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La secta de El Chayo

11-02-2014 Era abril del 2009 y me tocó ir a Morelia, Michoacán, para hacer un reportaje de la detención de Rafael Cedeño alias El Cede, y uno de los líderes y fundadores de La Familia Michoacana. Fue detenido junto con otras 44 personas, que se encontraban en un bautizo. El Cede era el segundo de a bordo de Nazario Moreno, El Chayo. Mientras hacíamos esta historia para Todo Personal, descubrimos la forma en que eran adoctrinados cientos de jóvenes mensualmente para poderlos introducir a ese grupo delictivo.

Buscaban personas que tuvieran alguna carencia o problema personal, en su mayoría jóvenes que habían sido adictos. Estos jóvenes que pensaban estar entrando a una clínica para curarse de su adicción, estaban realmente ingresando a la escuela de adoctrinamiento para pertenecer al crimen organizado. Una vez que llegaban a ese lugar recibían una plática inicial, donde les exponían que ellos para sanar su alma tenían que defender a los miembros de La Familia Michoacana. Algunos servirían de arcones, manejando taxis, trabajando en gasolineras, en las casetas de cobro de las carreteras, cerca del aeropuerto.

Esto para informar a sus superiores quién ingresaba y salía de la ciudad. Otros aprendían a utilizar armas y se convertían en sicarios. Tenían un manual, para aprender a creer en La Familia, una especie de biblia que fue escrita en su mayor parte por El Chayo. Así se tendría control absoluto de los miembros que se enrolaban en la organización criminal. Pero además, si el discurso religioso fallaba, una vez que eran parte de esta secta, tenían una reunión en la cual les decían que como los jefes de la Familia habían pagado por su transporte y alimentación, y que además habían confiado en ellos, ya no podían renunciar. Y para dejar bien claro el tema en ese momento uno de los líderes sacaba una pistola y mataba a uno o dos. De ahí les informaban a los nuevos miembros que el que se saliera de la organización, correría con esa misma suerte. Entre el terror y el fanatismo vivieron muchos de estos delincuentes, que en su momento fueron víctimas.

No era extraño entonces, y conociendo la forma de operar de este grupo de una manera casi religiosa, que una vez abatido El Chayo su cuerpo pudiera haber sido rescatado. Sucedió lo mismo con Heriberto Lazcano, líder de Los Zetas, cuyo cuerpo fue robado después de haber muerto, pero a él sí se le pudieron hacer las pruebas periciales para confirmar su identidad.

El error gravísimo de la administración pasada fue haber dado a conocer que se había abatido a este personaje sin tener la certeza. Hoy se tiene la seguridad de que Nazario Moreno está muerto. Fue sin duda un éxito más de esta nueva administración en temas de seguridad, pero aún son muchos los miembros de los ahora Templarios, a los que hay que capturar para poder restablecer la paz, sobre todo en el estado de Michoacán.

 

Bibiana Belsasso