La hora de morir
Este fin de semana es el plazo que se ha puesto Brittany Maynard, la joven de 29 años que sufre un incurable cáncer de cerebro, para quitarse la vida al lado de sus seres queridos.
Para poder morir con sus propias reglas, sin padecer cuidados paliativos del cáncer hasta el final, decidió mudarse a Oregon, uno de los cinco estados que autorizan la llamada muerte con dignidad (junto con Washington, Montana, Vermont y Nuevo México), acción aplicable a seres humanos, en fase terminal, y que consiste en tomar alguna medicina para quitarse la vida y así no llegar a sufrimientos extremos.
Brittany eligió esta fecha porque quería festejar el cumpleaños de su esposo, con quien se casó hace dos años. Se refiere a él, por la forma en que ha asumido su enfermedad, como a un héroe. Estos últimos meses ha realizado viajes junto con sus padres y su marido. Hace pocos días cumplió su sueño de viajar al Gran Cañón de Colorado para estar cerca de lo que, dice, más ama: la naturaleza y su familia.
El día de ayer se difundió un nuevo video en el cual esta joven dice que todavía no está segura de si se quitará la vida este fin de semana, pero tampoco quiere esperar tanto tiempo como para que avance su enfermedad y ya no pueda tener una muerte con dignidad.
Brittany ha hecho una campaña muy intensa para que se apruebe la muerte digna en todos los estados de la Unión Americana. En su fundación han apoyado a mucha gente para que decida sobre su muerte si enfrenta una enfermedad terminal. Un caso es el de una mujer que en el 2013 le dio morfina a su padre de 93, quien estaba agonizando. Fue arrestada y mantuvo cargos criminales por casi un año.
En Oregon la ley de muerte digna le permite al médico tratante prescribir medicina para que el paciente se pueda quitar la vida, pero no lo obliga a que asista el suicidio. La joven ha dicho: “moriré en casa, en la cama que comparto con mi marido, y me marcharé en paz, con la música que más me gusta sonando de fondo”.
La historia de Brittany nos ha puesto a pensar a muchos cómo quisiéramos pasar nuestros últimos meses si estuviéramos diagnosticados con una enfermedad terminal. En el Distrito Federal tenemos la opción de no estar conectados a respiradores artificiales que, además del sufrimiento, pudieran afectar la economía de los pacientes o sus familias.
En el resto del país la situación legal es distinta. Platiqué con el ex procurador y notario Ignacio Morales Lechuga y me explicó que en México sería muy difícil poder acceder a una ley de muerte digna como la que se tiene en algunos estados de la Unión Americana pero que sí está en vigor la ley de voluntad anticipada para el Distrito Federal, la cual permite que cada quien, según su voluntad y estando en su sano juicio, pueda firmar un documento para no someterse a medios, tratamientos y procedimientos médicos que puedan prolongar de manera innecesaria su vida, para proteger en todo momento la dignidad de la persona.
Pero esta ley no consiste en privar de la vida a otra persona. Aquí, en México, asistir a alguien en un suicidio, aunque fuera por causas médicas, podría ser calificado como homicidio atenuado, y el médico que prescribiera las drogas podría estar incurriendo en el delito de coparticipación de la muerte de una persona.
En Suiza, por ejemplo, la eutanasia no está permitida, pero es legal el suicidio asistido. En Italia un paciente se puede negar a recibir tratamiento para mantenerse en vida. Y en Francia, con lo liberales que llegan a ser en muchos temas, el suicidio y la eutanasia están prohibidos.
En el Distrito Federal es un avance poder tener una ley de voluntad anticipada.
La cifra de quienes tienen firmado este documento para hacer valer sus derechos es mínima. ¿Usted ya lo hizo?
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