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Morir en un festival

Hay cosas que no tienen sentido, o no deberían tenerlo. La muerte de los fotorreporteros Citlali Berenice Giles Rivera y Miguel Ángel Rojas Hernández, en el Parque Bicentenario de la Ciudad de México, en Azcapotzalco, durante el festival musical Ceremonia, es uno de esos casos.

Fue un accidente, la caída de una grúa que no debía estar en ese lugar y que se derrumbó, dicen, por el viento. Esas muertes inútiles son más dolorosas aún porque las víctimas eran muy jóvenes y estaban en un espacio dedicado a una celebración, una fiesta. Mucho más, porque evidentemente tiene que haber habido un error humano para que sufrieran ese triste final.

Yo no sé quién es el responsable final, pero lo que es lamentable es la feria de acusaciones mutuas entre autoridades sobre la responsabilidad de esas muertes, sobre todo cuando todo indica que la responsabilidad principal es de los organizadores.

La Secretaría de Gestión Integral de Riesgos y Protección Civil atribuyó el accidente a una deficiente supervisión de medidas preventivas por parte de los organizadores del evento. Se identificó que el equipo técnico, como la grúa que sostenía la estructura decorativa, no cumplía con los estándares de seguridad necesarios. El director responsable de la obra y el encargado oficial de Protección Civil, contratados por los organizadores son investigados por la Fiscalía de la Ciudad de México.

La alcaldía Miguel Hidalgo, donde se encuentra el Parque Bicentenario, también fue señalada por su falta de supervisión en la aprobación y monitoreo del evento, lo que la alcaldía rechazó porque cuando, junto con las autoridades de la CDMX supervisaron las obras, esa grúa no estaba.

La Presidenta Claudia Sheinbaum anunció que se revisarán los permisos otorgados al festival y las condiciones bajo las cuales se autorizó el uso del parque, y encargó a la Fiscalía General de la República la investigación.

Mientras tanto, los organizadores fueron duramente criticados por permitir que el evento continuara tras el accidente, incluso se mantuvo la incertidumbre sobre la suerte de las víctimas y se dijo que habían sido llevados al hospital aún con vida cuando todo indica que habían fallecido en el acto.

El organizador del evento fue Diego Jiménez Labora, propietario de Grupo ECO. Alejandro Castro Jiménez Labora es primo de Diego, quien ha participado en proyectos relacionados con el Gobierno federal, como el Parque Ecológico de Texcoco y el malecón de Villahermosa.

Diego Jiménez Labora está involucrado en más de 20 sociedades relacionadas con bares, restaurantes, representación de artistas, construcción y organización de eventos culturales, como los festivales Trópico y Bravo, además del Ceremonia. También administra el Auditorio Blackberry.

Lo cierto es que resulta un poco absurdo que en este contexto y con la información disponible, exista una disputa sobre la responsabilidad del accidente, cuando es evidente que el mismo se produjo por la instalación de una estructura, una grúa, que no estaba contemplada cuando el día anterior se hizo la revisión de Protección Civil.

Tan ridículo como que un caso de estas características, que no deja de ser un accidente puntual, haya llegado hasta la Presidencia de la República.

No es verdad, como se ha dicho, que lo que está en entredicho es la capacidad de la ciudad y de las empresas realmente especializadas para realizar eventos masivos en la Ciudad de México. Al contrario, la ciudad ha acreditado su capacidad para realizar sin contratiempos eventos masivos multitudinarios en forma simultánea difícilmente comparable por cualquier otra megalópolis del mundo. Ejemplos hay decenas, desde la F1 de automovilismo hasta los recientes conciertos de Shakira, o incluso los paseos por avenida Mazaryk, en Polanco, el mismo día del siniestro en el Parque Bicentenario, un lugar por cierto donde se hacen eventos musicales y culturales todas las semanas sin contratiempos.

Aquí lo que hubo fue la negligencia de un organizador y no hay que buscarle sacar raja política a algo que no la tiene. Si el responsable es amigo de un político, es su problema, pero no terminemos satanizando a los eventos masivos de una tragedia que simplemente se podría haber evitado.