Los niños rehenes de Trump
Hace unos días leía en The New York Times una historia que me rompió el corazón. Una familia inmigrante fue detenida en Estados Unidos. El padre sostenía en brazos a su hijo chiquito con mucha fuerza. Le arrebataron al pequeño y se lo llevaron a los separos. Decían los agentes que el señor se había puesto violento al momento de su detención. ¿Y qué padre a quien le es arrebatado su bebé no patalea para intentar defender a su hijo?
Lo encerraron y al día siguiente apareció muerto. El argumento de los agentes era que no entendían por qué se había suicidado; que ahora sí ya no iba a ver al niño.
Y es que las imágenes y audios son verdaderamente desgarradores. Son cientos de niños que no paran de llorar y sollozar. La mayoría de ellos no entiende por qué están ahí y por qué permanecen en una jaula de metal; duermen en un colchón colocado en el piso y se abrigan con una “cobija de aluminio”.
Son menores que permanecen en grandes almacenes que han convertido en centros de detenciones temporales para migrantes, luego de que sus padres y familiares fueran arrestados por la Patrulla Fronteriza y ahora permanecen a la espera de un proceso penal por ingresar ilegalmente al país.
La cifra es alarmante: dos mil 342 niños que entre el 5 de mayo y el 9 de junio fueron separados de sus padres. Pero no son los únicos; el Departamento de Salud y Servicios Humanos tiene bajo su cuidado a 11 mil 700 niños y menores de edad que están retenidos en al menos 100 albergues ubicados en 17 estados de la Unión Americana. Aproximadamente 70 niños por día.
La política migratoria de Trump de separar familias y enjaular niños es criminal y ha recibido el repudio no sólo de funcionarios y políticos mexicanos, sino también del papa Francisco, de Naciones Unidas y de muchos sectores, desde sociales hasta empresariales de Estados Unidos.
Como los menores no pueden entrar en las prisiones de adultos, son separados de sus familiares y recluidos en otros centros. Se dice que esta medida busca un efecto disuasorio para quienes planeen entrar al país de manera ilegal.
Desde abril se había intentado mantener en secreto la manera en que estos niños eran separados de sus padres y los sitios donde los tienen detenidos. Ha sido mucha la presión de diversos sectores y se permitió que congresistas, senadores y periodistas pudieran entrar brevemente al centro de detención “La Úrsula”, en McAllen, Texas, conocido por los migrantes como “La Perrera”.
Las imágenes revelan un “campo de concentración”, donde los más de mil cien internos viven en jaulas de metal y duermen prácticamente en el piso. El lugar está dividido en secciones para menores no acompañados, adultos que viajan solos, y madres y padres con niños.
Las jaulas desembocan en zonas comunes donde hay baños portátiles. Las luces del lugar están encendidas las 24 horas.
Esta es la realidad de más de dos mil niños que han sido separados de sus familias; y son muchos los expertos que coinciden que estas acciones pueden tener efectos devastadores en los menores de por vida.
De los 12 mil niños y menores de edad que tiene bajo su cuidado la Oficina de Instalación de Refugiados (ORR, por sus siglas en inglés), 10 mil ingresaron a Estados Unidos sin la compañía de un adulto. Tratan de colocarlos con familiares que ya vivan en la Unión Americana, pero es un proceso que puede tardar varios meses. Para los menores que son separados de sus padres se busca colocarlos en un refugio o al cuidado de una familia sustituta.
Trump ha culpado de las separaciones a los demócratas, asegurando que su gobierno sólo está aplicando las leyes ya existentes; sin embargo, no hay ninguna ley que obligue a separar a los niños de sus padres, o que exija el enjuiciamiento criminal de todas las personas que crucen la frontera sin documentos.
Hace unos días, una de las voceras de la Casa Blanca fue encarada por un periodista, quien le decía que ella era madre, que cómo no mostraba sensibilidad en el tema. El periodista fue ignorado.
Melania Trump, a través de su vocero, también dijo estar en contra de separar a menores de sus padres. Pero Trump seguía con su postura. La realidad es que buscaba “negociar” el fin de las separaciones de familias con la aprobación de un proyecto de ley más amplio sobre inmigración, que incluiría fondos para su tan anhelado muro fronterizo con México.
Trump, a quien le gusta endurecer sus posturas para negociar, esta vez parece que tuvo que ceder. La presión ha sido muy fuerte.
Y finalmente ayer firmó una orden ejecutiva para poner fin a estas políticas migratorias de separación de familias que, incluso en los republicanos, ha causado asombro y reclamos.
Trump, quien ha utilizado el discurso antiinmigración con éxito y sin contemplaciones para congraciarse con su electores y para presionar a los congresistas para obtener fondos, ahora parece no funcionarle. La indignación de todos los que hemos visto esas imágenes y escuchado los audios sobrepasa cualquier sentimiento.
Finalmente declaró: “queremos mantener a las familias juntas. Es muy importante”. Pero lo cierto es que los más de dos mil 300 menores de edad que están, literalmente, enjaulados, no se reunirán con sus padres pronto.
Así es como Trump usa a los niños, como auténticos rehenes.
La indignación
Al menos tres albergues continúan en funciones donde se encuentran los niños que son separados de sus papás que ingresan ilegalmente a Estados Unidos. Éstos se ubican en Combes, Raymondville y Brownsville, en el sur de Texas.
Ayer, el periódico estadounidense en línea The Huffington Post publicó una supuesta demanda en curso en la que se acusa que personal de los centros de detención en los que permanecen los menores administran con regularidad psicotrópicos a niños migrantes sin el consentimiento de sus padres. En la querella, citada por este medio, indica que, en un decreto firmado en 1997 conocido como “el acuerdo de Flores”, se establece que los menores no acompañados de su padre o un familiar detenidos en la frontera, sólo pueden ser privados de la libertado por 20 días.
La indignación y las acciones de protesta en Estados Unidos contra la “tolerancia cero” escalaron a la secretaria de Seguridad Interna: Kristjen Nielsen. El martes, la funcionaria se encontraba en un restaurante de comida mexicana en Washington, D.C. (círculo rojo), cuando fue increpada por manifestantes, quienes le reclamaron por la política separatista de Trump. “Si los niños no comen en paz, tú tampoco lo harás”, le gritaban. La funcionaria tuvo que abandonar el establecimiento en medio de las protestas.
Tras días de presión social, el mandatario de Estados Unidos cedió y firmó un decreto para no separar a las familias que son detenidas al cruzar de manera ilegal la frontera hacia esa nación.