La fastuosidad duró muy poco, afirma esposa de Pablo Escobar
Victoria Eugenia Henao fue durante muchos años la esposa del narcotraficante Pablo Escobar. Junto con Jorge Fernández Menéndez platicamos con ella acerca de su historia, el ascenso del mítico capo colombiano, su caída y la persecución de su familia.
La madre de los hijos del líder del Cártel de Medellín narra los comienzos en el negocio del mítico capo; “para mí fue una cárcel de 9 años, no podíamos ni asomarnos a la calle”, recuerda
Pregunta: Conoces a Pablo a los 12 años y te casas con él muy chiquita; a los 16 años ya estabas embarazada de tu primer hijo.
VEH: Sí, conocí a Pablo a los 12 años, él tenía 26; era 11 años mayor que yo; era el vecino del barrio, el hijo del vigilante del barrio, a partir de ahí empezamos a conocernos. Yo me casé a los 15 años, me escapé de mi casa y no teníamos absolutamente nada, no teníamos con qué pagar una habitación, con qué comprar una cama. Tuvimos que pedir una habitación prestada a uno de sus familiares; mi madre me prestó la cama y me colaboraba a cuidar de mi hijo para que yo pudiera estudiar mi bachillerato. Y pasaron seis o siete años de mi vida en la que Pablo empezó con este tema político, porque él ya figuraba como un empresario; en los años 80 no se hablaba de narcotráfico ni eran personas señaladas.
Pregunta: ¿Cómo es la evolución de Pablo Escobar de chico de barrio a político y poderoso narcotraficante?
VEH: Pablo trabajó mucho en la acción comunal del barrio, desde los 16 años, y siempre se le vio su interés por la gente. Venía de un hogar con muchas limitaciones, mucho sufrimiento, y su desafío era salir adelante, ayudar a sus padres. Yo lo conocí en el barrio; empezó a trabajar en la venta de cigarros, de ropa de contrabando, que era un tema que no era mal visto; era una manera para muchísimas personas de ayudarse a su sobrevivencia.
Pregunta: Publicas un libro, Mi vida y mi cárcel, también un documental; debe haber sido una vida complejísima estar con un hombre que amabas, con el que tuviste hijos, y que se convierte finalmente en el hombre más buscado del mundo.
VEH: Sí, la realidad es que tuvieron que pasar 25 años de mi vida para empezar a recuperar mi voz y darme cuenta que, con miedo y todo, tenía que abrirme a contar mi historia, porque tiene que ver mucho con la mitología. Hablan mucho de mí los medios de comunicación, pero no hablan conmigo, y yo quiero que hablen conmigo, que sepan mi historia, mi sentir, mis dolores, mi vida y mi cárcel. Vivimos nueve años muy encerrados, por orden de Pablo, porque nos iban a matar; y la situación se volvió muy compleja, así que mis hijos y yo vivimos muy encerrados.
“Yo me convertí en la profesora de mi hija. Pasábamos el tiempo aprendiendo y leyendo y el día se iba, porque es muy fuerte vivir en un departamento con una niña de 5 años y un niño de 12 sin poder asomarnos por las ventanas porque alguien nos podía ver”
Pregunta: Lo dices en el libro: amabas a Pablo, creciste con él y estabas en un mundo muy machista, donde la mujer no se cuestionaba nada, simplemente cuidaba a los niños y estaba al pendiente del marido.
VEH: Exactamente; yo viví en una cultura muy machista. Esto es una historia de amor y yo he vivido como los dos personajes: el hombre que yo conocí en el barrio, la persona de la que yo me enamoré, y el personaje que terminó siendo. Yo no tenía absolutamente idea de nada, porque ni en los medios hablaban de la situación y en la cultura tan machista como la colombiana, tu marido sale a trabajar, él era un empresario, y yo me dediqué a educar a mi hijo y a estudiar.
Pregunta: ¿Nunca te dijo: “estoy en un negocio muy innovador que se llama la cocaína, voy a empezar a traficar”?
VEH: Nunca, nunca. Jamás en la vida llegó con ese tipo de comentarios, y aunque tiempo después se empieza a hablar de ese tema, yo a Pablo le preguntaba y todo el tiempo me negaba, decía que no tenía nada que ver; vemos en muchas entrevistas que le hicieron a él públicamente, que dice que está dedicado a la ganadería y a los negocios inmobiliarios y que no tiene nada que ver con ese negocio; ¿qué me podría decir a mí en mi casa?; además, yo era una niña, yo no era como un referente para él de opinión…
Pregunta: ¿Cómo comienza todo esto?
VEH: Creo que no es un espacio en el que puedas decir: “aquí está pasando esto”, no; mi marido me compró una casa, era cómoda, linda, pero tampoco un castillo; después compra la Hacienda Nápoles, no es la superhacienda, compra un terreno, con una casa antigua, sin luz, y todo tiene su proceso. Y realmente la vida de Pablo también tuvo un proceso. Yo lo escribo perfectamente en mi libro: la Hacienda Nápoles fue una parcela pequeña, que con los años fue creciendo y se convierte en este zoológico, que visitan 12 mil personas de muy escasos recursos, y que era el objetivo de Pablo, que el pueblo que no tenía recursos tuviera la oportunidad de ver en Latinoamérica el mejor zoológico al aire libre.
Pregunta: A Pablo lo describes muy bien: un diputado muy bien relacionado con liberales y conservadores, con gente de los dos partidos, que al mismo tiempo está creciendo en el negocio de la cocaína.
VEH: Él termina siendo representante en la Cámara, una persona reconocida, y ya en ese proceso empieza el ministro de Justicia, Rodrigo Lara Bonilla, a hablar de los dineros calientes en el país. Entonces yo estaba embarazada de ocho meses y medio de mi segunda hija y ocurre el 30 de abril de 1984 el asesinato del ministro Lara. Ahí fue como un antes y un después en nuestras vidas. Esto nos ocasionó irnos del país; yo me tuve que ir por la selva porque mi marido me dijo: “Te tienes que ir, porque te van a matar”. Pensaba: “soy la esposa del diputado, soy la esposa, ¿qué está pasando?”; no había tampoco a quién preguntarle, porque él ya se había ido del país. Entonces simplemente tenía que cumplir con las órdenes para salvar la vida de mi hijo, que tenía siete años en ese momento, y la vida de mi hija que estaba por nacer.
Pregunta: ¿Es el tiempo que Pablo se va a Panamá?
VEH: Sí. Yo llego allá y después nos encontramos. A los 10 días nace mi hija y 10 días después, él me dice: “Tenemos que mandar a Manuela para Colombia, porque esta situación está muy delicada, no sabemos si vamos a tener que escondernos, aguantar hambre o qué puede pasar, y no podemos cuidar de un bebé con la delicadeza que eso implica”. Dar ese paso, después de buscar un hijo por siete años, para mí fue muy doloroso; yo no entendía nada, le pedía regresar a Colombia con mi hija; yo le prometía que me encerraba en un departamento y él me decía que no, que no se podía. Yo siempre lo cuestioné, porque todo el tiempo era un ocultamiento y la realidad que yo vivía era otra. Él siempre se llenaba de explicaciones y más explicaciones.
Pregunta: El trato cotidiano de Pablo contigo, ¿era amoroso, era de la forma que platica tu hijo, que era muy buen esposo?
VEH: Sí, sí. Él siempre fue, yo conocí a un hombre muy romántico, muy respetuoso en el barrio, y nunca cambió esa manera de ser. Siempre hablaba de su hogar, que quería conservar su hogar, sus hijos, y fue cuidadoso conmigo; nunca delante mío me mostró ningún tipo de droga, nunca tuvo ningún vicio delante de mí. Armas, sí; él tenía la suya con salvoconducto; él decía que la usaba por temas de seguridad y sus guardaespaldas tenían armas también con salvoconducto, era una manera de protegerse. Entonces la vida se fue volviendo como un tsunami, donde no tienes mucho tiempo para mirar, sino de ver hasta dónde te lleva la corriente y de qué manera tú te puedes salvar y puedes salvar a tus hijos.
Pregunta: Está la mitología de hombres que son inmensamente ricos, que navegan en dinero, que viven una vida fastuosa, y cuando uno comienza a ver cómo viven en realidad y por lo que tienen que pasar, la fastuosidad se pierde en muchos sentidos.
VEH: Absolutamente; o sea, la fastuosidad duró muy poco tiempo; nosotros, su familia, tuvimos la oportunidad de vivir en lugares lindos, en el Edificio Mónaco, que fue un departamento espectacular; pero Pablo nunca disfrutó de esos espacios, porque siempre vivió prófugo de la justicia. Por eso yo hablo de mi cárcel, hablo de nueve años encerrados en departamentos, en fincas, sin poder ver la luz del día, sin poderme comunicar con mi familia, ni mis hijos visitar a su abuela, ni compartir con sus sobrinos, ni podían ir al colegio.
Pregunta: Tus hijos y tu eran perseguidos.
VEH: Exactamente, eso se convirtió en una guerra absoluta. Una de las profesoras de mis hijos fue desaparecida en esta guerra; la niñera de mi hija, también. Nadie quería trabajar con nosotros, todo mundo tenía muchísimo miedo. Yo me convertí en la profesora de mi hija, y con un permiso del Ministerio de Educación trabajábamos en tareas en esos escondites, las enviábamos. Pasábamos el tiempo de alguna manera aprendiendo y leyendo, y el día se iba, porque es muy fuerte vivir en un departamento con una niña de cinco años y un niño de 12, sin poder asomarnos por las ventanas, porque alguien nos podía ver y era un riesgo.