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La violencia concentrada

Ha pasado poco más de un mes de aquel jueves 17 de octubre en Culiacán, Sinaloa, cuando Ovidio Guzmán, hijo de Joaquín El Chapo Guzmán, fue detenido por fuerzas federales y, más tarde, tuvo que ser puesto en libertad tras una violentísima reacción nunca antes vista por parte del crimen organizado.

Desde ese día hay un antes y un después en la historia de México, un antes y después en la forma en que el crimen organizado opera.

Sitiar una ciudad completa, tomar rehenes, mostrar la capacidad de fuego, e intentar incendiar un cuartel militar, fue una demostración de fuerza del Cártel de Sinaloa, que muchos otros grupos criminales han querido mostrar desde el operativo en Culiacán.

Hoy ese estado está tranquilo, la razón no es que se haya controlado al Cártel de Sinaloa, sino que hay un solo grupo hegemónico que controla toda esa plaza. Los estados donde la problemática de seguridad es mucho más grave, es donde distintos grupos criminales luchan por el control de la plaza, y pelean con todo para quedarse con el negocio.

En este mes hemos visto otros estados en los que el crimen organizado ha tomado un protagonismo que hace mucho no veíamos, y para muestra lo ocurrido en días pasados en Nuevo Laredo, Tamaulipas.

Fueron días de enfrentamientos contra policías y militares, bloqueos, incendios de vehículos y asesinatos, presuntamente realizados por el Cártel del Noreste (CDN) y su brazo armado, la Tropa del Infierno.

A tal grado llegó la violencia, que el gobernador del estado, Francisco Javier García Cabeza de Vaca, aseguró: “el caos, el pánico, de inseguridad, a través de actos de violencia, sobre todo promoviendo el miedo y el terror. Su comportamiento, pues es un comportamiento de narcoterrorismo. Es un tema muy delicado que está habiendo y se tiene que actuar en consecuencia”.

La violencia registrada en Nuevo Laredo le dio la vuelta al mundo: a través de las redes sociales circularon videos de las balaceras, bloqueos, quema de vehículos e incluso cómo un grupo de hombres armados robaba varias camionetas a plena luz del día del estacionamiento de un centro comercial.

Operativo fallido en Culiacán

Pero no sólo es Nuevo Laredo quien sufre el azote de la violencia, el jueves, un grupo de criminales incendiaron cuatro viviendas del ejido El Charco, comunidad ubicada en el kilómetro 65 de la carretera Reynosa-San Fernando, en Tamaulipas.

Esta violencia registrada en Nuevo Laredo y la Frontera Chica en Tamaulipas, también se ha expandido a su vecino Nuevo León, entidad en la que durante los primeros 20 días de noviembre se registraron al menos 50 homicidios violentos, un promedio de 2.5 asesinatos cada 24 horas; la mayor parte en Monterrey y municipios conurbados.

En Monterrey, en tan sólo una semana, fueron localizados ocho cuerpos desmembrados en bolsas de plástico.

Y es que, a decir de las autoridades, el estado se ha convertido una zona de disputa de tres nuevos grupos delictivos, los cuales no estarían relacionados con los cárteles conocidos en la entidad como el Del Noreste, Del Golfo, Zeta Vieja Escuela, Jalisco Nueva Generación, de Sinaloa, y Beltrán Leyva.

Mientras tanto, en San Luis Potosí, el pasado sábado fueron localizados tres cuerpos desmembrados en el municipio Villa de los Reyes, ubicado en el sur del estado.

Tras la masacre de las familias LeBarón y Langford en Bavispe, los gobiernos de Sonora y Chihuahua han tenido que reforzar su cooperación para enfrentar los hechos violentos; y es que el grupo delictivo La Línea, señalado por las autoridades como la probable responsable de la masacre, está peleando el territorio con Los Salazar, brazo armado en Sonora del Cártel de Sinaloa. 

La Línea era considerada hasta principios de 2017 un brazo armado del Cártel de Juárez, pero una traición dentro del grupo generó una fractura y se inició su transformación al Nuevo Cártel de Juárez.

Ambos grupos buscan el control de la frontera con Arizona para el traslado de opioides a Estados Unidos. En la región también opera El Jaguar, líder de la organización criminal Gente Nueva.

Mientras tanto, en Guanajuato no cesa la disputa entre células de los cárteles Jalisco Nueva Generación y Santa Rosa de Lima por el control del robo de combustible, venta de droga, secuestro y extorsión, lo que ha colocado a la entidad como la más violenta del país de acuerdo con cifras del Secretariado Ejecutivo del Sistema Nacional de Seguridad Pública (SESNSP).

El 6 de noviembre fueron localizadas varias bolsas con al menos cinco cuerpos desmembrados en Celaya.

Otro de los estados donde se han generado hechos sumamente violentos es Michoacán, en donde en menos de 24 horas se registraron ocho muertos.

El pasado viernes a la media noche en Chilpancingo, Guerrero, un enfrentamiento entre policías estatales y civiles armados rompió la tranquilidad de la noche; el saldo fue de un civil muerto, dos agentes heridos, varios detenidos, así como el decomiso de varias armas de fuego.

Son estados de la república donde se concentra la violencia, pero se tiene que emplear una estrategia de emergencia para acotar a estos criminales. Si no, se corre el riesgo de que esta violencia se contagie a otros puntos en los que ahora no hemos vivido estas reacciones por parte de grupos criminales.

Muchos lugares, por ejemplo Nuevo León o Chihuahua, han sufrido épocas de violencia extrema. Recordemos en el 2009 el enfrentamiento que se registró entre grupos criminales en Monterrey, cuya consecuencia entre otras cosas fue el incendio del Casino Royale, o las muertas de Ciudada Juárez. 

Se logró controlar esa situación, pero está empezando a repuntar la violencia. Y garantizar seguridad tiene que ser una prioridad para la administración federal.

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