Los damnificados siguen ahí
Ha pasado un año de los daños provocados por las tormentas Ingrid y Manuel en Guerrero. Hubo miles de damnificados, comunidades devastadas en la periferia de Acapulco, pero también en la sierra. Por ejemplo, la comunidad de La Pintada fue literalmente arrasada por un alud.
Tuvimos la oportunidad de estar trabajando esos días en toda la zona damnificada y los recuerdos de los niños afectados y las casas sin servicios, sin agua, arrasadas por las lluvias, son difíciles de olvidar, aunque el interés informativo se centró en los miles de turistas que se quedaron varados en el puerto. En el peor de los casos, éstos partieron en una semana. Los habitantes castigados por las tormentas, sobre todo los más pobres, se tuvieron que quedar viviendo, muchos hasta el día de hoy, sus penurias y carencias.
Ha pasado un año y la reconstrucción no está acabada ni tampoco hay responsables por la negligencia con la que se actuó en aquellos días desde el ámbito gubernamental local. Un gobierno local que un año después, y pese a los miles de millones de pesos destinados en los presupuestos, no puede concluir con la reconstrucción.
El presidente Peña, que estuvo muy activo en el apoyo a los damnificados, había pedido un informe, sobre todo de los permisos otorgados para la construcción de viviendas en zonas de alta posibilidad de inundación, construidas muchas de ellas sin contar con la documentación correspondiente. También sobre la negligencia para atender la emergencia. Ha pasado un año y todavía no sabemos quiénes fueron los responsables, mucho menos si han recibido algún tipo de castigo. Una tragedia sin responsables es, en este tipo de casos, un abono a la impunidad.
Las obras no se han concluido, todavía hay cientos de damnificados viviendo en albergues. No se han terminado por dos razones: primero, porque han existido espacios de burocratización y de corrupción que han impedido hacerlo. Pero también porque hay zonas donde los grupos criminales chantajean y exigen hacer ellos las obras o que las autoridades les compren a ellos los materiales. En ese terreno ha habido de todo, pero lo más destacado ocurrió en Chilpancingo, donde la presión de los grupos criminales fue tan alta que tuvo que acudir el ejército para construir con sus propios equipos, materiales y soldados, casas y obras para que éstas pudieran concluirse, ya que nadie quería hacerse cargo de las mismas. Y lo mismo ha ocurrido en otras zonas, sobre todo en Tierra Caliente.
Pero como se reconoció ayer mismo, al hacer un balance del plan Nuevo Guerrero, son muchas las obras que están aún por concluirse. Y es mucho más lo que se debe hacer para acabar con la marginalidad, la desigualdad y el costo social con el que siempre este tipo de evento termina castigando a los que menos tienen.
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