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La derrota de Andy Ruiz

Andy Ruiz, el famoso boxeador nacido en Estados Unidos, pero con ascendencia mexicana, había esperanzado a muchos connacionales, quienes querían verlo ganar y poner el nombre del país en alto.

Pero el pasado sábado fue una tarde triste para el boxeo mexicano, y no sólo por el resultado, sino por el contexto en el que se dio la penosa actuación de Andy Ruiz. En el ring se veía un boxeador desalineado, con muchos kilos de más, casi 20.

Atrás quedaba ese joven atlético que saltó a la fama luego de convertirse en el primer campeón mexicano de peso completo, al vencer por nocaut técnico al británico Anthony Jo-shua, boxeador considerado por los especialistas como el favorito y con mucho mayor nivel que el mexicano.

Un Andy, que antes de saltar a la fama, se disciplinó para llegar algún día a ser un reconocido boxeador. Y lo logró.

Pero esa victoria puso a Andy bajo los reflectores; de ser un desconocido para la mayoría de los mexicanos, pasó a representar el sueño de muchos, de conseguir la grandeza gracias al trabajo, sacrificio y corazón.

Esta fama mareó al mexicano y se dedicó a “vivir la vida loca”.

Era un secreto a voces que no entrenaba y que no estaba preparado para la revancha.

Finalmente llegó el día y el pasado sábado subió al ring en el Diriyah Arena de Arabia Saudita. La historia fue muy diferente, Anthony Joshua puso en su lugar al mexicano y lo venció por puntos. Pero más allá del resultado, a decir de especialistas, lo que se vio arriba del cuadrilátero fue vergonzoso, un Andy Ruiz muy limitado y sumamente pesado.

Tras el combate, Andy Ruiz reconoció ante medios que se había equivocado y pidió perdón; “debí haberme puesto en forma, traté de hacer el entrenamiento por mi cuenta y lo lamento por ellos… No quiero decir que los tres meses que pasé de fiesta celebrando no me afectaron, porque ciertamente sí me afectaron”.

Pero lo cierto es que este fenómeno no sólo pasa entre los boxeadores mexicanos; los casos más comunes en nuestro país los vemos en los futbolistas, quienes después de un par de grandes temporadas, la fama los consume y debido a esto y a los excesos pierden su nivel sin siquiera llegar a encumbrarse. La lista es interminable.

A lo largo de la historia, el boxeo mexicano es uno de los pocos deportes en los que nuestro país es un referente mundial. Las vitrinas están llenas de cinturones de campeonatos mundiales en prácticamente todas las divisiones, además de medallas olímpicas.

Los boxeadores mexicanos son reconocidos en todo el mundo por su gallardía y corazón al pararse en el ring. Las historias detrás de cada campeón mexicano vienen acompañadas de carencias y hambre, fórmula que los ha llevado a encumbrarse en lo más alto del boxeo internacional.

Decía el expresidente de WBC, José Sulaimán: “el boxeo es el deporte de los pobres y mientras haya pobres en el mundo, siempre habrá boxeo”.

Muchas veces, cuando los jóvenes deportistas que han sufrido tantas carencias llegan a ser campeones de boxeo, logran fama y les llega con fuertes sumas de dinero, pierden contacto con la realidad. Se dedican a la fiesta, el alcohol, las mujeres y dejan poco tiempo para entrenar y alimentarse como atletas de alto rendimiento.

Así, de estar en la gloria del boxeo pasan en un abrir y cerrar de ojos de nuevo a la miseria, debido a su mal manejo de finanzas, excesos y malas compañías.

Sobre esta realidad, el mismo José Sulaimán escribía antes de su muerte: “llegan a conquistar la gloria, la idolatría, y, a veces, a vivir una vida de lujo. Riqueza que se esfuma cuando se les apagan las luces del ring y ven que su gloria vuela al pasado, dejándolos con la madurez de la vida, pero ahora con hambre y desesperación”.

Entre estos casos encontramos historias muy tristes e increíbles como la del boxeador mexicano Víctor Manuel Rabanales, El Lacandón, a quien lo estafaron vendiéndole, imagínese usted, ¡el volcán Popocatépetl!, que compró en 30 mil dólares. El púgil terminó incluso vendiendo su cinturón de campeón en 5 mil pesos.

El boxeador terminó de franelero, cargador, ayudante en fondas y taquerías.

Rubén El Púas Olivares estuvo en el top del boxeo mundial, se convirtió en cuatro veces campeón mundial. Toda su fortuna la perdió en fiestas que duraban hasta una semana.

Otro de los casos muy triste es el de Julio César Chávez, considerado el mejor boxeador mexicano de todos los tiempos.

La vida del césar del boxeo ha quedado plasmada en libros y miniseries, en donde se muestra el problema que tuvo con las drogas. Incluso, en un libro publicado por su hermano, se afirma que Chávez había inhalado cocaína en el baño del Papa en El Vaticano.

Debido a sus adicciones perdió su fortuna y llegó incluso a pensar en el suicidio, pero ha trabajado para corregir su vida y gracias a las regalías de sus libros, series y su trabajo como comentarista de boxeo, ha podido mantenerse.

El éxito que llega de manera
inesperada es difícil de manejar. Todo deportista profesional debe tener un equipo interdisciplinario. Me contaba cuando entreviste a Paola Longoria, considerada la mejor raquetbolista de todos los tiempos, lo importante que era la disciplina y el apoyo de especialistas.

Bibiana Belsasso: Paola, tienes un equipo interdisciplinario muy importante.

Paola Longoria: Sí, son seis personas. Está mi preparador físico, Efraín Lara, con quien llevo seis años y medio. Él está conmigo en Monterrey. Tengo mi psicóloga deportiva, Magaly Cerón.

BB: ¿Qué te dice la psicóloga?

PL: Yo a veces era una jugadora muy explosiva, me sacaban mucho de quicio las jugadoras. Mi súper rival, Rhonda Rajsich, esta norteamericana, la número tres, me acuerdo una vez que yo iba ganando….

BB: ¿La que te logró desplazar?

PL: Sí, y me quitó el invicto. Me acuerdo mucho que una vez jugando ella me dijo, en pleno partido, antes de sacar: ‘oye, Pao, ¿te gustan las hamburguesas?’. Y yo pensaba ‘por qué me preguntó eso’ y la hamburguesa se quedaba en mi mente.

BB: Para ganarte.

PL: Me desconcertaba y me desconcentraba y yo terminaba perdiendo. Estaba Bernardo de la Garza en aquel entonces como director de la Conade y me decía: ‘Pao, necesitas ver una psicóloga’. Le contesté: ‘no, ni que estuviera loca, ¿para qué?’. Y me respondió: ‘No Pao, es una psicóloga que te va a ayudar, precisamente a que en los momentos difíciles del partido no te desconcentres y no estés pelando a tu rival’.

Es una pena lo que le sucedió a Andy Ruiz esta semana. Un boxe-ador con brillante futuro por delante. Tiene dos opciones: rectificar en su vida personal y profesional y trabajar como lo ha hecho Paola Longoria, o seguir la misma suerte de muchos boxeadores que en su momento fueron exitosísimos y lo perdieron todo.