Secuestradas por años
Ayer se publicó en La Razón la historia de Ana Patricia, una joven de 16 años que fue secuestrada y que quedó embarazada en dos ocasiones por su propio padre, Mauricio Antonio Anaya, de 37 años.
Durante más de tres años, Ana Patricia fue forzada a hacer las labores de limpieza de la casa y obligada a tener relaciones sexuales con su progenitor. Desde que la pequeña cumplió 13 años no se le permitió volver a la escuela. Su tutor la mantuvo encerrada, golpeándola y violándola cuantas veces se le ocurría. Como producto de las violaciones esta joven de 16 años tuvo dos bebés: un niño y una niña.
La semana pasada, la menor de año y medio empezó a llorar y como no se callaba, este hombre la golpeó tan fuerte que quedó inconsciente. La tuvo que llevar a un hospital donde la abandonó. Finalmente, las autoridades hicieron las investigaciones que las llevaron a una casa en Xochimilco donde fue descubierto el abuso bajo el cual vivió Ana Patricia por más de tres años.
Pero hay muchas historias similares de jóvenes que han estado secuestradas durante mucho tiempo. Hace seis años salió a la luz pública otra historia: un austriaco llamado Josef Fritzl mantuvo a su hija, Elisabeth Fritzl, presa en un sótano en la ciudad de Amstetten por más de 24 años.
Durante su cautiverio, el padre la golpeó y abusó de ella en innumerables ocasiones. Al momento de su rescate tenía cinco hijos de entre cinco y 20 años, que nacieron en ese mismo sótano y nunca habían salido de él. Al igual que la historia de Ana Patricia, una de las hijas de Elisabeth fue encontrada inconsciente debatiéndose entre la vida y la muerte. Joseph tuvo que llevarla al hospital y fue entonces cuando las autoridades empezaron a investigar quién era la madre y descubrieron que estaba desaparecida desde 1984.
Otro caso notorio fue el secuestro de Natascha Kampusch, otra joven austriaca que estuvo secuestrada 10 años. Un ingeniero de telecomunicaciones desempleado, llamado Wolfgang Priklopil, raptó a Kampusch en una calle de Viena y la metió a una camioneta el 2 de marzo de 1998.
La mantuvo en cautiverio en un cuarto subterráneo de seis metros cuadrados que había construido debajo del garaje de su casa. Amenazó a la niña diciéndole que las ventanas y puertas tenían trampas explosivas y que si intentaba escapar, estallarían. Durante su cautiverio la golpeó constantemente, le daba muy poca comida y cuando la pequeña llegó a la pubertad, él abusaba sexualmente de ella. Al ser descubierto, se suicidó. Otra historia es la de Amanda Berry, una joven que nació en Cleveland, Ohio. Un día antes de cumplir los 17 años fue secuestrada por un hombre llamado Ariel Castro. Durante una década estuvo secuestrada junto con otras dos jóvenes. Las tres fueron golpeadas y violadas continuamente durante el cautiverio. Un día que Castro se descuidó, Amanda logró huir con su hija de 6 años producto de las violaciones que había sufrido y buscó ayuda para escapar.
Su captor fue sentenciado a una pena de por vida en prisión y finalmente, se suicidó en la cárcel.
Son muchas las historias de este tipo. Qué tristeza que estos casos existan, en que el abuso y la locura arrebatan la vida a sus víctimas.
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