Maduro, en la soledad del dictador
El pasado jueves 10 de enero Nicolás Maduro tomó posesión ante el Tribunal Supremo de Justicia para un nuevo sexenio.
El inicio de su segundo mandato es calificado como ilegítimo por Estados Unidos, Canadá, la Unión Europea (UE) y la Organización de Estados Americanos (OEA), debido a que consideran que proviene de una elección fraudulenta.
En América Latina los países conformados por el Grupo de Lima en su mayoría tampoco reconocen el triunfo del presidente venezolano. México sí, y en acto que asombró mucho el día de la toma de posesión del mandarario en su discurso se escuchó un fuerte “¡Viva México!”.
De hecho, un día antes de su toma de posesión le dio un plazo de 48 horas a los países que integran el Grupo de Lima para que rectificaran la declaración que tomaron sobre la crisis política.
Maduro criticó así el comunicado que emitieron hace unos días 13 países, con excepción de México, en el cual le pedían que no asumiera su segundo mandato y que transfiera el poder a la Asamblea Nacional hasta que se convoquen nuevas elecciones.
De hecho, el juramento se realizó en el Tribunal Supremo, debido a que la Asamblea Nacional, controlada por la oposición, fue despojada de sus poderes desde que el Partido Socialista Unido de Venezuela (PSUV) perdió el control legislativo en 2016, lo que para muchos es una muestra de su gobierno dictatorial.
El Grupo de Lima también expresó su preocupación por el incidente que ocurrió el mes pasado, cuando un barco de la armada venezolana interceptó dos embarcaciones contratadas por la corporación estadounidense ExxonMobil para navegar con permiso de Guyana, en aguas que Venezuela sostiene que forman parte de su jurisdicción.
Y, por si algo faltara, un día después de la toma de posesión el jefe del Parlamento, Juan Guaidó, catalogó a Maduro como “usurpador” y dijo tener la legitimidad para “ejercer la encargaduría (sic) de la Presidencia de la República”, tal como lo establece la Constitución venezolana en caso de falta absoluta del Jefe de Estado.
Sus palabras levantaron controversia y generaron distintas interpretaciones.
El secretario general de la OEA, Luis Almagro, saludó a Guaidó como “presidente interino de Venezuela” y le expresó su respaldo, en sintonía con las muestras de apoyo expresadas por la destituida Fiscal General, Luisa Ortega Díaz, y los magistrados del Tribunal Supremo designados por el Parlamento que están en el exilio.
El gobierno de Brasil también anunció el sábado que reconocía al legislador opositor como el presidente legítimo de Venezuela.
Por su parte, Maduro intentó minimizar la situación: “Esto es un golpe tuitero y un show para tratar de jugar a la desestabilización. Parecen un grupo de muchachitos que tomaron el control de la oposición y buscan originar más problemas en Venezuela”.
La que no se tentó el corazón fue la ministra del Servicio Penitenciario, Iris Varela, quien escribió a través de Twitter: “Guaidó ya te acomodé la celda, con tu respectivo uniforme, espero que nombres rápidamente a tu gabinete para saber quiénes te van a acompañar ‘muchacho pajúo’”.
Y de la amenaza se pasó a los hechos. El pasado domingo 13 de enero, el presidente de la opositora Asamblea Nacional de Venezuela, Juan Guaidó, fue detenido por agentes del Servicio Bolivariano de Inteligencia Nacional (Sebin), en donde estaba prevista su participación en un cabildo abierto con opositores al gobierno.
Pero lamentablemente no fue la única detención arbitraria. Las periodistas Osmary Hernández y Beatriz Adrián, corresponsales de CNN y Noticias Caracol, respectivamente, fueron también detenidas durante más de una hora por agentes del Sebin, justo cuando cubrían la captura de Juan Guaidó.
Tras ser retenido por casi una hora, Guaidó fue puesto en libertad, al igual que las dos periodistas.
El gobierno venezolano se desvinculó de la detención: “Nos enteramos de que se había dado una situación donde un grupo de funcionarios, actuando de manera unilateral, realizaron un procedimiento irregular”, declaró el ministro de Comunicación, Jorge Rodríguez.
El funcionario agregó que los agentes del Sebin que participaron fueron “destituidos y sometidos a un procedimiento disciplinario más estricto para establecer si se prestaron para este tipo de situaciones (show mediático)”.
Por lo pronto, la Asamblea Nacional de Venezuela, controlada por la oposición, convocó a una manifestación el 23 de enero en todo el país para demandar el fin del gobierno del presidente Nicolás Maduro.
Y los venezolanos viven una recesión que ya lleva cinco años y una hiperinflación que ha provocado escasez de productos básicos. Para que se dé una idea, hoy el salario mínimo (4,500 bolívares al mes), que perciben alrededor del 70% de los trabajadores con empleo formal, apenas alcanza para comprar un cartón de huevo.
Hace unas semanas The Washington Post, citando de forma anónima a un funcionario de inteligencia de Estados Unidos, dio a conocer que el ministro de Defensa de Venezuela, Padrino López, habría pedido al presidente Nicolás Maduro que dimitiera; incluso advirtió que ofrecería su propia renuncia si no lo hacía.
Una fuente del gobierno de Estados Unidos dijo a la agencia Reuters que la Administración cree que los informes de que Padrino amenazó con renunciar si Maduro no se retiraba, son creíbles.
¿Estará Nicolás Maduro perdiendo el apoyo de sus leales Fuerzas Armadas? ¿Se estará quedando solo el dictador?
Lo cierto es que el Gobierno de México sí lo está apoyando, por eso el “¡Viva México!” en su toma de posesión.
¿Será que en las próximas semanas se haga el anuncio de que nuestro país le está comprando gasolina a Venezuela? Y así el dictador no estará tan solo.
Medidas desesperadas
El presidente de Venezuela, Nicolás Maduro, anunció un incremento de 300 por ciento al salario mínimo, que pasará de cuatro mil 500 a 18 mil bolívares a partir del 15 de enero equivalente a la mitad del valor de la criptomoneda venezolana petro, que corresponde a nueve mil a 36 mil bolívares. El aumento es el 13ro. en los últimos 25 meses y es una iniciativa que busca compensar la hiperinflación que afecta al país.
Al presentar ante la Asamblea Nacional Constituyente la Memoria y Cuenta de 2018 y el Plan de la Patria 2019-2025, el cuestionado mandatario, quien en su toma de protesta el pasado jueves sorprendió al expresar un “¡Viva México!”, prometió “mano de hierro” en su mandato y presumió el apoyo que tiene del Ejército.
“Mano de hierro a la traición, a la corrupción. A mí no me va temblar el pulso con nadie, cuento con el apoyo del pueblo y de la Fuerza Armada Nacional Bolivariana. De cada ataque saldremos más fuertes, nadie nos va a detener”, expresó en referencia a las expresiones de la oposición y gran parte de la comunidad internacional que lo acusan de haberse convertido en un gobernante de facto y que adelantaron que no reconocerían su nuevo periodo presidencial.
Maduro destacó los “logros económicos” de la revolución bolivariana en 2018. En el campo político, presumió que su proyecto “ha logrado una estabilidad institucional inédita. Nuestro mayor logro es la paz activa”. También calificó la detención del opositor Juan Guaidó “como un show para los medios internacionales”.