exteriores de España, Josep Borrell, declaró que su país no pedirá perdón a México por los abusos de la conquista, “del mismo modo que no vamos a pedir a la república francesa que presente disculpas por lo que hicieron los soldados de Napoleón cuando invadieron España. Ni los franceses van a pedir a los italianos que se disculpen por la conquista de las Galias de Julio César”. La carta ha causado indignación en España, salvo en la corriente más a la izquierda del escenario político, Podemos.

En aparente respuesta, el Presidente Andrés Manuel López Obrador ha dicho que hasta que no llegue esa disculpa no participará en las celebraciones del 500 aniversario de la creación del puerto de Veracruz, al tiempo que las autoridades del puerto han informado que con todo ello está en duda la visita de los reyes de España, Felipe VI y Letizia, a esas ceremonias. Quizás es casualidad, pero al mismo tiempo que esto sucedía, el Vaticano explicaba que desde hace años, el Papa Francisco había pedido disculpas por los hechos sucedidos durante la Conquista, pero también informaba que Francisco no vendrá a México en 2021, como había sido invitado. Todo indica que Jorge Mario Bergoglio tendrá con López Obrador la misma distancia que tuvo durante su mandato con los Kirchner en su natal Argentina.

Y ante todo esto una no puede más que preguntarse cuál es el sentido, la necesidad de crear una crisis diplomática con uno de nuestros principales aliados internacionales y con el Vaticano, con el peso obvio de la cultura hispánica y de la Iglesia católica en nuestra sociedad, por algo tan gratuito y que coloca al Presidente López Obrador, otra vez, junto a los dos mandatarios que han demandado algo similar: Nicolás Maduro y Evo Morales. Todo ha sido una reacción en cadena, de esas que se saben cuándo y por qué comenzaron, pero nunca cómo terminan.

Doble ponchada…

El pasado sábado 23 de marzo el Presidente Andrés Manuel López Obrador recibió su primera rechifla desde que tomó posesión y ocurrió al inaugurar un estadio de beisbol de Alfredo Harp Helú. Los abucheos, silbidos y expresiones de ¡fuera!, ¡fuera!, ocurrieron desde que el mandatario entró al campo de los Diablos Rojos del México.

Al hacer uso de la palabra, dijo que su discurso sería breve ante la presencia de la “porra del equipo fifí”. El jefe del Ejecutivo, quien según varias encuestas cuenta con la aprobación de la mayoría de los mexicanos y que, a diferencia de gobernadores y otros funcionarios, no había recibido estas muestras de desaprobación en sus eventos públicos, sostuvo que seguirá “lanzando pejemoña” y “ponchando a los de la mafia del poder”, a quienes controlará con curvas y rectas de 95 millas por hora, y que “la mayoría de la gente está a favor del cambio”.

Fue apenas el lunes que trascendió una carta que el tabasqueño envió al Rey Felipe VI y al Papa Francisco para pedir que uno y otro se disculpen por los abusos cometidos por España y el Vaticano durante la Conquista, hace 500 años, lo cual se ha convertido en la primera tensión diplomática seria entre dos países y que en el país ibérico ha generado una amplia reacción en contra.

 

El presidente del Gobierno español, Pedro Sánchez, fue el primer mandatario del mundo en visitar, el pasado 30 de enero, a López Obrador tras su toma de posesión. En esa ocasión expresaron importantes diferencias de criterio respecto a Venezuela (México es uno de los países que no ha reconocido como presidente interino a Juan Guaidó), lo cual no generó ni de lejos, un choque de este tipo, que fuentes de gobierno definieron como “diplomáticamente enojoso”.