Los huérfanos del narco
Para mi mamá Bibi, a quien siempre le agradeceré haber estado a mi lado.
Todos los días te extraño.
Adriana buscaba a su hija de 14 años quien había desaparecido. Sabía que su pareja sentimental era parte de un grupo criminal. Ella siempre creyó que el secuestro de su hija era una venganza. En su búsqueda incansable, Adriana también encontró la muerte. Dos hijos le sobreviven.
Estos dos jóvenes que todavía son menores de edad no podrán festejar el 10 de mayo, Día de las Madres, con ellos, otros miles los niños y niñas también han quedado huérfanos por los embates del crimen organizado.
De acuerdo con datos de la Red por los Derechos de la Infancia en México (Redim), hasta 2019 había 40 mil niños huérfanos debido a la violencia generada por los cárteles. Para el 2020, con datos proporcionados por el Censo, especialistas estimaron que el número de niños huérfanos por la violencia ascendía a 72 mil casos.
Hoy no sabemos cuántos son los niños que han quedado huérfanos, pero por ejemplo el año pasado cerró con 109 mil personas desaparecidas, más los 83 asesinatos que ocurren al día en nuestro país. En un aproximado, 80 por ciento de los asesinatos son de hombres, el 20 por ciento de mujeres. Muchas de estas personas tenían hijos.
Estos pequeños huérfanos se ven obligados a trabajar y asumir responsabilidades de manutención dentro de los grupos familiares cuando pierden un padre o una madre. Esto genera deserción escolar, desprotección y desatención, además de la posibilidad de que vivan también bajo explotación laboral, sexual, maltrato y violencia física.
Uno de los casos que más han conmocionado son los 30 niños de Ayahualtempa, Guerrero, quienes en 2021 fueron captados portando rifles y asegurando que se sumarían a la policía comunitaria para combatir a los narcotraficantes.
Esa no era la primera vez, un año antes también hubo menores de edad que habían sido exhibidos portando armas con el argumento de que por su propia voluntad habían preferido ser parte de la policía local.
Algunos de estos pequeños de entre cinco a 13 años relataban que desde 2019 ya no iban a la escuela, ya que muchos habían perdido a uno o ambos padres y porque para poder llegar a estudiar tenían que cruzar a otra comunidad dominada por el crimen.
Muchos de estos niños aseguraban que sus padres también habían formado parte de la policía comunitaria y que los criminales los habían matado en su intento por defender la región donde vivían.
No todas las llamadas autodefensas son creadas con el fin de proteger a las comunidades, muchas terminan siendo células de grupos criminales, lo que hace más peligroso que los menores estén en esos grupos.
En el caso de Guerrero, estos pequeños narraban a medios de comunicación que la zona de la montaña estaba bajo disputa del grupo criminal Los Ardillos, que buscaba tener todo el control de la siembra de amapola y sobre todo mantener bajo su dominio a los habitantes de esa región indígena que se mantienen de la siembra de frijol, jitomate, calabaza y maíz. En casi toda la república hay casos de niños huérfanos por la violencia.
Otro ejemplo: el pasado 5 de mayo en Nuevo León, la organización no gubernamental Ciudadanos en Apoyo a los Derechos Humanos urgió a reconocer la “orfandad por desaparición”, se trata de al menos seis mil 400 familias que sufren esta situación. Advierte que “la desaparición de algún miembro de su familia, en especial sus padres y madres, provoca un profundo sufrimiento, desprotección, incertidumbre jurídica y vulnerabilidad social” lo cual afecta los derechos humanos fundamentales de los menores de edad.
Hasta el 30 de abril del 2023, hay 112 mil 107 personas desaparecidas en México, de ellos 6 mil 482 son de Nuevo León, de acuerdo con el Registro Nacional de Personas Desaparecidas y No Localizadas (RNPDNO).
De acuerdo con datos del Instituto Nacional de Estadística y Geografía (Inegi), 80% de los asesinatos en México son cometidos contra hombres. Eso nos dice que muchas madres de familia, pasarán el día con sus hijos, mismos que han perdido a sus padres.En zonas donde hay disputas criminales, se estima que por lo menos cada día 13 mujeres pierdan a su pareja.
La cifra aumenta cuando sumamos aquellas mujeres que reportan la desaparición de sus esposos y que hasta el momento no tienen un rastro de dónde pueden encontrarlos, pero, que saben, fueron privados de la libertad por grupos criminales.
Lo mismo ocurre con las madres que buscan a sus hijos, ellas se han vuelto un símbolo de lucha entre los colectivos que rastrean restos en fosas clandestinas, en lotes baldíos, fincas o predios abandonados, haciendo el trabajo de peritos, fiscalías y médicos forenses.
Estas madres buscadoras las hemos visto en diversos estados como Veracruz, Guerrero, Morelos, Sinaloa y Sonora, en este último se encuentra Cecilia Flores, quien desde 2019 busca a su hijo Marco Antonio, a quien vieron por última vez en Bahía de Kino.
El pasado 4 de mayo, seis días antes del día de las madres, localizaron los restos óseos de un varón que todo apuntaba se trataba de Marco. Estaban en la carretera 100, en Costa de Hermosillo, en un terreno baldío.
Además de Marco, esta mujer busca a su otro hijo Alejandro, quien desapareció desde 2015. Tras estos acontecimientos, Ceci Flores se volvió activista y líder del Colectivo Madres Buscadoras de Sonora, ha logrado encontrar más de dos mil restos óseos y crematorios clandestinos en el estado.Desde entonces, su vida ha corrido riesgo y en más de una ocasión ha tenido que dejar Sonora debido a las constantes amenazas del crimen y la falta de protección de las autoridades.
Es una realidad que en México estamos viviendo una etapa de violencia muy complicada, lo más grave de todo es que ya se está normalizando. No debe ser así, por cada asesinato de un hombre o una mujer son muchos los pequeños que pierden a su madre o padre y quedan en el desamparo.