Que siempre no
Durante el Sínodo Extraordinario de Obispos sobre la Familia convocado por el papa Francisco, que concluyó ayer, donde se abordaron las dificultades que afrontan las familias y el papel de la Iglesia católica, hubo varios temas de discusión importante que se convirtieron en centro de la polémica: uno fue la aceptación de homosexuales en el seno de la Iglesia.
La semana pasada el cardenal primado de Hungría, Peter Ërdo, leyó un documento en el cual expresó: “a las personas homosexuales hay que respetarlas y no se les puede discriminar, ya que tienen mucho que aportar a la sociedad como seres humanos.”
De inmediato se retomó la información diciendo que la Iglesia estaba abierta a los homosexuales y muchos entendieron que esto se refería a los matrimonios entre personas del mismo sexo. La realidad es que no fue ése el mensaje y el tema de la aceptación a las personas homosexuales tampoco es nuevo para la Iglesia.
Desde 1993 el documento oficial del catecismo número 2358 dice lo siguiente:
Un número apreciable de hombres y mujeres presenta tendencias homosexuales profundamente arraigadas. Deben ser acogidos con respeto, con pasión y con delicadeza. Se evitará respecto a ellos todo signo de discriminación injusta. Estas personas están llamadas a realizar la voluntad de Dios en su vida; y si son cristianas, a unir el sacrificio de la cruz, las dificultades que puedan encontrar a causa de su condición.
La confusión vino cuando se difundió la noticia de que el papa Francisco y la Iglesia católica estarían abiertos a las uniones y matrimonios entre homosexuales. De inmediato salió a declarar el cardenal Wilfrid Napier, arzobispo de Dubran, Sudáfrica: “En cierto modo -dijo- se trata de una mala interpretación que refleja a quienes la hacen, les gustaría que sucediera, en lugar de lo que está pasando o va a pasar.”
Para muchos obispos lo que se interpretó no fue lo que se debatió, ni tampoco los puntos comunes a los que llegaron durante el sínodo. Dicen que las parejas homosexuales no pueden equipararse al matrimonio entre hombre y mujer. Entre otras cosas, porque no pueden tener hijos, que es uno de los fines del matrimonio, según la doctrina de la iglesia.
El cardenal Napier expresó que fue una lástima la confusión, y que, una vez que el mensaje se ha publicado, de cierta forma es muy difícil volver atrás.
Si bien es cierto que la actual Iglesia al frente del papa Francisco, ha intentado ser más liberal, y abierta a temas polémicos, también lo es que todavía son muchos los temas que se deberán debatir y las resistencias a esa apertura son todavía muy poderosas. Personas cercanas al papa Francisco me explicaban que la doctrina de la Iglesia no puede cambiar, pero que sí se puede profundizar en ella, con lo que llaman un desarrollo armónico.
El mensaje del sínodo: “Cristo quiso que su Iglesia sea una casa con la puerta siempre abierta”, y el hecho de que esté escrito en el catecismo que hay que acoger a los homosexuales y respetarlos está muy lejos de ser un discurso que apruebe el matrimonio entre personas del mismo sexo.
No se ve que en un futuro próximo temas como el que los divorciados puedan comulgar, la aceptación del uso de los anticonceptivos y los matrimonios del mismo sexo sean bien vistos por la Iglesia. Sus tiempos para la modernidad son otros.
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