Ni dinero ni techo
El pasado 19 de septiembre se cumplieron 37 años del terremoto de 1985 y cinco años del sismo del 2017, el primero de ellos de magnitud 8.1, afectó la zona centro, sur y occidente del país, mientras que el de hace cinco años, de magnitud 7.1, afectó Morelos y la CDMX. Hay que recordar que días antes de este sismo en el 2017, ya había temblado muy fuerte en Oaxaca y Chiapas, y al llegar 12 días después otro sismo, muchas de las construcciones ya afectadas se vinieron abajo.
No se sabe con exactitud el número de fallecidos que dejó el sismo de 1985, la cifra oficial es de tres mil 692; la Cruz Roja Mexicana señala que superó los 10 mil.
Se estima que alrededor de 250 mil personas quedaron sin hogar y que aproximadamente 900 mil se vieron obligadas a abandonar sus viviendas. En ese 1985 tardaron casi 10 años en terminar la remoción de escombros.
El sismo de 2017 dejó un saldo de 369 muertos, la mayoría en la Ciudad de México, donde 228 personas fallecieron, 49 de ellas en el edificio Álvaro Obregón 286, en la alcaldía Cuauhtémoc.
Nuevamente volvió a temblar este 19 de septiembre del 2022, afortunadamente la pérdida de vidas y patrimonio fue muy poca. Algo se aprendió de cómo enfrentar este tipo de fenómenos naturales.
Quizá en lo que no hemos aprendido nada es en la manera de ayudar a las poblaciones afectadas.
Para poder lograr una reconstrucción después de un sismo, falta un largo recorrido. Todavía a 37 años de los sismos de 1985, en los que muchos perdieron sus hogares, hay gente damnificada. A muchos se les dio dinero del Gobierno para reconstruir sus viviendas, pero ese dinero no fue destinado para hacerse de vivienda.
Para los sismos de 2017 sucedió lo mismo, millones de pesos fueron entregados directamente a damnificados, el problema es que con el gasto del día a día, muchos se habían quedado sin trabajo y sin hogar, tuvieron que pagar renta, tampoco les alcanzaba para construir una nueva casa, así que esos recursos entregados de manera directa a la gente, nunca se destinaron a la construcción de vivienda.
En ese 2017, recorrimos las calles de Oaxaca, en Jojutla. Todo estaba devastado, desde el Mercado Central hasta la iglesia y escuelas. Años después se ha avanzado en la reconstrucción, pero muchos siguen sin una vivienda. Lo mismo ocurrió en Chiapas, donde además de los sismos en días previos, las lluvias habían golpeado esa zona, muchas de las casas eran de adobe, el agua había reblandecido el material y con el sismo cientos de viviendas se vinieron abajo. Desde ese entonces, muchos damnificados no tienen un techo.
Me tocó verlo en Jojutla, Morelos, muy cerca de donde fue el epicentro del devastador sismo del 19 de septiembre de 2017.
Los años pasan y siguen afectados
Quise hacer el mismo recorrido que había realizado por ese municipio, un día después del temblor de 7.1 de magnitud, que dañó casi 90 por ciento de los inmuebles.
Al día siguiente del temblor, al caminar por sus calles, parecía que habían sido bombardeadas. Fue impactante.
Un año después ya no había escombros. Se había hecho un trabajo importante en la limpieza del lugar, pero los terrenos vacíos se veían y se siguen viendo por todo Jojutla.
A muchos damnificados que se les dio dinero, no lo destinaron a la reconstrucción de las viviendas. De las pocas casitas que hay, son las que fueron edificadas y en donde hubo donaciones importantes de empresas privadas y de la sociedad civil.
En un esquema en donde los damnificados entregaron el dinero que habían recibido de indemnización gubernamental, pero que no alcanzaba para reconstruirse un hogar, a empresas privadas con fundaciones que trabajaron de la mano de la sociedad civil, construyeron las casas que son la mayoría de las que están edificadas.
Reconstruir las casas era costoso y la vida laboral en Jojutla, donde la gente vive principalmente del comercio, se tornó muy difícil. Los afectados empezaron a utilizar el dinero de la construcción para otras cosas y hoy no tienen nada.
Otro ejemplo fue la escuela Juan Jacobo Rousseau, que sufrió severas afectaciones, la fachada y la barda de la escuela, que sufrieron daños, fueron reparadas. Me contaba un maestro de la escuela que el apoyo de personas de la sociedad civil, como Alfredo Harp Helú, fue invaluable. Asimismo, cuenta que se hicieron conciertos a favor de los damnificados por los sismos y que el cantante del grupo Zoé fue a entregar, personalmente, computadoras.
Otra escuela, la 10 de Abril, de la colonia Zapata, quedó al borde del colapso. El día del temblor más de 500 niños fueron evacuados. Hoy también ha sido reconstruida, en su mayoría, con recursos de otra fundación.
Ahí mismo, en Jojutla, junto a la plaza, también fue reconstruida la cancha de basquetbol, que en los días posteriores al sismo era un centro de acopio. Hubo recursos federales, pero mucho de lo invertido para recuperar estos espacios fue labor de fundaciones y apoyos de la sociedad civil.
Gracias al plan de reconstrucción, se rehabilitaron las calles del centro de Jojutla; sin embargo, para los que perdieron sus comercios y viviendas, salir adelante ha sido mucho más difícil.
En Morelos, 15 mil 801 casas y 259 inmuebles de patrimonio histórico resultaron dañados. En este caso, la entidad fue beneficiada con cinco mil 758.9 millones de pesos de recursos del Fonden para las obras de reconstrucción en planteles escolares, viviendas, clínicas y obras hidráulicas.
Es fundamental tener este recurso para las obras de infraestructura, pero se debe aprender que dar dinero directo a las personas no necesariamente es una solución a largo plazo. A la gente, pasando los días de los devastadores sismos, ese dinero les resolvió por poco tiempo sus necesidades y, a la larga, se han quedado sin techo.
Tendríamos que aprender de estas evidencias y darnos cuenta de que los apoyos sociales sin sentido y entregados de manera directa, solamente resuelven el momento, no mejoran la vida a largo plazo de las personas.