Secuestro y muerte en la CDMX
El 4 de junio quedará marcado no sólo en la vida de los familiares del joven Norberto Ronquillo Hernández, sino en la vida y sentimientos de todos los que vivimos en la Ciudad de México. Y es que el secuestro y asesinato del estudiante universitario nos ha dejado muy mal.
Sobre todo porque no es el primero, ni mucho menos el último. Todos los que vivimos en esta Ciudad de México estamos expuestos a este tipo de tragedias. De acuerdo con cifras del Semáforo de Delitos de Alto Impacto en el país, de enero a marzo de 2019 el secuestro se disparó 550% en la Ciudad de México.
Según un análisis realizado por la organización Causa en Común, las víctimas de secuestro a nivel nacional aumentaron 23.8% en el primer cuatrimestre del año, si se compara con el mismo periodo de 2018; 530 personas fueron privadas de su libertad, 102 más que las contabilizadas en el mismo lapso del año pasado.
Tan sólo en este momento, en la Ciudad de México hay varios secuestros de adolescentes en trámite; no puedo dar mayor información, por seguridad de las víctimas, pero cuando pueda, lo haré. Estos jóvenes privados de su libertad tienen entre 18 y 25 años. La edad de mayor riesgo para ser secuestrado es entre los 30 y los 50 años. Pero recientemente, el secuestro de este sector se ha incrementado muchísimo.
Y es que los jóvenes son vulnerables porque a lo mejor no tienen tanta malicia de andarse cuidando como un adulto y los secuestradores saben que habrá alguien que les pueda pagar un rescate, un familiar.
Las víctimas de secuestro ya no son exclusivamente las personas de muchos recursos; jóvenes de clase media o media baja son los que están siendo plagiados. En el caso de Norberto, por ejemplo, su familia no es de grandes recursos. Le pagaban la universidad y sus gastos, pero vivía con familiares para economizar.
Los secuestradores, en muchos casos, están escogiendo al azar o a veces lo planean. En el caso de Norberto aparentemente estaba planeado, porque el joven nunca salía a esa hora; quiere decir que alguien que lo conoce o alguien cercano lo puso; hay quien dice que es alguno de sus compañeros; puede ser incluso algún conocido.
Lo que sí es un hecho es que la delincuencia se está yendo ahora cada vez más sobre los jóvenes, universitarios sobre todo, y también de prepa, sin importar el nivel socioeconómico.
Por Norberto se pidieron 5 millones de pesos; la familia negoció y terminó pagando 500 mil pesos, que entregó el primo, hijastro del tío.
El día que Norberto desapareció, y aunque la familia después pidió a las autoridades que no se metieran, en un inicio se hizo una llamada al 911, las autoridades no le dieron importancia y ahora dicen que la familia les pidió no intervenir.
Hay que señalar la deficiencia que tuvo el 911: la familia denunció, nunca le hicieron caso y no le tomaron la llamada. Ellos llegan desde el martes en la noche y les empiezan a tomar la denuncia el miércoles en la madrugada; y ahí la Procuraduría muy fácilmente se lava las manos y dice: “Es que ellos quisieron negociar por su cuenta”. A ver: si ya te están denunciando, tú tienes la obligación de investigar por ley, porque es un delito que se sigue de oficio.
Pero además, nunca se le dio asesoría a la familia, que las autoridades tendrían que haber hecho. A los parientes de Norberto nadie les hacía caso en la Procuraduría; es hasta que la universidad empieza a hacer presión cuando las autoridades reciben a los padres. Tuvieron que hacer una marcha en Acoxpa y cerrar el tránsito para ser recibidos por la procuradora.
Y lo que es imperdonable, es que una vez que los policías encuentran las llaves en el piso y en lugar de hacer una pericial para ver huellas, le entregan el coche al sobrino y se lo llevan a su casa. No tuvieron un protocolo y no siguieron los cánones que tienen que seguir para una investigación.
Los policías simplemente le dijeron al joven: “Ah, es tu primo, bueno, está bien, llévate el coche”. El familiar de Norberto no tendría que saber que estaba mal llevarse el coche; los policías, como primeros respondientes, sí.
Debieron haber hecho las pruebas al automóvil, como la pericial en dactiloscopia para ver quién lo bajó del auto, encontrar alguna huella digital o algo, y no le hicieron nada, cosa que es totalmente anormal.
Quizá por eso, en la conferencia de presa que dio la procuradora Ernestina Godoy no dio datos; nunca nos dio un informe para decirnos “pasó esto, pasó lo otro”. Todo lo que tenemos son suposiciones.
La autoridad no encontró a Norberto; se supo del paradero del cuerpo por una denuncia anónima.
Los primeros resultados de la necropsia revelan aspectos de los terribles últimos momentos con vida del estudiante.
De acuerdo con fuentes del Instituto de Ciencias Forenses, Norberto, de 22 años, murió por asfixia; su cuerpo presentaba huellas de tortura y golpes en el rostro que le rompieron el tabique nasal. Muy probablemente, el joven estudiante fue asesinado el mismo día que fue secuestrado.
La madre de Norberto dijo: “No es echarle culpa al gobierno, sino que cada quién, como ciudadanos, hagamos lo propio; no oren por mí, porque yo estoy bien; no oren por Norberto, porque él no puede estar mejor; oren por las personas que tienen lastimados sus corazones, por todas esas personas que piden dinero, que trabajan de una mala manera”.
Dijo que el diálogo con la Jefa de Gobierno, Claudia Sheinbaum, y la procuradora Ernestina Godoy, fue a alzar la voz por “todas las ‘norelias’, por todos los ‘norbertos’; lo que importa es quién cumplirá las leyes”.
Es verdad, las autoridades no secuestraron al joven, pero si están en el gobierno, trabajando y cobrando de nuestros impuestos, tienen la obligación de garantizarnos seguridad, de capacitar a sus policías y, sobre todo, de hacer cumplir la ley.
Como sabiamente dijo en su momento Alejandro Martí: “Señores, si piensan que la vara es muy alta e imposible hacerlo, si no pueden, renuncien, pero no sigan ocupando oficinas de gobierno y recibiendo un sueldo, porque no hacer nada también es corrupción. En nuestro país hay jóvenes que requieren el trabajo de ustedes y estarían gustosos, con todo el entusiasmo de gente limpia y no maleada, de hacer el trabajo que ustedes no están haciendo”.