La epidemia del robo a casa-habitación
“Epidemia: Enfermedad que ataca a un gran número de personas en un mismo lugar y durante un mismo período de tiempo. Daño o desgracia que afecta a gran parte de una población y que causa un perjuicio grave”. Las grandes ciudades del país, comenzando por la Ciudad de México, están sufriendo una epidemia de robo a casa-habitación.
Muchos de los atracos son perpetuados por bandas criminales procedentes de Colombia. No son improvisados, son expertos en la materia e incluso dentro de su grupo tienen subespecialidades en las cuales fueron entrenados en su país.
Algunos han estudiado comportamiento humano y son expertos en la seducción y el engaño, para poder tener acceso a información sobre el bien inmueble y de la familia que será víctima. Buscan acercamientos con policías o quienes resguardan los fraccionamientos para trabajar con ellos.
Están los boqueteros, aquellos que abren las chapas, rompen paredes o mallas ciclónicas y cajas fuertes. Otros tienen especialidad en escalar o descender colinas o barrancas. Otros más saben de comunicación.
Otros son joyeros y saben desmontar joyas finas y fundir metales preciosos para venderlos en el mercado negro o incluso enviarlos a su país.
Puede darse que también intenten vender las joyas y relojes en México, pero es menos frecuente, saben que las posibilidades de ser capturados son mayores.
Hace un par de años habían dos o tres de estas bandas que operaban en la Ciudad de México. Cuando eran capturados los delincuentes eran deportados a su país, pero buscaban ingresar nuevamente. Ingresar a nuestra nación, aunque se haya sido deportado, no es difícil.
Ahora hay decenas de estas bandas, y cada vez más son integradas por un mayor número de personas. Son en su mayoría hombres y cada una puede estar compuesta de unos 8 o 10 integrantes.
No se ha dado un golpe fuerte contra estos criminales colombianos y han visto que en nuestro país, particularmente en la Ciudad de México, pueden operar cada vez con menor riesgo a ser detenidos.
También conocen las leyes, casi nunca entran con pistolas o armas largas para que, en caso de ser detenidos, aleguen que el robo fue hecho sin violencia y en ocasiones sólo se roban lo que les cabe en una mochila.
Es común que renten automóviles de lujo para llegar a las viviendas. Pero también han encontrado la oportunidad de rentar casas o departamentos en fraccionamientos de lujo, para conocer el modus vivendi de sus vecinos.
Así trabajan en las Lomas, Polanco, Santa Fe, en el Pedregal, Bosques de las Lomas y en otras zonas donde hay viviendas de poder adquisitivo medio y alto.
Un ejemplo: recientemente en el muy cuidado fraccionamiento de la zona poniente de la CDMX, Cumbres de Santa Fe, una de estas bandas rentó un departamento. Se hicieron pasar como una familia estructurada: papá, mamá e hijos. Desde ese departamento obtenían información de los vecinos y después asaltaban las casas y departamentos del fraccionamiento.
Tras cometer los robos, regresan los vehículos rentados y se van de la ciudad.
El mismo modo de operar se repite en varias ciudades, como en Monterrey, cuando en mayo fueron detenidos tres sujetos originarios de Bogotá, Colombia, después de haber robado una casa.
Pero además del robo a casa-habitación, las bandas de colombianos han emprendido un “negocio” que les deja miles de pesos cada semana: se trata del delito conocido como “gota a gota”.
Este sistema de extorsión consiste en ofrecer créditos con altas tasas de interés, lo que hace casi imposible pagar la cuota diaria; y cuando los deudores incurren en falta de pago, los delincuentes recurren a las amenazas, violencia o robo.
En los últimos seis meses, tan sólo en Ciudad de México se han reportado más de 340 denuncias por este delito.
En 2018 se informó que los delitos cometidos por bandas colombianas aumentaron 348 por ciento, los cuales pasaron del robo a casa-habitación y a cuentahabiente, a clonación de tarjetas de crédito, robo a transeúnte y narcomenudeo.
Y es que un año antes se identificó que una banda de criminales colombianos ya no operaba sola. Se supo que la agrupación que operaba en Ciudad de México y municipios aledaños del Estado de México, lo hacía con la protección del Cártel de Tláhuac y el grupo delincuencial La Unión Tepito.
Se identificó entonces que la líder de la estructura de prestamistas colombianos en la capital del país era Ángela Adriana Alzate Ayala, Angie.
Pero sus actividades se extendían a otros 22 estados de la República; es decir, 75 por ciento del territorio nacional, así como a 10 países de América Latina.
De acuerdo con el cónsul de Colombia en México, Luis Oswaldo Parada, el impacto mediático por estos delitos ya tuvo un impacto negativo entre la comunidad, que se estima llega a los 70 mil residentes.
Datos del Instituto Nacional de Migración indican que hasta mayo hubo mil 586 turistas colombianos rechazados, la mayoría por inconsistencias en su entrevista al momento de ingresar al país.
Y es que desde que se eliminaron las visas entre México y Colombia en 2012, el número de turistas provenientes del país sudamericano creció 181 por ciento en tres años.
En 2017, la organización “Colombia MapMX” informó que en nuestro país vivían 18 mil 735 colombianas y colombianos; 34.1 por ciento en la Ciudad de México.
Esto ha sido un problema para los millones de colombianos, honestos, trabajadores, que también han sido víctimas de estos mismos delincuentes.
Las autoridades de nuestro país deben de tener nexos con las agencias de seguridad en Colombia, quienes conocen a la perfección la forma de operar de estos sujetos. En algún momento mucho de ese intercambio de información se dio con el general Óscar Naranjo, un reconocido exjefe policial de esa nación, que incluso vivió un tiempo aquí, pero aparentemente esa relación se ha perdido.
Si no se empieza a dar golpes fuertes contra estas bandas criminales, cada vez llegarán más a nuestro país, y además adiestrarán, como ya lo están haciendo, a criminales mexicanos.